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– Gracias. Por un minuto, tuve miedo de que me fuera a volver alguna clase de lunática oledora de entrepiernas.

Él aspiró bruscamente.

– Sabes, es la erección más rápida que he tenido nunca.

Simone hizo una pausa mientras se daba cuenta de que ahora podía sentir la dolorosa pesadez de su ingle.

– Sí, -dijo, su voz una octava más profunda-. Es normal, también.

– No estoy segura de que me guste esta renovación mía.

– Confía en mí, nena. Te va a gustar el sexo demoníaco mucho más que el humano. Puedo mostrarte cosas que harán que tu cabeza gire como la de Linda Blair [12].

Le echó una mirada indignada.

– Esa no es forma de meterse en mis bragas, Xypher. ¡Ew! Malas imágenes.

Antes de que Xypher pudiera responder, el olor se intensificó. Simone se giró para ver a un hombre alto y rubio a comienzos de la veintena viniendo hacia ellos. Algo en sus rasgos le recordó a Dev del Santuario.

– Licántropo.

La palabra salió como un bajo gruñido.

Xypher asintió.

– Los demonios se tienen una antipatía antinatural los unos de los otros. Puede ser superada, pero no es fácil. Los Were-Hunters son una rama de sus primos Daimon, que es el por qué estás sintiendo esa ráfaga de adrenalina que te hace querer atacarle. Es tu instinto proporcionándote un estímulo extra en caso de que tengas que luchar.

El hombre se detuvo mientras les miraba. Ladeó la cabeza como si pudiera sentirles de la misma manera que podían sentirle a él.

– ¿Peltier? -llamó Xypher.

Fue hacia ellos lentamente, midiéndoles con cada paso.

– Kyle. Soy el más joven.

Xypher estrechó su mirada sobre él.

– ¿Qué estás haciendo aquí?

– Estaba visitando a un amigo.

Xypher no estaba seguro sobre eso. Pero claro, la sospecha era su segundo nombre.

– Eres un Katagaria en forma humana durante las horas de luz… como es que…-Paró mientras entendía.

Los Katagaria eran animales que podían tomar forma humana. Durante la luz del día, especialmente mientras eran tan jóvenes como este Were, estaban relegados a su forma animal hasta que el sol se ponía.

Kyle Peltier era más de lo que parecía.

– Ha sido agradable encontrarte, Kyle, -dijo Xypher secamente-. Dale recuerdos a Carson.

– Lo haré. -Dijo Kyle antes de dirigirse por la calle hasta donde una moto Ninja esperaba. Montó y arrancó sin mirar atrás.

– ¿Qué no me estás contando? -Preguntó Simone.

– No estoy seguro. Es una sensación extraña… -Pero no podía situarla. Sinceramente, se sentía como un Dimme, pero no tenía sentido. Si el Dimme era algo como sus primos Gallu, ella habría estado buscando en lugares oscuros durante las horas diurnas. No aquí fuera en casa abiertas y definitivamente no estaría cerca de un Katagaria.

Tan pronto como la Dimme hubiera captado el olor, habría salido corriendo.

Sacudió la cabeza para aclararse. Tenía que estar imaginando cosas.

Empujando esos pensamientos fuera, se volvió hacia Simone.

– Ok, tengo todos mis poderes intactos. No sé adónde vamos, pero tú si ¿correcto?

– Sí.

Bien. Iba a mostrarle como transportarse a través del cosmos con sus poderes. Con un poco de suerte, no acabarían en Alaska.

– Piensa en el lugar a donde vamos. Imagínalo perfectamente en tu mente.

Ella lo hizo.

Xypher la envolvió en sus brazos y cerró los ojos. Un instante después, estaban en las sombras de un callejón. Oía a la policía hablando entre ellos, vio al fotógrafo y a Tate moviéndose alrededor de un cuerpo cubierto.

Echó una ojeada alrededor para asegurarse de que no serían vistos antes de solidificarse.

Una lenta sonrisa se extendió por la cara de Simone.

– ¿He podido hacerlo yo sola?

– Podrás hacerlo. Pero llevará un montón de práctica. Y sé cuidadosa haciéndolo. A veces tus ropas se quedan atrás.

Su cara palideció.

– Eso sería increíblemente malo.

– Para ti, si. ¿Para mí? Se me pone la piel de gallina. -La barrió con una mirada caliente que encendió su sangre.

