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CAPITULO 17

Pirateando a través de la cinta roja con la fineza y la sutileza de una motosierra, Eve encontró el vuelo privado que Julia

Un rápido control le mostró que había algo de verdad en el anuncio de que eran un sólido tercero en los índices, detrás de dos de las compañias de Roarke.

Julia

El dolor de cabeza había regresado, un martillo golpeando en la parte de atrás de su cráneo donde había chocado contra el pavimento. Tenía una desesperada necesidad de una cabezada, lo que le dijo que iba a tener que tomarse un corto descanso pronto o terminaría cayéndose de cara.

– Cual es el nombre del piloto otra vez?

– Es Mason Riggs. -Peadoby giró, dando otra mirada al perfil de Eve. -Si te sintieras bien no te lo olvidarías. Te ves un poco pálida y brillante.

– Que demonios quieres decir? Brillante? -Eve estacionó, estirándose para examinarse en el espejo retrovisor. Maldición, parecía brillar. -Es verano, hace calor. La gente transpira. Y no, no me siento bien. Déjalo así.

– Yo conduciré a la vuelta.

Con una de sus piernas fuera del auto, Eve giró. -Que dijiste?

– Dije, -repitió Peabody, manteniendo valientemente su vida en la línea, -que conduciré de regreso. No deberías estar detrás del volante, y le prometí a Louise que te iba a obligar a tomar un descanso cuando te sintieras mal.

Muy lentamente, Eve se sacó los anteojos oscuros que llevaba como una concesión al resplandor del sol, el dolor de cabeza y la apariencia de su rostro golpeado. El ojo negro sólo agregaba filo a la taladrante mirada. -Obligarme?

Peabody, tragó, pero se mantuvo firme. -No me asustas mucho porque estás pálida y sudas. Así que voy a tomar el volante cuando volvamos. Puedes echar el asiento hacia atrás y dar una cabezada. Señor.

– Te piensas que agregando “señor” al final te vas a salvar de mi considerable furia?

– Tal vez, pero más confío en que puedo correr más que tú en tu actual estado de salud. -Ella levantó dos dedos. -Cuantos ves?

– Los dos que te voy a cortar y meter en las orejas.

– Extrañamente, me alegra escuchar eso, teniente.

Con un suspiro, Eve salió del auto. El ruido aullante fuera del hangar se clavó directamente en su cráneo. Deseando evitarlo, entró y sintiendo que su cabeza explotaba, hizo señas a una mujer que vestía un mono con el logo distintivo de Diamond.

– Estoy buscando al piloto Riggs. -gritó Eve. -Mason Riggs.

– Esa es su nave llegando para su mantenimiento semanal. -La mujer señaló con un pulgar hacia la entrada del hangar. -El debe estar por ahí esperando a su bebé o en el salón de descanso.

– Donde está el salón de descanso?

– Segunda puerta a la izquieda. Lo siento, pero el hangar y el salón de descanso son áreas sólo para empleados. Si quiere puedo llamarlo para usted.

Eve sacó su placa. -Voy a llamarlo con esto. Okay?

– Seguro. -La mujer levantó sus manos enguantadas, palmas afuera. -No pueden estar aquí sin protectores para los oídos. Es contra las reglas de seguridad. -Ella rebuscó en una caja, y sacó dos pares de protectores. -Es mortal sin ellos.

– Gracias. -Eve se los puso e inmediatamente se sintió aliviada del aullante ruido.

Se dirigió hacia adentro. El hangar tenía tres naves en ese momento, cada una cubierta por un enjambre de mecánicos que empuñaban herramientas de aspecto complicado o mantenían conversaciones en lenguaje de señas.

Ella divisó dos pilotos uniformados, un hombre, una mujer, y cruzó hacia el corazón del hangar. El ruido era como una ola zumbando a través de los protectores, y había olor a combustible, a grasa, y algún condimentado sandwich de albóndiga.

El último hizo que su estómago se levantara y suplicara. Ella tenía debilidad por las albóndigas.

Ella tocó al piloto masculino en el hombro. Era apuesto como una estrella de videos, con la piel color caramelo patrimonio de la raza mezclada, suave y firme sobre huesos afilados.

– Riggs? -Ella lo moduló lentamente, y luego mostró su placa cuando él asintió. Y ante su educada y desconcertada mirada, ella hizo gestos hacia el salón de descanso.

El no parecía complacido, pero cruzó el hangar rápidamente, empujó la puerta y la mantuvo abierta. Al momento en que estuvo adentro se sacó los protectores de los oídos, depositándolos en un contenedor.

– Ese es mi vuelo. Tengo que llevarlo a los controles de seguridad en veinte minutos. Tengo un vuelo.

Eve se secó sus propios protectores. No había escuchado una palabra de lo que él había dicho, pero entendió el punto. El arqueó una ceja al ver la condición del rostro de ella.

– Se dió contra una puerta, teniente?

– Justo estaba esperándola.

– Parece doloroso. Cual es el problema?





– Usted hizo un vuelo privado anoche, a Denver, regresando esta mañana. Juliet Darcy.

– Puedo verificar el registro, pero no puedo analizar a los clientes. Es un asunto privado.

– No me venga con todas las reglas aquí, Riggs, o no va a hacer su próximo vuelo.

