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- Es el rollo maxi, ¿vale? Está muy de moda ahora. Y esto no es ningún corsé, es un top de estilo corsé.

Sadie lo toca con un escalofrío.

- Mi madre quería que me pusiera un corsé en la boda de mi tía -dice-. Yo lo tiré a la chimenea y ella me encerró en mi habitación y les dijo a los criados que no me dejasen salir.

- ¿De veras? -Siento interés, a mi pesar-. ¿Te perdiste la boda?

- Salí por la ventana, me fui a Londres y me corté el pelo al estilo garçon -dice orgullosa-. Cuando mi madre lo vio, se pasó dos días en cama.

- ¡Vaya! -Dejo la ropa encima de la colcha y la observo mejor-. Eras una auténtica rebelde. ¿Siempre hacías cosas así?

- Fui más bien una tortura para mis padres. Pero es que ellos eran agobiantes. Muy Victorianos. La casa entera era como un museo. -Se estremece-. Mi padre no aprobaba el fonógrafo, ni el charlestón ni los cócteles.. . Nada de nada. Pensaba que las chicas tenían que pasarse la vida haciendo arreglos florales y labores de punto. Como mi hermana Virginia.

- ¿Te refieres.. . a la abuela? -Me entran ganas de saber más. Sólo tengo recuerdos borrosos de mi abuela, una anciana de pelo gris aficionada a la jardinería. No soy capaz de imaginarla joven-. Cuéntame. ¿Cómo era?

- Horriblemente virtuosa -dice con una mueca-. Ella sí llevaba corsé. Incluso cuando todo el mundo había dejado de llevarlo. Se lo ceñía ella misma, se arreglaba el pelo sin ayuda y cada semana decoraba con flores el altar de la iglesia. Era la chica más aburrida de Archbury. Y se casó con el hombre más aburrido de Archbury. Mis padres no cabían en sí de contento.

- ¿Qué es Archbury?

- El sitio donde vivíamos. Un pueblo de Hertfordshire.

Ese nombre me suena. Archbury. Lo he oído antes.. .

- ¡Un momento! Archbury House. Es la casa que se quemó en los años sesenta. ¿Ésa era tu casa?

Ahora lo recuerdo todo. Hace años papá me habló de la vieja casa familiar, Archbury House, e incluso me enseñó una vieja foto en blanco y negro. Me dijo que él y tío Bill, de pequeños, habían pasado algunos veranos en esa casa y que se instalaron allí al morir sus abuelos. Era un sitio fantástico, lleno de viejos pasillos y de sótanos inmensos, y con una escalinata majestuosa. Pero, tras el incendio, se vendió el solar y se construyeron nuevas viviendas.

- Sí. Virginia vivía allí con su familia en esa época. De hecho, fue ella la que provocó el incendio. Se dejó una vela encendida. -Hace una breve pausa antes de añadir en tono cáustico-: No era tan perfecta, al fin y al cabo.

- Una vez pasamos en coche por el pueblo. Vimos las casas nuevas. Tenían buena pinta.

Sadie no parece oírme.

- Lo perdí todo -murmura-. Todo lo que había dejado allí guardado mientras vivía en el extranjero. Todo destruido.

- Qué espanto.

- ¿Qué más da? -Parece volver en sí y esboza una frágil sonrisa-. ¿A quién le importa? -Se vuelve hacia el guardarropa y lo señala con aire imperioso-. Sácalos todos. Quiero verlos uno a uno.

- De acuerdo. -Cojo un montón de perchas y las lanzo sobre la cama-. Háblame de tu marido. ¿Cómo era?

Reflexiona un instante.

- Llevaba un chaleco escarlata el día de nuestra boda. Aparte de eso, no recuerdo gran cosa de él.

- ¿Nada más? ¿Sólo un chaleco?

- Y tenía bigote -añade.

- No te entiendo. -Arrojo sobre la cama otro montón de perchas-. ¿Cómo pudiste casarte con un hombre que no amabas?

- Porque era el único modo de escapar -responde, como si fuera obvio-. Tuve una riña tremenda con mis padres. Mi padre dejó de pasarme mi asignación, el párroco llamaba todos los días y me encerraban por las noches en mi habitación.. .

- ¿Qué habías hecho? -pregunto, intrigada-. ¿Te habían metido en la cárcel otra vez?





- Eso.. . no importa -responde tras una pausa. Desvía la mirada y se vuelve hacia la ventana-. Tenía que salir de allí y el matrimonio no me parecía un recurso peor que otros. Mis padres habían encontrado ya a un joven adecuado. Y en esa época tampoco es que hubiera una multitud haciendo cola, créeme.

