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- ¿Qué me has llamado? -El gorila suena amenazador y no puedo reprimir una sonrisa.. . pero se me congela cuando Sadie reaparece con ojos desesperados.

- ¡Rápido! ¡Ven!

- ¿Qué pasa? -La sigo, pero ella se desvanece otra vez. Regresa desconsolada unos instantes más tarde.

- ¡Se ha ido! -farfulla tragando saliva-. Esa modelo se ha llevado mi collar. Estaba esperando un taxi y he entrado a buscarte, pero sabía que serías demasiado lenta. ¡Y ahora se ha marchado! -gime.

- ¿Un taxi? -La miro horrorizada-. Pero.. . pero.. .

- Lo hemos perdido otra vez -dice fuera de sí-. ¡Lo hemos perdido!

- Pero Diamanté me lo prometió. -Me vuelvo, buscando a mi prima-. ¡Prometió que me lo daría!

No puedo creer que lo haya dejado escapar otra vez. Debería haberlo cogido sin más, debería haber sido más rápida y haber actuado con más astucia.. .

En la sala principal se oyen vítores y gritos. El desfile debe de estar terminando. Un momento más tarde, las modelos llegan a los camerinos, seguidas de una Diamanté emocionada.

- ¡Joder, ha sido fantástico! -exclama radiante-. ¡Sois una pasada! ¡Os quiero! ¡Vamos a celebrarlo!

Me abro paso a duras penas entre las modelos, soportando con una mueca los pisotones que me dan con sus tacones y sus gritos estridentes, que me taladran los oídos.

- ¡Diamanté! -llamo por encima del alboroto-. ¡El collar! ¡La chica que lo llevaba se ha ido!

Ella me mira sin entender.

- ¿Qué chica?

Por Dios. ¿Qué combinado de drogas se habrá metido?

- Se llama Flora -me susurra Sadie al oído.

- ¡Flora! ¡Se ha ido!

- Ah, Flora -dice mi prima, tan tranquila-. Sí, se ha ido a una fiesta a París. En el jet de su padre. Un jet privado -aclara ante mi desconcierto-. Le he dejado que usara el vestido.

- Pero ¡también se ha llevado el collar! -Hago un esfuerzo para no gritar demasiado-. Diamanté, por favor, llámala. Llámala ahora mismo. Dile que voy a buscarla. Me voy a París, cueste lo que cueste. Tengo que recuperar ese collar.

Ella me mira boquiabierta y luego alza los ojos al cielo.

- Papá tiene razón -dice-. Estás loca de remate. Pero eso me gusta. -Saca el móvil y pulsa un número de marcación rápida-. ¡Eh, Flora! ¡Cariño, has estado impresionante! ¿Vas camino del aeropuerto? Muy bien, escucha. ¿Recuerdas el collar de la libélula que llevas puesto?

- Ajorca -le apunto-. Lo llevaba como una ajorca.

- La ajorca, ¿sabes? Sí, ésa. Bueno, pues la loca de mi prima lo quiere sí o sí. Se va a París a recogerlo. ¿Dónde es la fiesta? ¿Puedes quedar con ella? -Escucha unos instantes y, mientras, enciende un cigarrillo y da dos profundas caladas-. Ah, sí. Vale. Completamente.. . Claro.. . -Al fin, levanta la vista y me echa el humo en la cara-. Flora no sabe dónde es la fiesta. Parece que la organiza una amiga de su madre, o algo así. Dice que quiere llevar el collar porque le va perfecto con el vestido, pero que te lo enviará por mensajero.

- ¿Mañana por la mañana? ¿Sin falta?

- No, ahora mismo -ironiza, como si yo fuese dura de mollera-. No sé qué día exactamente, pero en cuanto lo haya usado, te lo envía. Me lo ha prometido. ¿No es perfecto? -Me sonríe y me ofrece la palma de su mano.

Le sostengo la mirada, alucinada. ¿Perfecto?

He tenido el collar a medio metro, al alcance de la mano. Ella había prometido dármelo. Y ahora resulta que va camino de París y no sé cuándo me lo enviarán. ¿Cómo va a ser perfecto? Me entran ganas de chillar.

Pero me contengo. Ahora sólo me une al collar una cadenita muy frágil y el eslabón más sólido es Diamanté. Si consigo cabrearla, lo perderé para siempre.

- ¡Perfecto! -asiento con una sonrisa forzada, chocando su mano; luego cojo su móvil y le dicto mi dirección a Flora, deletreándole cada palabra dos veces.

