Добавить в цитаты Настройки чтения

Страница 36 из 49

Snaut frunció el ceño, pero me pareció que no estaba realmente sorprendido. Entonces ¿por qué esa comedia? Perdí todo deseo de confiarme en él. Sin embargo, me creí obligado a hablar.

— Empezó a sospechar luego de nuestra charla en la biblioteca. Me espió, ató cabos, y luego encontró el grabador de Gibarían y escuchó la cinta…

De espaldas contra el armario, Snaut no se movía. Yo estaba de pie junto al pupitre y la puerta entreabierta no me dejaba ver el corredor.

Bajé la voz todavía más.

— Anoche trató de matarse, mientras yo dormía. Bebió oxígeno líquido…

Se oyó un susurro, como de papeles movidos por el viento. Dejé de hablar, y escuché; pero el ruido no venía del corredor. ¿Una rata? No había ratas en la Estación. Le eché una ojeada a Snaut.

— Adelante — dijo tranquilamente.

— Por supuesto, no lo consiguió. En todo caso, sabe quién es ella.

—¿Por qué me lo cuentas?

Durante un momento no supe qué contestar. Luego farfullé:

— Para informarte; ponerte al tanto.

— Yo te lo había advertido.

Alcé involuntariamente la voz.

— Quieres decir que tú sabías…

—¿Lo que me acabas de contar? Desde luego que no. Pero ya te expliqué la situación. Cuando llega, el visitante está casi en blanco, es sólo un fantasma nutrido de recuerdos e imágenes confusos, extraídos de un… Adán. Cuanto más tiempo pasa contigo, más se humaniza. Y se vuelve más independiente, hasta cierto punto. Y cuanto más se prolonga la situación, más difícil es… — Snaut hizo una pausa, me miró de arriba abajo, y agregó a regañadientes — ¿Lo sabe todo?

— Sí, ya te lo dije.

—¿Todo? Sabe que vino antes y que tú…

—¡No!

— Escucha, Kelvin. — dijo Snaut con una sonrisa—, ¿qué quieres hacer, abandonar la Estación?

— Sí.

—¿Con ella?

— Sí.

Snaut se quedó callado, como meditando en lo que iba a decirme, pero atento a la vez a otra cosa. Oí de nuevo un susurro débil y cercano, como a través de una pared delgada.

Snaut se endureció en el taburete.

— Muy bien — dijo—. ¿Por qué me miras? ¿Pensabas que te pondría trabas? Mi querido Kelvin, puedes hacer lo que quieras. No agravaremos nuestros problemas luchando unos contra otros. No espero convencerte, pero pretendes observar un comportamiento humano en una situación inhumana. Muy noble, quizá, pero no te llevará a ninguna parte. Además, no estoy tan seguro de que sea noble. ¿Cómo puede ser noble e idiota al mismo tiempo? Pero volvamos al asunto. Renuncias a continuar con el experimento, deseas partir y llevarla contigo, ¿no es así? ¿Has pensado que eso sería también un experimento?

—¿Qué quieres decir? ¿Te preguntas si ella podrá?… Estará siempre conmigo, de modo que…, Se me apagó la voz.

— Todos imitamos aquí al avestruz, mi querido Kelvin — dijo Snaut con un suspiro— y todos lo sabemos. No es momento de dárselas de caballero andante.

— No me las doy de nada.

— Discúlpame, no quería ofenderte. Pero sigo pensando que actúas como el avestruz de un modo particularmente peligroso. Te mientes a ti mismo, le mientes a ella, y tratas de morderte la cola. ¿Sabes cómo se estabiliza una estructura de neutrinos?

— No, y tú tampoco. Nadie lo sabe.

— En efecto. Sólo sabemos que esa estructura es básicamente inestable y que sólo puede subsistir mediante un constante aflujo de energía. Sartorius me lo dijo. Esa energía crea un campo de estabilización rotatorio. Bien, ese campo magnético, ¿es exterior al « visitante » o es generado por él mismo? ¿Entiendes la diferencia?

— Sí. Si es exterior, ella…

Snaut concluyó por mí.





— Alejada de Solaris, la estructura se desintegra. Mera hipótesis, desde luego, pero que tú podrías verificar, como ya sabes. Ese cohete que pusiste en órbita no hace mucho. En mis ratos perdidos hasta calculé las trayectorias. Tú podrías subir, interceptar el cohete, y ver qué ha sido de la pasajera…

— Estás loco — le dije.

—¿Te parece?… ¿y si hiciéramos volver ese cohete? No hay ninguna dificultad: comandos teledirigidos… Lo desviaremos de la órbita y…

—¡Cállate!