- Bien que lo sé -digo, poniendo los ojos en blanco-. No hay hombres solteros en Londres. Ni uno solo. Es un hecho ampliamente conocido.

Sadie me mira sin comprender.

- Nosotros perdimos a los nuestros en la guerra -dice.

- Ah. Claro. -Trago saliva-. La guerra.

La Primera Guerra Mundial. No la había entendido bien.

- Y los que sobrevivieron ya no eran los mismos. Estaban malheridos. Destruidos. O llenos de culpa por haber sobrevivido.. . -Una sombra cruza su rostro-. A mi hermano mayor lo mataron, ¿sabes? Edwin. Tenía diecinueve años. Mis padres nunca lo superaron.

La miro, horrorizada. ¿Yo tenía un tío abuelo llamado Edwin que murió en la Primera Guerra Mundial? ¿Por qué no me han contado estas cosas?

- ¿Cómo era? -pregunto.

- Pues.. . divertido. -Tuerce la boca, como si no quisiera permitirse una sonrisa-. Me hacía reír. Lograba que mis padres resultaran más soportables. Que todo pareciese más soportable.

Se hace un silencio y sólo se oye el sonido apagado del televisor del vecino. El rostro de Sadie permanece inmóvil, paralizado por los recuerdos o los pensamientos. Parece en trance.

- Pero, aunque no hubiera hombres disponibles -le digo-, ¿era necesario que dieras ese paso, que te casaras con un tipo cualquiera? ¿Por qué no esperar a que apareciera el hombre adecuado? ¿Y qué me dices del amor?

- «¿Qué me dices del amor?» -repite con sorna, saliendo de su ensueño-. Por Dios, chica, pareces un disco rayado. -Examina el montón de ropa que hay sobre la colcha-. Extiéndelos para que los vea bien. Voy a escoger tu vestido para esta noche. Y no será una horrenda falda hasta el suelo.

La sesión de recuerdos ha concluido.

- Vale. -Empiezo a extender los vestidos-. Elige.

- Y también me encargaré de tu peinado y maquillaje -añade con firmeza-. Me encargo de todo.

- Perfecto -digo con paciencia.

Mientras me dirijo al baño, las historias de Sadie siguen dándome vueltas. Nunca he tenido demasiada afición a los árboles genealógicos ni a la historia, pero todo esto me resulta fascinante. Quizá le pida a papá que busque alguna foto de la vieja casa familiar. Cosa que a él le encantaría.

Cierro la puerta y examino todos los frascos de cremas y cosméticos, colocados en equilibrio alrededor del lavamanos. Hummm. Quizá Josh tenga razón. Quizá no necesite la crema limpiadora de albaricoque, la de harina de avena y la de sales marinas.. . O sea, bastaría con una, ¿no?

Media hora después, lo tengo todo ordenado en hileras y he llenado una bolsa de botes antiquísimos o medio vacíos que voy a tirar a la basura. ¡Mi plan de acción ya está en marcha! ¡Si Josh viera ahora este baño se quedaría impresionado! Casi me dan ganas de sacarle una foto y mandársela con el móvil.

Encantada conmigo misma, me asomo a la puerta del dormitorio, pero no veo a Sadie por ningún lado.

- ¿Sadie? -No responde. Espero que esté bien. Tiene que haber sido duro para ella recordar a su hermano. Quizá necesitaba pasar un rato a solas.

Dejo la bolsa de cosméticos junto a la puerta para tirarla más tarde y me preparo una taza de té. El siguiente punto de la lista es encontrar el libro de fotografías del que hablaba Josh. Debe de estar en alguna parte. Quizá debajo del sofá.. .

- ¡Lo he encontrado! -La voz de Sadie, surgida como de la nada, me da tal susto que estoy a punto de darme un coscorrón con la mesita de café.

- ¡No me hagas esto! -resoplo mientras me incorporo. Vuelvo a coger mi taza de té-. ¿Quieres matarme de un susto? Oye, Sadie.. . ¿te sientes bien? ¿Quieres que hablemos? Comprendo que las cosas no habrán sido fáciles para ti.. .

- Nada fáciles, tienes razón -dice secamente-. Tu guardarropa es un desastre.

- No me refería a la ropa. Hablo de sentimientos. -Le dedico una mirada comprensiva-. Has pasado muchas cosas y deben de haberte afectado.. .