– Mire, señorita…

– No soy una señorita, soy policía. Y este es una investigación policial. Su cliente fue a Denver anoche, ordenó una bonita cena al servicio de habitaciones, probablemente dio una buena dormida. Esta mañana asesinó a un hombre llamado Spencer Campbell en su habitación del hotel, tomó un taxi de regreso al aeropuerto, saltó a su vuelo y usted la regresó a New York.

– Ella asesinó a alguien? La Señora Darcy? No puede hablar en serio.

– Quiere ver que tan seria soy? Podemos seguir con esto en la Central.

– Pero ella… Necesito sentarme. -Lo hizo, desplomándose en una amplia silla negra. -Creo que usted tiene a la mujer equivocada. La Sra. Darcy era encantadora y refinada. Ella sólo fue a Denver a pasar la noche para acudir a una función de caridad.

Eve extendió una mano. Peabody le puso una foto en ella. -Esta es la mujer que usted conoce como Juliet Darcy?

Era una imagen tomada del disco encontrado en Daily Enterprises y que concordaba con la imagen enviada por la seguridad del hotel.

– Sí, esa es… Jesús. -Se secó la gorra, pasándose los dedos por el cabello. -Esto es increíble.

– Estoy segura de que Spencer Campbell sintió lo mismo. -Eve se sentó. -Dígame sobre el viaje.

Una vez que él se decidió a cooperar, ella no pudo detenerlo a menos que le disparara con el laser. El había sido convocado para llenar algunos blancos y como resultado Eve estaba obteniendo un reporte completo del viaje.

– Ella era extremadamente educada. -Riggs bajó su segunda taza de café. -Pero amistosa. Yo había notado por el registro que había insistido en ir sola. Ningún otro pasajero yendo o viniendo. Cuando abordó, pensé que parecía como alguien famoso. Llevamos a muchas celebridades, y celebridades menores, los que insisten en viajar solos, pero que no quieren el problema o el gasto de tener y mantener u

– Yo no creo que fuera amistosa. -La camarera, Lydia, sorbió de una botella de agua. Ya estaba vestida para su vuelo, perfectamente arreglada en su traje de uniforme con un toque militar de trenzas doradas.

– Y que cree que era? -contrarrestó Eve.

– Una snob. No es que no fuera agradable, pero era una fachada. Tenía un tono, de señora a sirvienta, cuando hablaba conmigo. Ofrecemos caviar y champagne con un plato de frutas y quesos para nuestros pasajeros de primer nivel. Hizo una pequeña cuestión por la marca del champagne. Dijo que nunca íbamos a subir a Platino o Cinco estrellas en el índice si no modernizábamos nuestro servicio.

– Vió si hizo o recibió alguna transmisión durante el vuelo?

– No. Trabajó un poco en su computadora, volviéndola para yo no pudiera ver la pantalla, como si importara, cuando volví a la cabina a ofrecerle café antes de aterrizar. Me llamaba por mi nombre cada vez que me hablaba. Lydia esto, Lydia aquello. En la forma que lo hace la gente cuando quieren que pienses que son cálidos y amistosos, pero es de alguna forma insultante.

– Ella me pareció perfectamente agradable a mi. -Cortó Riggs.

– Tú eres hombre. -Lydia hizo el comentario calmado y bajo. Y Eve decidió que debía ser un as en su trabajo.

– Como fue el regreso esta mañana? De que humor estaba?

– Realmente despierta. Feliz, radiante, relajada. Me imaginé que había ligado la noche anterior.

– Lydia!

– Oh, Mason, sabes que pensaste lo mismo. Tomó el desayuno completo: huevos Benedict, medialunas, mermelada, frambuesas, café. Comió como un atleta y lo bajó con dos mimosas. Seleccionó música clásica, y mantuvo la luz de privacidad apagada. Yo puse la pantalla con los reportes matutinos de los medios, pero ordenó que la apagara. Un poco molesta, también. Ahora sabemos porque. Ese pobre hombre.

– Cuando ella dejó la nave, tenía un transporte esperando?

– Entró en la terminal. Me palmeó alegremente en ese momento. -Lydia sacudió la cabeza. -Alguien tan presuntuoso como ella usualmente tiene un auto esperando en el área de transporte privado. Pero fue adentro.

Y atravesó la terminal, pensó Eve, donde podía salir y tomar un buen número de opciones de transporte. Taxi, autobús, tranvía, auto privado, incluso el maldito subterráneo. Y en efecto, desaparecer.

– Gracias. Si recuerdan algo más, contáctenme en la Comisaría Central.

– Espero que la pesque. -Lydia le dio a Eve una mirada comprensiva mientras observaba su rostro. -Eso duele?

Otra vez afuera, Eve se masajeó la nuca dolorida. -Vamos a volver a la Central, ver lo que los policías de Denver levantaron. Ya que verificamos que es Du

– No podemos dejar que ellos se hagan cargo.

– Desearía poder decir que se la entrego en una bandeja si ellos pueden agarrarla, pero estaría mintiendo. La quiero yo. -Dio un largo suspiro. -Estoy contando con que Denver esté dispuesto a ocultar la identificación por unos pocos días.

Eve pescó los anteojos de sol de su bolsillo y se los puso. Inmediatamente se sintió mejor. -Porque no conduces, Peabody? Quiero descansar un poco.