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- Tranquila. Pasé el examen la semana pasada. Chica, tenéis un sistema ridículo y peligroso.

- No, qué va -protesto.

- El cambio de marchas es un invento diabólico. Y mejor no hablar de vuestras normas de giro a la derecha.

No puedo creérmelo. Se lo tenía muy calladito; no me había dicho una palabra de coches, de clases de conducción ni de nada.

- Pero.. . ¿por qué? -le suelto.

- Alguien me dijo una vez -explica muy serio- que si piensas vivir en un país, durante el tiempo que sea, debes involucrarte a fondo en él. ¿Qué mejor manera que aprender a conducir en ese país? Bueno, ¿vamos o no?

Abre la puerta con un gesto galante y yo, todavía pasmada, me instalo en el asiento del pasajero. Es un coche elegante de verdad. Ni siquiera me atrevo a apoyar las rosas para no arañar los revestimientos de cuero.

- También he aprendido todos los insultos británicos -añade en cuanto arranca-. ¡Mueve el culo, merluzo! -dice imitando el acento cockney. A mí se me escapa la risa.

- Muy bien -asiento-. ¿Y qué tal: «¡Ni se te ocurra, mamón!»?

- A mí me dijeron: «¡Te vas a enterar, mamón!» ¿Me han informado mal?

- No, también está bien. Pero tienes que pulir el acento. -Lo observo mientras cambia de marcha con destreza y deja atrás un autobús-. Aunque no acabo de entenderlo. Este coche es muy caro. ¿Qué piensas hacer con él cuando.. . ? -Me interrumpo justo a tiempo y finjo una tos.

- ¿Cuando qué? -Podrá estar conduciendo, pero no se le escapa una, como de costumbre.

- Nada. -Bajo la cabeza hasta hundirla casi entre las flores. Iba a decir: «Cuando vuelvas a Estados Unidos.» Pero ése es un asunto del que no hablamos.

Se hace un silencio. Me lanza una mirada críptica.

- ¿Quién sabe lo que haré?

Mostrarle la oficina no nos lleva mucho tiempo. En realidad, a las 9.05 ya hemos terminado. Ed examina cada detalle con atención y todo le parece fantástico. Me da una lista de contactos que podrían serme útiles y luego se marcha a su oficina. Al cabo de una hora, justo cuando estoy poniendo las rosas en un jarrón que he corrido a comprar, aparecen mis padres, también con flores y una botella de champán (y una caja de clips: una bromita de papá).

Aunque acabo de enseñarle el despacho a Ed, y aunque sea una sola habitación con una ventana, un tablón de anuncios, dos puertas y dos mesas, no puedo dejar de sentir un hormigueo de satisfacción mientras se lo muestro todo. Es mío. Mi despacho. Mi propia empresa.

- Es muy elegante. -Mamá se asoma a la ventana-. Pero, cariño, ¿seguro que puedes permitírtelo? ¿No te habría convenido quedarte con Natalie?

Por favor.. . ¿Cuántas veces tendré que explicarles que mi ex mejor amiga era una víbora odiosa y sin escrúpulos?

- Me conviene más trabajar por mi cuenta, mamá. De verdad. Mira, éste es mi plan de negocios.

Le tiendo un documento encuadernado tan chulo que casi no puedo creer que lo haya preparado yo. Cada vez que le echo un vistazo siento un espasmo de excitación. Si consigo que Consultoría Mágica sea un éxito, mi vida estará completa.

Se lo he dicho esta mañana a Sadie mientras leíamos un artículo sobre ella en el periódico. Se quedó un momento en silencio y, para mi sorpresa, se puso de pie con un brillo extraño en los ojos y dijo: «¡Soy tu ángel de la guarda! Yo me encargaré de que sea un éxito.» Y desapareció sin más. Así que sospecho que anda tramando algo. Espero que eso no incluya más citas a ciegas.

- ¡Impresionante! -dice papá, hojeando el plan.

- Ed me ha dado algunos consejos -admito-. También me ha ayudado mucho en el asunto del tío Bill. Me echó una mano para redactar la declaración. Y la idea de contratar a un publicista para manejar a la prensa fue suya. Por cierto, ¿has visto el artículo que publica hoy el Daily Mail?

- Ah, sí -murmura débilmente, intercambiando una mirada con mamá-. Lo hemos leído.

