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Frunciendo los labios, Peabody se deslizó detrás del volante. -Sí, porque no?

– Es engreimiento lo que veo en tu cara?

– Maldición. -Peabody se frotó la mejilla. -Pensé que lo había disimulado.

– Busca un delivery en el camino. Quiero un sandwich de albóndiga. -Eve empujó el asiento hacia atrás, cerró los ojos, y cayó derecho en el sueño.

Carne no era la palabra operativa en el sandwich de albóndiga. Consistía en par de trozos de pan duro ablandado por un océano de rústica salsa roja y entre los cuales nadaban un trío de bolas de alguna sustancia, la cual era, tal vez alguna lejana prima de la familia de la carne. Para disfrazar esta muy lejana conexión, estaban revestidas con hilos de sustituto de queso y condimentadas tan generosamente que regularmente convertían la boca en fuego, y despejaban exitosamente los senos nasales.

Eran a la vez asquerosas y deliciosas. El olor despertó a Eve de un sueño de muerto.

– Traje el gigante y lo hice partir por la mitad. -Peabody ya estaba conduciendo, saliendo del delivery en la tranquila y cautelosa forma que normalmente enloquecía a Eve. -Pensé que te haría falta un tubo de Pepsi en este momento del día.

– Que? Sí. -Su mente estaba pesada como música de cámara. -Jesús. Cuando dormí?

– Alrededor de veinte minutos, pero como una piedra. Esperaba que roncaras, pero duermes como un cadáver. Creo que tienes un poco más de color.

– Es el olor de las albóndigas. -Eve abrió el tubo, y tomó un largo trago de Pepsi antes de hacer inventario mental. El dolor de cabeza había retrocedido, y ahora tenía la vaga impresión de haber estado en otro mundo espeluznante. -Adonde vamos, Peabody, y en que siglo llegaramos manteniendo este paso de caracol?

– Estoy simplemente obedeciendo las leyes de tráfico de la ciudad mientras demuestro cortesía y respeto por mis compañeros conductores. Pero me alegro de que te sientas mejor, y me imagino que una vez que estemos en el centro y ya que es un hermoso día, podemos comer esto en la plaza Rockefeller. Tomar combustible, burlarnos de los turistas, y tomar un poco de sol.

Eso no sonaba medio loco. -Nada de compras de ningún tipo.

– El pensamiento nunca cruzó por mi mente. Por más de un minuto.

Peabody se acercó al camino para peatones que salía de la Quinta, deslizó las ruedas de adelante sobre el bordilo, estacionó y puso la señal de policía en misión.

– Como era eso de obedecer las leyes de tráfico de la ciudad?

– Eso era conduciendo, esto es estacionando. No te pongas obsesiva con eso.

Salieron, y se abrieron camino a través del paquete de turistas, gente que almorzaba, mensajeros, y los ladrones callejeros que los adoraban, y se dejaron caer en un banco en la plaza con la pista de hielo a sus espaldas.

Peabody dividió la torre de servilletas y le alcanzó a Eve su mitad del sandwich. Y ambas se dedicaron a la seria cuestión de comer.

Eve no podía recordar la última vez un verdadero tiempo para almorzar, uno donde hubiera verdadera comida en vez de la que tomaba en su escritorio o en el vehículo.

El lugar era ruidoso y estaba apiñado, y la temperatura estaba decidiendo si asentarse en realmente cálido o subir hacia el caliente. El sol reververaba sobre los vidrios de los frentes de las tiendas y un vendedor que manejaba un mini carro deslizante cantaba en voz alta un aria de opera italiana.

– La Traviata. - Peabody lanzó un fuerte suspiro. -Estuve en la opera con Charles. El realmente lo disfruta. En general está bien, pero suena mejor aquí afuera. Esta es la mejor parte de New York. Poder estar sentado aquí afuera y comer este sandwich de albóndiga realmente superior en un mediodía de verano y ver todos esos diferentes tipos de personas mientras un tipo despacha perros de soja y canta en italiano.

– Um – fue lo mejor que Eve pudo decir con la boca llena mientras trataba de salvar su camisa del camino de un chorro de salsa.

– A veces olvidas de mirar alrededor y darte cuenta y apreciarlo. Tú sabes, la diversidad y todo eso. Cuando me mudé aquí, al principio, pasaba un montón de tiempo caminando y mirando, pero eso pasó. Cuanto tiempo llevas aquí? En la ciudad?

– No lo sé. -Frunciendo el ceño, Eve dio otro mordisco. Ella había salido del hogar de acogida, fuera del sistema al segundo de haber tenido la edad legal. Y había entrado derecho en la Academia, en otra sección del sistema. -Alrededor de doce, trece años, supongo.

– Mucho tiempo. Ya te olvidaste de mirar alrededor.

– U-uh -Eve siguió comiendo pero su atención estaba en un grupò de turistas y en el tipo del aero patín que los rondaba. Hizo un robo limpio, hundiendo los hábiles dedos en dos bolsillos traseros sin perder el ritmo. Las carteras se desvanecieron mientras él daba una elegante vuelta y giraba para alejarse.

Eve simplemente estiró su pierna, golpeándolo en la espinilla y enviándolo en una corta pero graciosa zambullida de cabeza. Cuando terminó de rodar, ella le presionó su bota contra la garganta. Ella masticaba su sandwich mientras la visión de él se aclaraba, luego ondeó su placa frente a él y sacudió un pulgar hacia la uniformada Peabody.

