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Entró sin apuro, meneando desenfadadamente sus caderas, luego se dejó caer en una silla y tamborileó sus dedos en la mesa. Eve notó las pulseras con sensores en ambas muñecas y tobillos.

Miller podía haber sido un cretino, pero sin embargo no era tan estúpido como parecía, para darle oportunidades a un caso difícil como Sanchez. Al asentimiento de Eve, la guardia se retiró al otro lado de la puerta.

– Fumas? -preguntó Sanchez en una voz rasposa y musical.

– No.

– Mierda. Me sacaste de mi tiempo recreacional matutino y no fumas?

– Estoy realmente apenada por arruinar su partido diario de tenis, Sanchez.

– Mierda. Yo juego round ball. -Se hizo hacia atrás, estirando el cuello para ver bajo la mesa. -Tienes un montón de piernas pero igual podría azotarte el culo en la cancha.

– Vamos a encontrar tiempo para hacer un partido uno de estos días, pero ahora estoy aquí por Julia

– No las llamamos jaulas por aquí. -dijo con una mueca. -Las llamamos áreas personales. Jodidas áreas personales. Miller es un imbécil.

Eve no estaba segura de lo que quería decir que ella y Sanchez tuvieran ese básico punto de acuerdo. – De que hablaban tú y Du

– No voy a darles nada a los policías. Oh, espera, voy a darle algo a la policía. -Ella levantó su dedo medio.

– Apuesto que tienen un salón de belleza en este club de campo. Te hiciste una manicura. Tú y Du

– Yo no le decía nada a ella, ella no me decía nada a mí. La puta se creía que era mejor que todas.

– No te gusta ella, y tampoco a mí. Podemos empezar desde ahí.

– Me gusta más ella que los policías. Se rumorea que liquidó a un rico viejo bastardo en New York. Porque debería importarme eso?

– Ella está afuera y tú no. No es suficiente?

Sanchez examinó sus uñas como si efectivamente contemplara esa manicura. -No me pela el culo donde está ella, pero apuesto que el tuyo está ardiendo.

– Supongo que crees que Julia

Sanchez resoplo por la nariz. -Ella se cree que lo es.

– Demasiado lista para un policía? Soy una de los policías que la puso aquí.

Una sonrisita se insinuó en la esquina derecha de la boca de Sanches. -No pudiste mantenerla aquí.

– Ese no es mi trabajo. -Eve se echó hacia atrás. -Vas a estar adentro otros diez o quince años por tu afición a clavar implementos afilados en areas sensitivas de la anatomía de otra gente.

– No hice nada que esos hijos de puta no trataran de hacerme a mí. Las mujeres tienen que defenderse por su cuenta en este malo, malo mundo.

– Tal vez, pero tú no vas a respirar el aire de este malo, malo mundo por un tiempo, más considerando que tu registro aquí no te va a ganar la corona de Miss Simpatía o enviarte hacia una liberación anticipada por buena conducta.

– Que mierda me importa? En un lugar como este, puedes hacer un centavo parándote de cabeza y rascándote el culo.

– Puedes traer cónyuges aquí, Sanchez?

Sus ojos centellearon. -Seguro. Parte del jueguito de rehabilitación. Debes mantener la máquina en forma, cierto?

– Pero tú tienes tendencias violentas. Y a esas sólo les traen droides para jugar. Puedo regatear para ti un acompañante autorizado. Un auténtico cuerpo cálido para una noche de romance. Un intercambio.

– Quieres joder conmigo?

– No, pero puedo traerte a un profesional que lo haga si me das algo que pueda usar. Con quien hablaba ella, a quien usaba. Que es lo que sabes?

– Quiero un tipo grande, de buena pinta, que pueda mantener su miembro duro hasta que yo diga basta.

– Dime algo que quiera escuchar, y te voy a traer un conyuge, el resto depende de ti. Julia

Era elegir entre sexo real y clavar a un policía. Sanchez eligió el sexo real. -Puta. Jodida gringa reina de belleza de Texas. Se guardaba para si misma todo lo que podía. Trataba a las guardias como si fueran maestras de la escuela de domingo. Si, señora, gracias, señora. Te hacía querer vomitar. Ellas se deleitaban con eso, le daban privilegios extra. Ella metía fichas adentro. Engrasaba manos, le pagaba a algunas de las lesbos para dejarla afuera. Pasaba el tiempo libre en la biblioteca o el gimnasio. Tenía a Loopy como su puta. No en un sentido de sexo, más como una mascota.

– Y Loopy sería?

– Lois Loop, una basura adicta, le dieron veinte por enfriar a su viejo. Tenía la jaula del otro lado de la puta. La escuché hablando a veces. -Sanchez se encogió de hombros. -Le prometió a Loopy ponerla en un lugar cómodo cuando pudiera salir, dijo que tenía un montón de dinero y un bonito lugar para vivir. Texas, tal vez.

– Planeaba regresar a Texas?

– Dijo que tenía asuntos en Dallas. Negocios sin terminar.

Eve lo dejó cocinarse en su cerebro, y envió por Lois Loop.

No necesitaba de la descripción de Sanchez. La mujer tenía la piel como desteñida por lejía, el pelo descolorido, y los ojos rosados de conejo de los adictos perdidos. La droga tenía el efecto lateral de erradicar los pigmentos. La desintoxicación podía devolverlos, pero no podía reestablecer los colores.