Si digo que mis padres se han quedado turulatos con todo lo que ha pasado me quedaría corta. Nunca los había visto tan pasmados como cuando me presenté de improviso en su casa y les dije que el tío Bill quería hablar con ellos. Y más todavía cuando me volví hacia la limusina y dije: «Vamos, entra», haciendo un gesto con la mano. Entonces el tío Bill se apeó sin decir palabra e hizo lo que yo le había pedido.

Mis padres se quedaron sin habla. Como si yo tuviera monos en la cara o algo así. Incluso cuando el tío Bill ya se había ido y les dije: «¿Alguna pregunta?», ellos no abrieron la boca. Permanecieron en el sofá mirándome, atontados y maravillados a partes iguales. Incluso ahora, cuando ya se han relajado un poco y la historia se ha hecho pública y ha dejado de ser una conmoción, siguen mirándome asombrados.

Bueno, ¿y por qué no? He estado impresionante, aunque quede mal decirlo. Yo misma me he encargado, con ayuda de Ed, de ponerlo todo al descubierto ante los medios. Y ha salido perfecto, al menos desde mi punto de vista. Quizá no desde el del tío Bill y la tía Trudy. El día que se publicó la historia, la pobre se fue a Arizona e ingresó de modo indefinido en un balneario. A saber si volveremos a verla.





Diamanté, por su parte, ha sacado partido del asunto. Ya ha hecho una sesión de fotos para la revista Tatler, en las que posa igual que Sadie en el cuadro, y está valiéndose de todo el alboroto para publicitar su marca. Lo cual es de pésimo gusto, por cierto, pero también bastante inteligente. No puedo dejar de admirarla por su caradura. O sea, tampoco es culpa suya que su padre sea un gilipollas, ¿no?

Me gustaría que Diamanté y Sadie se conocieran. Estoy segura de que congeniarían. Tienen mucho en común, aunque seguramente las dos se horrorizarían ante la mera idea.

- Lara. -Papá se acerca. Parece incómodo y no cesa de echarle miraditas a mamá-. Queríamos hablar contigo de la tía Sadie.. . -Carraspea.

- ¿Sobre qué?

- Sobre el funeral -precisa mamá, bajando la voz.

- Exacto -confirma papá-. Teníamos intención de sacar el tema hace días. Obviamente, una vez que la policía se ha asegurado de que la pobre no fue.. .

- .. . asesinada -lo ayuda mamá.

- Eso es. Una vez cerrado el caso, la policía la ha.. . liberado.. . es decir.. .

- Los restos -susurra mamá.

- ¿No lo habréis hecho ya? -Siento un acceso de pánico-. Decidme por favor que no habéis celebrado el funeral.. .

- ¡No, no! En principio estaba previsto para este viernes. Pensábamos decírtelo en algún momento.. .

Ya, vale.

- Pero eso era antes -añade mamá.

- Exacto. Evidentemente, la situación ha cambiado -prosigue él-. Así que si quieres participar en el modo de organizarlo.. .

- Sí, me gustaría participar -digo con firmeza-. De hecho, creo que voy a encargarme de todo.

- Bien. -Papá le echa una mirada a mamá-. Fantástico. Perfecto. Creo que sería lo lógico, dado lo mucho que has.. . investigado sobre su vida.

- Pensamos que eres un prodigio, Lara -me dice mamá con repentino fervor-. Descubrir todo eso.. . ¿Quién lo habría averiguado de no ser por ti? ¡Quizá nunca habría salido a la luz! ¡Nos habríamos muerto todos sin saber la verdad!

Sólo a ella se le ocurriría mezclar todas nuestras muertes en el asunto.

- Aquí tienes los detalles de la funeraria.

Papá me da un folleto justo cuando suena el interfono. Miro la pantallita y veo una imagen en blanco y negro llena de granulado. Parece un hombre, pero la imagen es tan mala que podría ser igualmente un elefante.

- ¿Sí?

- Soy Gareth Birch, de Print Please -dice el tipo-. Le traigo las tarjetas.

- Estupendo. Suba.

Bueno. Ahora sí que somos una empresa de verdad. ¡Ya tengo tarjetas!

Hago a pasar a Birch, abro la caja y reparto tarjetas a todos. «Lara Lington - Consultoría Mágica», ponen; debajo, la imagen de una varita mágica en relieve.

- ¿Cómo es que ha venido a traerlas personalmente? -le digo mientras firmo el albarán-. Vamos, es muy amable de su parte, pero.. . ¿ustedes no están en Hackney? ¿No iban a mandarlas por correo?