– Sabes, as, no puedo imaginarme si eres estúpido o engreído, levantando billeteras con un par de policías en la audiencia. Peabody, quieres confiscar los contenidos de los bolsillos de este cretino?

– Sí, señor. -Ella se afanó, buscando en la media docena de bolsillos y rendijas de los pantalones sueltos, los tres en la camisa, y sacando diez billeteras.

– Las dos que sacaste de la rendija de la rodilla derecha vienen de ellos. -Señaló hacia los felizmente inconscientes turistas que estaban tomándose holo-fotos el uno al otro. -El tipo de cabello castaño con anteojos de sol, el tipo rubio con gorra de los Strikers. Porque no les evitas un skock y desmayo y se las devuelves antes de llamar a un policía para que se encargue del resto.

– Sí, señor. Teniente, nunca ví el movimiento.

Eve se lamió la salsa de sus dedos. -Nosotras vemos diferentes tipos de cosas, Peabody.



Cuando su ayudante se fue, el ladrón callejero decidió tratar de probar suerte. Pero cuando empezaba a levantarse, Eve lo apretó, cerrándole la tráquea por diez amenazantes segundos. -Ah, ah, ah. -Le negó con un dedo y vació su tubo de Pepsi.

– Dame un respiro, porque no me sueltas?

– Que, como vete y no peques más? Te parece que soy un cura?

– Maldita policía.

– Es cierto. -Ella escuchó a los asombrados turistas recuperar su propiedad con balbuceantes agradecimientos. -Soy una maldita policía. Bonito día, no?

– Yo conduzco. -Dijo Eve cuando esa pequeña parte del almuerzo de trabajo fue liquidada. -Me gustaría llegar a la Central antes que me llegue la jubilación. -Miró su unidad de muñeca. -Y tú podrías ir moviéndote si quieres pescar a Maureen Stibbs y traerla a entrevista.

– Pienso que puedo esperar un día o dos.

Eve la miró cuando se deslizó tras el volante. -Dijiste que estabas lista.

– Lo estoy. Pero, bueno… Tú estás realmente ocupada ahora, y no al ciento por ciento todavía. Necesito que me observes en caso de que me meta en problemas. Puedo esperar hasta que te levantes para eso.

– Estoy levantada hoy, así que no me uses como excusa.

El estòmago de Peabody se encogió. -Si estás segura.

– Tú eres la que debe estar segura. Si lo estás, llevata a Trueheart. Dos uniformes son más intimidatorios que uno en una pesca. Infórmale, y llévalo contigo, luego ponlo de respaldo en la puerta de Entrevistas. El debe decir lo menos posible y mostrarse severo. Tan severo como pueda v erse Trueheart. Toma una patrulla para el trasporte. Usa mi autorización.

– Debo manejar yo o él?

– Déjalo a él. Dile que debe darle a ella una ocasional mirada por el espejo retrovisor. Tú sabes todo el palabrerío. Trata de evitar que llame al abogado demasiado rápido. Sólo vas a hacerle unas pocas preguntas, necesitas aclarar unas cosas. Sabes que ella quiere cooperar como amiga de la víctima y este procedimiento puede traerle a su esposo algún alivio. Blah, blah. Métela adentro y luego empieza a jugar con ella.

– Sólo necesito un favor. Si la empiezo a perder, si me empiezo a equivocar, puedes entrar?

– Peabody…

– Me siento mejor, con más confianza, sabiendo que tengo una red.

– Okay. Si te caes, te atrapo.

– Gracias. -Peabody sacó su comunicador para llamar a Trueheart y ponerlo al tanto de su misión.

Eve fue derecho a su enlace para una conferencia con el primario a cargo del homicidio de Denver. El detective Green era seco e irritable.

A Eve le gustó inmediatamente.

– No sacamos una mierda de los ocupantes anteriores de la habitación. Un par de camareras, el tipo de mantenimiento que arregló el sistema de entretenimiento después una queja de los últimos pasajeros. Estos fueron identificados como Joshua y Rena Hathaway de Cinci

Hizo una pausa, bebió un poco de café. -Tenemos una identificación visual de ella de los discos del hotel, del recepcionista y del personal del lobby. Estamos corriendo una búsqueda de ADN con el cabello atrapado en la rejilla del baño, sólo para terminar de coserla.

– Coserla ahí no el problema. Es embolsarla primero. No se ha contactado con los federales todavía?

Green giraba, resoplaba, bebía. -No veo que sea un jodido asunto para los Feds.

– Usted está tocando mi canció. Tiene un montón de muestras para revisar, Detective. Me parece que puede tomarle algo de tiempo aclarar todo el exceso y determinar si es Du

– Puede. Y esa mierda tiene el hábito de ir tomando casos inesperados de alrededor. Podría demorarse cuarenta y ocho horas de todas formas. Podrían ser setenta y dos si tenemos, digamos, un problemita de equipamiento. Especialmente si estamos siguiendo otras pistas.

– Hay un montón de datos de ella en IRCCA, pero tengo más. Estire ese tiempo todo lo que pueda, y le enviaré todo lo tengo, incluyendo mis notas personales.

– Sucede que soy un lector lento. Y usted sabe que quiere estar segura de tener todo en un bonito envoltorio con un lazo antes de ir a molestar a esos ocupados Feds con cosas superfluas como asesinatos. Cuando esté a punto de hacer esa llamada, la voy a contactar primero y darle algú