—¿No, tampoco quieres eso? Hay otro método, muy sencillo. No es necesario hacerla regresar; basta que la llamemos por la radio. Si vive, responderá y…

— El oxígeno se le acabó hace tiempo.

— Quizá no necesita oxígeno. ¿Probamos?

— Snaut… Snaut…

Snaut me remedó, colérico:

— Kelvin… Kelvin… ¡Reflexiona un instante! ¿Eres un hombre, sí o no? ¿A quién tratas de complacer? ¿A quién quieres salvar? ¿A ti? ¿A ella? ¿Y cuál de las dos versiones? ¿A ésta o a aquélla? Te faltan agallas para enfrentarlas a las dos. Ya ves que no lo pensaste a fondo. Te lo repito por última vez: nos encontramos en una situación donde no cabe la moral.

Oí de nuevo aquel susurro, y esta vez me pareció que unas uñas raspaban una pared. De pronto sentí que ya nada me importaba. Me veía, nos veía a los dos desde muy lejos, como en el fondo de un remoto escenario, y todo me pareció insignificante, trivial, un poco ridículo.

— Bueno, ¿tú qué sugieres? — pregunté—. ¿Enviarla al espacio? Mañana volvería ¿no es cierto? Y pasado mañana, y todos los días. ¿Durante cuánto tiempo? ¿Para qué desembarazarse de ella, entonces? ¿Qué ventaja obtendría yo, o tú, o Sartorius, o la Estación misma?

— No, te sugiero otra cosa: vete con ella. Asistirás a la transformación. Al cabo de unos pocos minutos verás…

—¿Qué? ¿Un monstruo, un demonio?

— No, verás que se muere, simplemente. ¿Crees de veras que es inmortal? Te aseguro que se mueren. ¿Qué harás, entonces? ¿Volverás aquí, a buscar otra copia?

Apreté los puños.

—¡Cállate!

Snaut entornó los ojos y me observó con una ironía condescendiente.

— Ah, ¿soy yo quien ha de callar? ¡Sin embargo, no fui yo el que inició esta charla, y creo que ha durado bastante! Te aconsejo otras diversiones. Podrías vengarte azotando al océano con una vara, por ejemplo. ¿Qué imaginas? ¿Que eres un canalla si la despachas? — Sacudió la mano en un gesto de adiós y miró hacia arriba como siguiendo el vuelo de una nave que se aleja. — ¿Y que eres un buen hombre si la guardas contigo? Sonreír cuando tienes ganas de llorar, y mostrarte animado y feliz cuando quisieras golpearte la cabeza contra las paredes? ¿No es eso ser un canalla? ¿Y si aquí fuera imposible no serlo? ¿Qué harías? ¿Enfurecerte contra este crápula de Snaut, que es el responsable de todo? En ese caso, mi querido Kelvin, y para colmo de males, ¡eres en verdad un idiota redomado!

— Hablas desde tu punto de vista. Yo la amo.

—¿A quién? ¿Los recuerdos que ella tiene?

— No, a ella misma. Ya te dije lo que quiso hacer. ¿Cuántos seres humanos « auténticos » hubieran tenido ese coraje?

— Reconoces entonces…

— No eludas el problema.

— Está bien. Por lo tanto, te ama. Y tú quieres amarla. No es lo mismo.

— Te equivocas.

— Lo siento, Kelvin, pero fuiste tú quien sacó a luz todo esto. No la amas. La amas. Ella está dispuesta a sacrificarse. Tú también. Muy conmovedor, magnífico, sublime, lo que tú quieras, pero completamente fuera de lugar. No tiene sentido. ¿Entiendes? No; te niegas a entender. Fuerzas desconocidas, ajenas a nosotros, te arrastran en un círculo vicioso; ella es un aspecto, una manifestación periódica de ese poder. Si ella fuese… si te vieras perseguido por una vieja engreída, la mandarías en seguida a paseo, ¿no es verdad?

— Creo que sí.

—¡Pues bien, por esa misma razón ella no es una vieja engreída! ¿Tienes las manos atadas? ¡De eso se trata: de que tengas las manos atadas!

— Sólo propones una nueva hipótesis que viene a sumarse a millones de hipótesis recopiladas en la biblioteca. Déjame tranquilo, Snaut, ella… No, no diré más.

— Como tú quieras. Recuerda sólo que ella es un espejo, y que refleja una parte de tu mente. Si es maravillosa, es porque tienes recuerdos maravillosos. Tú mismo proporcionaste la receta. Estás atrapado en un círculo vicioso, no lo olvides.