Una mirada a las pupilas contraídas le dijo a Eve que la desintoxicación no había sido muy buena tampoco.

– Toma asiento, Loopy.

– La conozco? Yo no la conozco.

– Toma asiento de todas formas.

Comenzó a avanzar hacia la mesa, con movimientos mecánicos. Donde quiere que ella hubiera conseguido su solución, pensó Eve, no había sido una reciente.





– Tu dosis, Loopy? Cuanto hace desde que la conseguiste?

Loopy lamió sus labios blancos. -Tomé mi sintético diario. Parte de la desintoxicación. Es la ley.

– Sí, claro. -Eve se inclinó. -Julia

– Julia

– Sí, nos conocimos tiempo atrás.

– Ella regresó al mundo?

– Así es. Se mantuvo en contacto?

– Cuando usted la vea, dígale que ellos deben haber robado las cartas, porque no recibí ninguna y ella me las prometió. Tenemos permitido recibir cartas.

– De donde venían las cartas?

– Ella iba a escribir y decirme donde estaba, y cuando yo regrese al mundo, voy a ir ahí también. -Sus músculos temblaban mientras hablaba, como si no estuviera conectados a la carne y los huesos. Pero sonreía serenamente.

– Dime donde fue ella y la voy a encontrar para ti. Le voy a contar de las cartas.

– Tal vez está aquí, tal vez está allá. Es un gran secreto.

– Nunca fuiste a New York, antes?

Los ojos perdidos se agrandaron. -Se lo dijo?

– Como te dije, nos conocemos. Pero New York es un lugar muy grande. Me va a ser difícil encontrarla si no tengo una dirección.

– Ella tiene una casa, toda suya. En algún lugar. Y tal vez iba a hacer algún viaje. Iba a venir a visitarme cuando viniera de Chicago.

– Cuando iba a volver?

– Alguna vez. Ibamos a ir de compras. New York, Chicago, New L.A. -Ella cantaba las ciudades, como un niño cantando una canción de cuna. -Dallas y Denver. Como los vaqueros.

– Dijo algo sobre la gente que iba a ver? Viejos amigos o nuevos? Dijo los nombres, Loopy.

– Quería olvidar a los viejos conocidos. Vamos a hacer una fiesta para Año Nuevo. Con pastel. Conoce al hombre hueso?

– Tal vez.

– Ella me leía todo tipo de cosas sobre el hombre hueso. El vive en un palacio de la ciudad. Tiene mano verde y las flores salen de ellas. Ella iba a visitarlo.

Pettibone, pensó Eve. Primer golpe. -A quien más iba a visitar?

– Oh, el hombre oveja y el vaquero y el tipo de Dallas. Tenía que ver gente, ir a lugares.

– Cuando ella te leía sobre el hombre hueso, donde estaban?

– Es un secreto. -susurró ella.

– Puedes decírmelo. Julia

– Y la droga. -dijo Loopy en un susurro. -Me iba a traer la droga.

– Se lo voy a decir, pero debes decírmelo primero.

– Ok-. Ella tiene una pequeña computadora en su jaula. Una que cabe en su mano. Podía hacer su trabajo en ella. Siempre tenía un montón de trabajo que hacer.

– Apuesto a que lo tenía.

– Ella te envió para verme? Te envió con droga? Siempre me traía droga, pero ahora no consigo.

– Voy a ver que puedo hacer por ti.

Eve la miró, el espástico temblor de sus músculos, la piel fantasmal. Rehabilitación, pensó. Madre de Dios.

Para el momento en que se reencontró con Feeney, Eve estaba echando vapor. Cada entrevista había agregado algo al cuadro de Julia

– Como si ellos fueran malditos sirvientes. -explotó Eve. -Y éste su maldito castillo. No podía salir, pero ciertamente organizó lo que quería hacer desde aquí. Un jodido computador personal, Feeney. Cristo sabe lo que envió o recibió en él.

– Tengo al zángano de oficina que trabajó sobre su autorización. -agregó. -Puedo garantizar que estaba llena de transmisiones autorizadas desde las unidades de este complejo. Tenía rienda suelta.

– Si conseguimos una orden de secuestro, puedes rastrearlas?

– Ya me pongo en eso. Podría ser escupir en el viento, pero podemos ir a través de cada una de ellas, ver si dejó una marca. Hablando con su controlador, disculpame, su consultor emocional para una buen reintegro. - Sus labios se fruncieron ante el término como si estuviera chupando una rodaja de limón.- Tiene un trauma de niñez temprana, interpretando este bonito término como asesinar en un parpadeo, decaimiento, contrición, y Cristo sabe. Todo agregado al convencimiento general de que Du

– No sería raro que consigamos la misma canción de su OP. Vamos a dar la vuelta y verlo, Chequear con los locales, e irnos al diablo de Chicago. -Lanzó un suspiro. -Hay algo mal conmigo, Feeney, que miro este lugar y veo una enorme pila de mierda siendo volcada en los contribuyentes?

– Debe ser la misma cosa que está mal conmigo.

– Algunos pueden cambiar, pueden volver por si mismos. O ser ayudados a volver. Las prisiones no son sólo almacenes. No deberían serlo.