Ahora sólo resta cruzar los dedos. Y esperar.





Capítulo 18

Recuperaremos el collar. Debo creérmelo. Me lo creo.

Pero Sadie y yo, aun así, estamos desde anoche con los nervios de punta. Ella saltó esta mañana cuando le pisé un pie (se lo atravesé, para ser más exactos), y yo le repliqué de mala manera por criticar mi maquillaje. La verdad es que me atormenta la sensación de haberle fallado. He tenido dos veces el collar al alcance de la mano, y en ambas lo dejé escapar. La ansiedad me reconcome y me hace estar nerviosa y a la defensiva.

Esta mañana me levanté preguntándome si debería tomar un tren a París. Pero ¿cómo podría localizar a Flora? No sabría ni por dónde empezar. Me siento del todo impotente.

No estamos muy habladoras, que digamos. De hecho, Sadie lleva un buen rato callada. Mientras termino de teclear mis correos en el despacho, permanece sentada en el alféizar con la espalda rígida. Debe de resultar muy solitario andar flotando por el mundo sin poder hablar con nadie.

Apago el ordenador con un suspiro y me pregunto dónde estará el collar en este momento. En algún punto de París, colgado del cuello de Flora. O en alguna maleta en el asiento de un descapotable.. .

Siento un nudo en el estómago. He de ponerle fin a todo esto o acabaré como mamá. No puedo obsesionarme con lo que podría pasar o salir mal. El collar aparecerá. Debo creérmelo. Y entretanto debo continuar con mi vida. He quedado para almorzar con mi novio.

Me pongo la chaqueta y recojo el bolso.

- Hasta luego -les digo a Kate y Sadie, y salgo del despacho sin darles oportunidad de responder.

No quiero compañía. Tengo algo de mieditis, la verdad, ahora que voy a ver a Josh. O sea, no es que tenga dudas ni nada. No es eso. Sólo aprensiones infundadas, supongo. Pero no estoy de humor para aguantar a Sadie, que aparece a mi lado cuando ya estoy cerca de la estación del metro.

- ¿Adónde vas? -me pregunta.

- A ninguna parte. -Camino deprisa, sin hacerle caso-. Déjame en paz.

- Has quedado con Josh, ¿verdad?

- ¿Para qué preguntas si ya lo sabes? -Doblo la esquina, tratando de quitármela de encima. Pero ella no se inmuta.

- Como ángel de la guarda, insisto en que debes entrar en razón -dice-. Josh no está enamorado de ti. Si aún te lo crees, te estás engañando.

- ¿No dijiste que no eras mi ángel de la guarda? -le digo por encima del hombro-. Pues no te entrometas, abuelita.

- ¡No me llames así! -replica indignada-. No voy permitir que pierdas el tiempo con una marioneta pusilánime y sin sangre.

- ¡No es una marioneta! -le espeto, y bajo presurosa las escaleras del metro. Un convoy se acerca. Paso el torniquete, corro al andén y subo justo a tiempo.

- Ni siquiera lo amas. -La voz de Sadie me persigue, implacable-. No lo amas de verdad.

Esto es el colmo. Me vuelvo hacia ella y saco el móvil de golpe.

- ¡Claro que sí! ¿Por qué crees que estaba tan hecha polvo? ¿Por qué habría de desear que volviera conmigo, si no?

- Para demostrarles a todos que tenías razón -dice, y se cruza de brazos.

Esa observación me pilla desprevenida. Necesito ordenar mis ideas.

- ¡Eso.. . eso es una idiotez! ¡Sólo demuestra que no te enteras! No tiene nada que ver. Yo quiero a Josh y él me quiere a mí.. . -Me interrumpo al ver que toda la gente del vagón me mira.

Me refugio en un asiento del rincón, perseguida por Sadie. Cuando veo que se dispone a contraatacar, saco mi iPod y me pongo los auriculares. En un instante su voz queda ahogada.

¡Perfecto! Tendría que haberlo utilizado hace mucho.

Le propuse a Josh que nos encontráramos en el Bistro Martin para disipar todo recuerdo de la estúpida de Marie. Mientras entrego mi abrigo, veo que ya está en la mesa y noto una oleada de alivio. También me siento respaldada.

- ¿Lo ves? -le susurro a Sadie-. Ha llegado antes de hora. Ja, para que luego digas que no le importo.