Pero no le dejaría saberlo.

Sonriendo ampliamente, malvadamente, le dio un sándwich, luego se dirigieron hacia Tate quien les miraba desde donde estaba situado el cuerpo.

Tate frunció el ceño ante su comida.

– ¿Comer en la escena de un crimen?





Haciendo una mueca ante la salpicadura de sangre en las paredes de alrededor y a la sangre en la calle, Simone le devolvió el sándwich a Xypher.

– No voy a comer.

Tate la miró boquiabierto.

– Uauh, finalmente eres sensible. Jamás supe si esa parte estaba en ti.

Simone estaba sorprendida también. Siempre había estado orgullosa de no ponerse enferma en las escenas de crímenes. Pero el olor de la sangre seca era fétido para su nariz. El color era una sombra más profunda de lo normal. Era casi como si pudiera saborear la sangre y marearla extremadamente.

A Xypher por otra parte no le afectaba en absoluto.

– Así que, ¿qué tenemos? -preguntó ella, respirando profundamente así no perdería la dignidad.

Tate dejó salir un largo y cansado aliento.

– Bien, su cabeza está perdida así que no creo que tengamos que preocuparnos por si se levanta y anda otra vez. Esto no es Sleepy Hollow.

Xypher frunció el ceño.

– ¿Sleepy Hollow?

Simone sacudió la cabeza.

– Una famosa historia sobre un jinete sin cabeza que cazaba víctimas.

– Eso es enfermo.

Simone arqueó una ceja.

– ¿Eso lo dice un demonio que come en la escena de un crimen?

– Tengo hambre. Deberías estar agradecida de que coma el sándwich y no carne o la sangre de alguien. Puedo hacerlo, lo sabes.

– Sí, -dijo Tate despacio-. Vamos a intentar evitar volver loco a más servidores públicos.

Simone trató de concentrarse.

– ¿Cuáles son los datos?

– No estamos seguros. Parece como una lucha de alguna clase de demanda y obviamente nuestro chico perdió.

Xypher se movió alrededor de la escena mientras hablaban.

Simone miraba la forma en que Xypher estudiaba los patrones de sangre como si pudiera imaginar exactamente la manera en que la lucha se había desarrollado. Cuando se acercó al cuerpo, uno de los oficiales le ahuyentó.

Ella se acercó lentamente.

– ¿En qué estás pensando?

– Quiero ver el cuerpo.

Ella fue y lo descubrió, luego se estremeció mientras el olor la golpeaba con toda la fuerza. Maldición, nunca iba a acostumbrarse a estos nuevos sentidos.

Xypher asintió antes de acabar el sándwich.

– Es lo que pensaba.

Estaba tan despreocupado. Lo menos que podía hacer era compartir lo que sabía.

– ¿Qué es?

– Una muerte trofeo.

Simone intercambió una mirada perpleja con Tate. No le gustaba el sonido de eso.

– ¿Qué quieres decir con “muerte trofeo”?

– El cuerpo es un mensaje de un demonio de un clan para otro. “No nos jodas”.

Tate sacudió la cabeza negando.

– Eh, eh, eh, ¿de qué estás hablando?

Xypher señaló el cuerpo con el pulgar.

– Mejor hazle tú la autopsia, Tate, porque no era humano y un humano va a alucinar cuando abran su cuerpo y encuentren que sus órganos internos no están dónde y cómo se supone. Es un Caronte… -Volvió a echar una mirada al cuerpo-. O era un Caronte.

Tate levantó las manos con frustración.

– ¿Qué infiernos es un Caronte?

– Un Demonio, -dijo Xypher como si estuviera hablando con un imbécil

– ¿Estás seguro? -Preguntó Tate.

– Sí. Los Gallu no mueren así. Cuando un demonio gallu muere, se desintegra como un Daimon. Los Daimons se desintegran como un Daimon. Los humanos que son asesinados por los gallu se convierten en zombies. -Señaló hacia atrás al cuerpo bajo la lona-. Y los Carontes mueren como los humanos. Sus cuerpos permanecen intactos para el entierro.

Tate frunció el ceño.

– Pero ¿Cómo sabes que es un Caronte y no un humano?

[12] La protagonista de la película “El exorcista”, en una escena en la cual su cabeza gira 360º