Добавить в цитаты Настройки чтения

Страница 68 из 94

- ¡Claro que has dejado huella! No hables así, te lo ruego. Escucha, vamos a casa. Pondremos un poco de música y nos lo pasaremos bien.. .

- ¡No te pongas maternal conmigo! -Vuelve la cabeza y advierto que está temblando-. Ya sé lo que piensas. Te importa un comino lo que me pase. A nadie le importa una vieja insignificante.. .

- Basta, Sadie. Eso no es cierto.. .

- ¡Os oí en el funeral! -explota, y a mí me sacude una oleada de terror.

¿Que nos oyó?

- Sí, en el funeral -confirma, recuperando la compostura-. Oí cómo hablaba toda la familia. Nadie tenía ganas de estar allí. Nadie me lloraba. Yo no era más que una «mujer insignificante de un millón de años».

Me muero de vergüenza al recordar aquello. Nos comportamos con una indiferencia atroz. Todos.

Sadie mira hacia otro lado con la mandíbula apretada.

- Tu prima lo expresó muy bien. No conseguí nada en mi vida, no dejé huella ni fui nada especial. ¡No sé por qué me molestaba en seguir viviendo, la verdad! -añade con una risita amarga.

- Sadie, ya basta, por favor.

- No tuve amor -continúa, inexorable-, ni una carrera. No dejé hijos, ni logros, ni nada que valga la pena recordar. El único hombre que amé se olvidó de mí. -Le tiembla voz-. Viví ciento cinco años, pero no dejé ni rastro. Ninguno. No significaba nada para nadie. Y ahora tampoco.

- Claro que sí -le digo, desesperada-. Sadie, por favor.. .

- He sido tonta por aferrarme tanto. Me estoy interponiendo en tu camino. -Le asoman lágrimas a los ojos.

- ¡No! -Trato de cogerla del brazo, aunque sepa que no es posible, también yo a punto de llorar-. Sadie, a mí sí me importas y te lo voy a demostrar. Volveremos a bailar el charlestón, saldremos a divertirnos y encontraré tu collar aunque sea lo último que haga.

- Ya no me importa el collar -murmura-. ¿Por qué habría de importarme? Todo ha sido un fiasco. Mi vida ha sido completamente inútil.

Para mi espanto, desaparece repentinamente por la baranda del puente de Waterloo.

- ¡Sadie! -grito-. ¡Sadie, vuelve! ¡¡¡Sadie!!! -Me asomo a las aguas turbias y revueltas, con la cara arrasada en lágrimas-. ¡No ha sido inútil! Sadie, por favor, ¿me oyes?

- Oh, Dios mío. -Una chica con un abrigo a cuadros que pasa por mi lado da un grito-. ¡Alguien se ha tirado al río! ¡Socorro!

- ¡No, no! -digo incorporándome.

Pero ella no me escucha y ya está llamando a sus amigos. Antes de que pueda darme cuenta, se ha reunido un montón de gente que se asoma por la baranda y mira hacia abajo.

- ¡Se ha tirado alguien! -gritan-. ¡Llamen a la policía!

- ¡No, no se ha tirado nadie! -aclaro, pero mi voz queda ahogada en medio del alboroto.

Un chico con chaqueta vaquera filma las aguas del río con su móvil; y un hombre a mi derecha se quita la cazadora, como dispuesto a saltar, ante la mirada de admiración de su novia.

- ¡No! -Lo agarro de la cazadora-. ¡Deténgase!

- Alguien tiene que hacerlo -dice él con tono heroico, mirando de reojo a su novia.

Madre de Dios.

- ¡Nadie se ha tirado! -grito agitando los brazos-. ¡Ha sido un malentendido! ¡No pasa nada! ¡Nadie ha saltado! Repito: nadie ha saltado.

El hombre, que ya se quitaba los zapatos, se detiene. El chico del móvil se da la vuelta y empieza a filmarme.

- ¿Y con quién hablabas entonces? -me dice la chica del abrigo a cuadros con aire acusador-. ¡Estabas llorando y gritando hacia el agua! ¡Nos has dado un susto de muerte! ¿Con quién hablabas?

- Con un fantasma -respondo secamente.

Me vuelvo sin más y me abro paso entre la gente, sin hacer caso de las exclamaciones y comentarios.

Volverá, me digo. Cuando esté más calmada y me haya perdonado, volverá.

Capítulo 20

Pero al día siguiente mi apartamento permanece en completo silencio. Por lo general, Sadie se presenta mientras preparo el té, se acomoda en la encimera y se dedica a hacer comentarios desagradables sobre mi pijama y a decirme que no sé hacer el té como está mandado.





