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– Lo apreciaría.

– Campbell era uno de los buenos. Un artículo genuino. Embólsela, teniente, y puede contar con Denver para ayudarla a coserla para que no pueda rezumar su encanto otra vez.

Cuando completó la transmisión de datos a Green, Eve abandonó su escritorio, y caminó hacia la ventana. Se enfocó en la ventana del edificio cruzando la calle.

Horas de tiempo en disco, había dicho Julia

Amoldando una cadera en el estrecho borde, dejó que su mente se limpiara y vaciara mientras observaba el frenético tráfico aéreo. Y el borroso movimiento de los rumbosos condominios de la playa de Jersey.

Había ido a la playa de Jersey una vez con Mavis para un muy extraño, muy borracho fin de semana. Mavis tenía reminiscencias sentimentales sobre trabajar a los turistas un verano, levantar algo de dinero. Sólo un par de años antes Eve la había pescado por hacer lo mismo en Broadway.

Ese era un lazo, pensó Ëve. Si ella tenía alguna clase de hermana, esa era Mavis.

Mavis cambiaba su apariencia más a menudo que el adolescente masculino medio cambiaba su ropa interior. Julia

O tal vez eso parte del asunto. Era esa exploración femenina una de las cosas que siempre había desconcertado a Eve, lo de reinventarse a si misma, experimentar nuevos aspectos. Para atraer a alguien? Tal vez, tal vez, reflexionó mientras se ponía a pasear. Pero tenía que haber más, algo satisfactorio para ella primero. Una persona podía mirarse al espejo y encontrarse nueva, fresca, diferente.

Cuando la habían recargado con cabello, realces y tratamientos, Eve había sentido que su espacio personal, y su control sobre sí misma era violado. Pero eso ocurría porque ella era lo opuesto a lo que en verdad era la mayoría de las personas. Ellas amaban tener todo enfocado en si mismas, en su apariencia.

Julia

Se arriesgaría para darse a si misma esa satisfacción aquí? No en la ciudad, decidió Eve. No sería tan tonta para arriesgarse a exponerse con una consultora de belleza en la misma piscina donde asesinaba. Donde su cara estaba plasmada sobre todas las pantallas.

No, estaban girando en falso buscando ahí.

La gente que trabajaba con caras, rasgos y cabellos, y cuerpos tomaban notas de caras, rasgos y cuerpos. Cuantas veces había escuchado a Mavis y a la terrorífica experta Trina cotilleando sobre esta y aquella otra.

Eve no dudaba que Julia

Y sería por todo lo alto.

Europa, decidió Eve. Continuaba controlando todos los mejores salones y centros de Spa en la ciudad, pero el dinero de ella estaba en Paris o Roma.

– Computadora. -Chasqueó hacia el escritorio. -Correr una búsqueda global de salones de belleza, spas y centros de tratamiento. Listar los veinte mejores. No, mejor los cincuenta mejores. A lo ancho del mundo.

trabajando…

– Búsqueda secundaria. Compañías de transporte cinco estrellas que tengan servicio entre New York y Europa.

búsqueda secundaria adquirida. Trabajando…

– Okay, merece el tiro. -Controló su unidad de muñeca. -Cuando la búsqueda esté completa, guardar datos en disco duro, copias y guardar el mismo en disco.

recibido…

Satisfecha con un nuevo hilo para tirar, Eve hizo una rápida llamada con el enlace y luego salió para mantener la promesa hecha a Peabody.

En el camino, barajaba sus notas mentales. Veneno, pensó mientras trepaba a un deslizador. Personal y distante, tradicionalmente era más un arma femenina que cuchillos y porras.

Matar sin contacto. Eso era importante para Julia

Ella había dicho que era degradante para ambas partes, recordó Eve. Penetrando. Abriendo.





No, ella nunca usaría un cuchillo, hundirlo en la carne era demasiado parecido al sexo.

Otra diferencia entre nosotras, pensó Eve antes de poder evitarlo. Luego se limpió las manos repentinamente húmedas en los pantalones.

Tú mataste. -La voz de Julia

No por placer, se recordó Eve. No por beneficios.

Ella había cobrado su primera vida a la edad de ocho años. Ni Julia

Sintiéndose levemente descompuesta, Eve se frotó la cara con las manos.

– Entrevista C.

Cuando saltó del deslizador, McNab la aferró del codo. -Hey, lo siento. No quería sobresaltarte. Venía detrás de ti. Pensé que me habías oído.

– Estaba pensando. Que estás haciendo en esta sección?

– Quería ver un poco a Peabody en acción. No le dije nada a ella para no distraerla. Pero pensé que podía meterme en observación por diez o quince minutos. Está todo bien contigo, teniente?

– Sí, seguro. McNab?

– Señor?

Ella comenzó a hablar, y luego sacudió la cabeza. -Nada.

Fueron por un estrecho corredor pasando por un par de severas puertas grises que daban a un depósito temporario y entraron en Observación.

El lugar era poco más que otro corredor, y enfrentaba un vidrio de dos vías. No había sillas. La luz era escasa y deprimente y olía a una obsesiva loción para después de afeitar de pino o a un limpiador con esencia de pino. De ambas formas, el aire olía como un bosque.

Hubieran podido elegir por una de las tres confortables habitaciones con pantalla que había en esa sección, donde había sillas, un AutoChef que operaba con créditos, y equipamiento que les hubiera permitido escuchar y ver la entrevista.

Pero Eve consideraba que esas comodidades mantenían al observador demasiado alejado y distanciado. Ella prefería el vidrio.

– Quieres que te consiga una silla o algo?

Distraída, miró hacia McNab. -Que?

– Tú sabes, una silla, en caso de que te canses de estar parada.

– Caramba, McNab, estamos en una cita?

El hundió las manos en los bolsillos y frunció el ceño. -Hombre, trata de ser considerado porque alguien le partió la cabeza y le hinchó la cara y mira como te tratan.

Ella se había olvidado del estado de su rostro, y se sintió molesta porque se lo recordaban. -Si necesito una silla, puedo conseguirla sola. Pero gracias.

Cuando la puerta se abrió del otro lado del vidrio, él resplandeció. -Aquí está ella. Ve por ella, bebé.

– Oficial bebé. -corrigió Eve y se instaló a mirar el show.