Добавить в цитаты Настройки чтения

Страница 66 из 94

Cuando llegamos al South Bank, nos encontramos con todo el jaleo de un domingo a mediodía: montones de turistas, músicos callejeros, puestos de libros usados y esas estatuas vivientes que siempre me impresionan. La gigantesca noria gira lentamente. Veo a la gente que llena las cabinas transparentes y nos mira desde lo alto. Me siento bastante excitada, la verdad. Sólo había subido una vez al London Eye y fue en una fiesta de trabajo con un montón de personas borrachas e insoportables.

Un grupo de jazz toca un rag de los años veinte ante un corrillo de espectadores y, mientras pasamos, Ed da un par de pasos de charlestón y yo agito las cuentas del collar ante sus ojos.

- Muy bien -dice un tipo con barba y bombín, acercándose con un cuenco para las monedas-. ¿Les interesa el jazz?

- Más o menos -contesto, buscando unos peniques.

- Nos interesan los años veinte -dice Ed y me guiña un ojo-. Sólo los veinte, ¿verdad, Lara?

- Hemos organizado para la semana que viene una velada de jazz clásico al aire libre en los Jubilee Gardens -nos informa el tipo-. ¿Quieren entradas? Un diez por ciento de descuento si las compran ahora.

- Claro -dice Ed, mirándome-. ¿Por qué no?

Le paga al tipo, coge las entradas y seguimos adelante.

- Bueno -dice al cabo-. Podríamos ir juntos a esa velada de jazz.. . Si te apetece.

- Vale. Genial. Me gusta la idea.

Me da una entrada y me la guardo en el bolso con cierta torpeza. Camino en silencio, tratando de comprender lo que acaba de ocurrir. ¿Me ha pedido una cita? ¿O es sólo un añadido de nuestra ruta turística? ¿O qué? ¿Qué estamos haciendo?

Deduzco que él debe de estar pensando algo parecido, porque cuando nos ponemos en la cola para subir al London Eye, me mira bruscamente con expresión inquisitiva.

- Oye, Lara, dime una cosa.

- Vale. -Me pongo nerviosa en el acto. Va a preguntarme otra vez por mis poderes.

- ¿Por qué irrumpiste en la oficina? -Arruga la frente, medio divertido-. ¿Por qué me pediste una cita?

Esto es mil veces peor. ¿Qué puedo decir?

- Es.. . una buena pregunta. Y yo.. . tengo otra para ti. ¿Por qué aceptaste? Podrías haberla rechazado.

- Ya lo sé. ¿Quieres saber la verdad? Tengo un recuerdo borroso. No consigo descifrar lo que pensé. Una chica desconocida entra en la oficina. Y acto seguido tengo una cita con ella. -Vuelve a concentrarse en mí con renovados bríos-. Venga. Debías de tener un motivo. ¿Me habías visto por allí o algo parecido?

Hay una brizna de esperanza en su voz. Como si esperase oír algo que le alegre el día. Siento una punzada de culpa. No tiene ni idea de que ha sido utilizado.

- Fue.. . una apuesta con una amiga. -Desvío la mirada-. No sé por qué lo hice.

- Entiendo. -Parece tan relajado como antes-. Así que fui una apuesta al azar. No les sonará muy bien a nuestros nietecitos. Les contaré que te enviaron unos extraterrestres. Después de explicarles lo de las pelucas del duque de Marmaduke.

Ya sé que bromea y que todo es en plan de guasa, pero al levantar la vista lo veo en su cara. Percibo la calidez de su expresión. Se está enamorando de mí. No, borra eso: cree que se está enamorando de mí. Pero es todo mentira. Un error. Es otro espectáculo de marionetas. Ha sido manipulado por Sadie igual que Josh. Nada de esto es real. No significa nada.. .

De pronto, me siento absurdamente disgustada. Toda la culpa es de mi tía abuela. No hace más que crear problemas allí donde va. Ed es un tipo estupendo, realmente estupendo, y ya lo ha pasado bastante mal, pero ella le ha puesto la cabeza del revés. No es justo.. .

- Ed. -Trago saliva.

- ¿Sí?

Ay, Dios. ¿Qué digo? «Tú no has estado saliendo conmigo, sino con el fantasma de mi tía abuela. Ella ha manipulado tu mente, es como una dosis de LSD, aunque sin el subidón.. . »

- Quizá creas que te gusto. Pero no es verdad.