Hoy no se mueve ni una mosca en la cocina. Saco la bolsita de té de la taza y miro alrededor.

- ¿Sadie? ¿Estás ahí?

Nada. El apartamento parece vacío y sin vida.

Mientras me preparo para ir al trabajo, todo parece extrañamente silencioso sin su cotorreo. Al final, enciendo la radio para tener un poco de compañía. El aspecto positivo es que ahora nadie me da órdenes. Al menos esta vez puedo maquillarme a mi manera. En plan desafiante, me pongo un top con volantes que la horroriza. Después, como me siento un poco mal, me aplico otra capa de rímel, por si estuviera mirándome.

Antes de irme echo un último vistazo.

- ¿Sadie? ¿Estás ahí? Me voy a trabajar. Si quieres charlar o lo que sea, ven al despacho.. .

Voy llamándola, todavía con la taza en la mano, por todo el apartamento, en vano. A saber dónde anda, qué está haciendo y cómo se siente.. . Noto un nuevo espasmo de culpa al recordar su expresión vacía y desolada. Si hubiera sabido que nos había oído en el funeral.. .

En fin, ahora mismo no puedo hacer nada. Si me necesita, ya sabe dónde encontrarme.

Llego al trabajo pasadas las nueve y media y me encuentro con Natalie ya instalada en su escritorio, hablando por teléfono y echándose el pelo hacia atrás.

- Sí. Eso fue lo que le dije, cielo. -Me guiña un ojo y se señala el reloj-. Un poquito tarde, ¿no, Lara? ¿No habrás adquirido malas costumbres en mi ausencia? En fin, cielo.. . -continúa su conversación.

¿Malas costumbres? ¿Yo?

Me bulle la sangre. ¿Quién se ha creído que es? Fue ella la que se largo a la India. Ella la que se ha comportado sin la menor profesionalidad. Y ahora pretende tratarme como si yo fuera una principiante.

- Natalie -le digo en cuanto cuelga-, he de hablar contigo.

- Y yo contigo. -Me mira con ojos chispeantes-. Así que Ed Harrison, ¿eh?

- ¿Cómo?

- Ed Harrison -repite-. Te lo tenías muy calladito, ¿eh?

- ¿A qué te refieres? -Empiezan a sonarme las alarmas-. ¿Cómo sabes lo de Ed?

- ¡Business People!-dice, volviendo la revista y mostrándome una fotografía en la que aparecemos los dos-. Un tipo atractivo.

- Yo.. . Es un asunto de negocios -me apresuro a decir.

- Sí, lo sé. Ya me ha contado Kate que has vuelto con Josh. -Finge un bostezo burlón para demostrarme lo mucho que le interesa mi vida sentimental-. A eso iba. Este Ed es un pedazo de talento muy apetitoso. ¿Tienes algún plan?

- ¿Plan?

- ¡Para colocarlo! -Se echa hacia delante y me habla como armándose de paciencia-. Somos una empresa de cazatalentos, Lara. Colocamos ejecutivos en puestos de responsabilidad. Así es como ganamos dinero.

- Ah. -Intento ocultar mi espanto-. No, no. No lo entiendes. No es ese tipo de contacto. Él no quiere cambiar de puesto.

- Cree que no quiere -me corrige.

- No, de verdad, olvídalo. No soporta a los cazatalentos.

- Cree que no los soporta.

- No está interesado.

- Todavía. -Me guiña un ojo y me entran ganas de darle un sopapo.

- ¡Para ya! ¡No le interesa!

- Todo el mundo tiene un precio, cielo. Cuando ponga ante sus narices el sueldo adecuado, la cosa cambiará, créeme.

- ¡De eso nada! No todo es cuestión de dinero, ¿sabes?

Natalie suelta una carcajada burlona.

- ¿Qué ha pasado mientras estuve fuera? ¿Nos hemos convertido en la Agencia de la Madre Teresa o qué? Hemos de ganar comisiones, Lara. Hemos de sacar beneficios.

- Ya lo sé. Eso estuve haciendo mientras tú tomabas el sol en las playas de Goa, ¿recuerdas?

- ¡Uuuh! -Echa a la cabeza atrás y suelta una carcajada-. ¡Miau miau!

Qué caradura. No se ha disculpado ni una sola vez. ¿Cómo pude llegar a considerarla mi mejor amiga? Tengo la sensación de que ni siquiera la conozco.