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Susa

"Lady Whistledown," prosiguió Letitia, con ojos centelleantes, "te trató amablemente durante todo el horrible episodio con Clive el verano pasado. De hecho, ella debió ser la única londinense que lo hizo. Por ello, si no por nada más, no la menospreciaré nunca. "

Los labios de Susa

Letitia simplemente se encogió de hombros, obviamente no queriendo ponerse sentimental. "No es nada," dijo ella, su airoso tono desmentido por su leve sorber de mocos. "Pero creo que deberías aceptar la oferta del conde en cualquier caso. Aunque solo sea por restaurar tu popularidad. Si un baile con él pudo hacerte aceptable otra vez, piensa lo que un día entero de patinaje hará. Seremos asaltadas por las visitas de los caballeros. "

Susa

"No puedo," dijo a Letitia, levantándose tan repentinamente que su silla casi se cayó. "Sencillamente no puedo. "

Sus excusas fueron enviadas al conde una hora más tarde.

Exactamente sesenta minutos después de que Susa

Susa

"¡Guau! " exclamó ella.

"Se ha hecho usted daño, señorita Ballister? " preguntó el mayordomo cortésmente.

Susa

Y ahora él estaba allí.

¿Trataba de torturarla?

Sí, pensó Susa

"¿Puedo informarlo de que usted lo verá en un momento? " preguntó el mayordomo.

Susa

Cuando entró en la sala, el conde se apoyaba contra el marco, mirando por la ventana, su postura orgullosa y perfecta como siempre. "Señorita Ballister," dijo él, dándose la vuelta para enfrentarla, "estoy encantado de verla. "

"Er, gracias," dijo ella.

"Recibí su nota. "

"Sí," ella dijo, tragando nerviosamente mientras se dejaba caer en una silla, "eso pensé. "

"Me sentí decepcionado. "

Ella levantó rápidamente la mirada hasta su rostro. Su tono era tranquilo, serio, e incluso había algo en él que insinuaba emociones más profundas. "Lo siento," dijo ella, hablando despacio, tratando de medir sus palabras antes de pronunciarlas en voz alta. "Nunca quise herir sus sentimientos. "

Él comenzó a andar hacia ella, pero sus movimientos eran lentos, casi predadores. "¿No quería? " murmuró él.

"No. " Contestó ella rápidamente, ya que era la verdad. "Desde luego que no. "

"¿Entonces por qué," preguntó él, sentándose en la silla más cercana a la de ella, "se negó usted? "

No podía decirle la verdad – que no había querido ser la muchacha que había sido abandonada por dos Ma

¡Cielos!, ¿que podría ser más embarazoso que esto ?

"¿No tiene entonces ninguna buena razón? " dijo el conde, con una de las esquinas de su boca ligeramente ladeada, aun cuando sus ojos nunca abandonaron su cara.

"No soy buena patinadora," balbució Susa

"¿Eso es todo? " preguntó él, descartando su protesta con un caprichoso fruncimiento de sus labios. "No tema. Yo la sostendré. "

Susa

"Yo… ah… "

"Excelente," declaró él, poniéndose de pie. "Entonces está arreglado. Seremos pareja en la reunión de patinaje. Si se levanta le daré su primera lección ahora. "

Él no le dio demasiada opción sobre el tema, tomando su mano y tirando de ella hacia arriba hasta ponerla de pie. Susa

Letitia.

La pequeña y furtiva casamentera. Iba a tener que tener una severa conversación con su hermana después de que Renminster finalmente se marchara. Letitia aún podría amanecer con todo su pelo cortado.

Y hablando de Renminster, ¿qué había dicho? Como la experta patinadora que era, Susa

"El secreto del patinaje," dijo él (algo pomposamente, en opinión de Susa

Ella batió sus pestañas. Siempre había pensado que las mujeres que agitaban sus pestañas parecían un poco débiles, y ya que ella trataba de aparentar que no tenía ni idea sobre lo que hacía, pensó que este podría ser un toque eficaz. "¿Las rodillas, dice usted? " preguntó.

"En efecto," contestó él. "La flexión de las rodillas. "

"La flexión de las rodillas," repitió ella. "Imagíneselo. "

Si él notó el sarcasmo bajo su fachada de inocencia, no dio ninguna indicación. "En efecto", dijo otra vez, haciéndola preguntarse si quizás ésta no fuera su expresión favorita. "Si usted trata de mantener sus rodillas rectas, nunca conseguirá mantener el equilibrio. "

"¿Así? " preguntó Susa

"No, no, señorita Ballister," dijo él, mostrando la posición correcta adoptándola él mismo. "Más bien así. "

Él parecía extraordinariamente absurdo intentando patinar en medio del salón, pero Susa

"No lo entiendo," dijo ella.

Las cejas de David se fruncieron debido a la frustración. "Venga aquí," dijo él, moviéndose hacia un lado del cuarto donde no había ningún mueble.

Susa

"Así," dijo él, tratando de moverse a través de los pulidos suelos de madera como si realmente estuviera sobre patines.

"No parece que se…deslice," dijo ella, su cara era un perfecto retrato de inocencia.

David la miró con recelo. Ella parecía casi demasiado angelical, allí mirándolo ponerse en ridículo. Sus zapatos no tenían cuchillas bajo ellos, desde luego, por lo que no se deslizaron en absoluto sobre el suelo.

"¿Por qué no lo intenta otra vez? " preguntó ella, sonriendo casi como la Mona Lisa.

¿"Por qué no lo intenta usted? " respondió él.

"Oh, yo no podría," dijo ella, sonrojándose modestamente. Excepto – él frunció el ceño -que no se había sonrojado. Tan solo inclinaba su cabeza ligeramente hacia abajo de un modo tan vergonzoso que debería haber sido acompañado por un rubor.

"Se aprende practicando," dijo él, determinado a hacerla patinar aunque muriera en el intento. "Es la única forma. " Si él se iba a poner en ridículo, por Dios, que ella también.

Ella ladeó la cabeza ligeramente, pareciendo como si considerara la idea, y entonces simplemente sonrió y dijo, "No, gracias. "

Él se acercó a su lado. "Insisto," murmuró resueltamente, situándose solamente un poquito más cerca de lo que era apropiado.

Sus labios se entreabrieron de la sorpresa al tomar conciencia de él. Bien. Él quería que ella tomara conciencia de él, aún si ella no entendía lo que esto significaba.

Moviéndose hasta quedar ligeramente detrás de ella, él colocó sus manos en su cintura. “Inténtelo de esta forma," dijo él suavemente, sus labios escandalosamente cerca de su oído.

"Mi… -milord," susurró ella. Su tono sugirió que ella había tratado de gritar la palabra, pero que careció de la energía, o quizás de la convicción necesaria.

Era, desde luego, completamente impropio, pero como él planeaba casarse con ella, no vio realmente ningún problema.

Además, él disfrutaba bastante seduciéndola. Incluso aunque – no, sobre todo porque – ella ni siquiera se daba cuenta de lo que estaba sucediendo.

"Así," dijo él, su voz casi convertida en un susurro. Ejerció un poco de presión sobre su cintura, para obligarla a avanzar como si estuvieran patinando como pareja. Pero por supuesto ella tropezó, ya que sus zapatos no se deslizaron sobre el suelo, tampoco. Y cuando ella tropezó, él tropezó.

Para su eterna consternación, sin embargo, de alguna manera lograron permanecer sobre sus pies, y no terminar en un enredo sobre el suelo. Lo que había sido, desde luego, su intención.