- Sí, me gustas. -Se ríe-. Me gustas mucho.

- No. -Hago un esfuerzo-. Tú no piensas por ti mismo. Quiero decir.. . esto no es real.

- A mí me lo parece.





- Lo sé, pero.. . No lo entiendes.. . -Me siento impotente. Hay un silencio y su expresión cambia.

- Ah, ya veo.

- ¿Qué ves?

- Lara, no hace falta que trates de suavizarlo. -Su sonrisa se vuelve irónica-. Si ya has tenido bastante, dilo. Puedo pasarme una tarde solo sin problemas. Ha sido divertido y te agradezco el tiempo que me has dedicado, muchas gracias.. .

- ¡No, no es eso! ¡Para! ¡Me lo estoy pasando muy bien! Y quiero subir al London Eye.

Me mira fijamente, como si tuviera un detector de mentiras en los ojos.

- Bueno, yo también -admite al fin.

- Vale.. . estupendo.

Estamos tan absortos que no advertimos el hueco que se ha formado en la cola delante de nosotros.

- ¡Venga, tortolitos! -nos apremia un tipo-. ¡Vuestro turno!

- ¡Oh! -Despierto bruscamente-. ¡Rápido!

Lo cojo de la mano y corremos hacia la enorme cápsula oval. Ésta se aproxima lentamente a la plataforma y la gente sube entre risas y grititos. Subimos, todavía cogidos de la mano, y nos sonreímos. Toda la incomodidad se ha disipado.

- Bueno, señor Harrison -recupero mi tono de guía turística-. Ahora sí verá Londres de verdad.

Es impresionante. O sea, realmente impresionante.

Hemos estado arriba de todo y contemplado la ciudad entera a nuestros pies, como si la guía de calles hubiera cobrado vida. Hemos visto infinidad de figuras diminutas que pululaban como hormiguitas y subían y bajaban de coches y autobuses liliputienses. Le he señalado a Ed la catedral de San Pablo, el palacio de Buckingham y el Big Ben (estas cosas sí las conozco). Ahora me he apropiado de la guía Londres histórico. No hay ninguna sección sobre el London Eye, pero yo simulo leer sus datos básicos y me los voy inventando sobre la marcha.

- Cada cápsula está hecha del titanio transparente obtenido de fundir centenares de gafas -informo a Ed-. Si se sumerge en el agua, se convierte automáticamente en un submarino en perfectas condiciones operativas.

- Es lo mínimo que cabía esperar. -Asiente, mirando a través del cristal.

- Cada cápsula podría resistir bajo el agua trece horas.. . -Advierto que no me está escuchando-. ¿Ed?

Se vuelve hacia mí. A su espalda, la panorámica de Londres se va aproximando lentamente. Mientras estábamos arriba, el sol ha quedado oculto tras un montón de nubes grises que están agrupándose sobre nuestras cabezas.

- ¿Quieres saber una cosa, Lara? -Mira alrededor para comprobar que nadie nos escucha, pero los demás ocupantes de la cápsula se han apiñado al otro lado para mirar una embarcación de la policía que navega por el Támesis.

- Claro. A menos que sea un secreto muy importante que no debería revelar bajo ningún concepto.

Esboza una sonrisa.

- Me has preguntado por qué acepté aquella primera cita contigo.

- Ah, eso. Bueno, no importa. Tampoco te sientas obligado.. .

- No, no; quiero contártelo. Fue algo.. . alucinante. -Hace una pausa-. Tuve la sensación de que una voz interior me ordenaba que respondiera que sí. Cuanto más me resistía, más fuerte me gritaba. ¿Te parece que tiene sentido?

- No -me apresuro a responder-. Ninguno. No tengo ni idea. Igual era.. . Dios.

- Quizá. -Suelta una risotada-. A lo mejor podría encarnar al nuevo Moisés. -Titubea-. La cuestión es que nunca había sentido un impulso tan fuerte, o una voz o lo que fuese. Fue como si me arrastrara por los aires.. . Pero no importa de dónde procediera ni qué clase de instinto fuera: el hecho es que acertó. Salir contigo es lo mejor que podría haber hecho. Me siento como si hubiera despertado de un sueño, o del limbo.. . Y quiero darte las gracias.

- ¡No hace falta! Ha sido un placer. Cuando quieras repetimos.

- Eso espero. -Parece hablar medio en clave y su mirada me inquieta.