Добавить в цитаты Настройки чтения

Страница 23 из 94

- El señorito no se encuentra en sus aposentos -me informa, reapareciendo de golpe.

Doy un respingo.

- ¿Cómo que no? ¿Y dónde está, pues? Él no se marcha a trabajar hasta las nueve.

- Y a mí qué me cuentas…

- ¿Qué aspecto tiene el apartamento? -Me muero por conocer cualquier detalle-. ¿Está hecho un desbarajuste? O sea, ¿con cajas de pizza y latas de cerveza tiradas por todas partes? ¿Como si se hubiera abandonado? ¿Como si ya no le importase nada?

- Está muy ordenado. Y en la cocina hay un montón de fruta -añade-. Me he fijado en eso.

- Ah. Así que se está cuidando. -Hundo la cabeza entre los hombros, un poco desanimada. No es que desee que Josh esté hecho una piltrafa y al borde del colapso, pero… en fin, ya me entiendes. Sería halagador.

- Vámonos -dice Sadie, y suelta un bostezo-. Ya he tenido suficiente.

- ¡Ni hablar! ¡Entra otra vez! ¡Busca alguna pista! Por ejemplo… ¿Hay alguna fotografía mía?

- No. Ninguna foto. Ni una.

- Ni siquiera has mirado -replico-. Busca en su escritorio. Quizá tenga una carta a medio a escribir para mí o algo así, ¡Venga! -Trato de empujarla hacia el edificio, pero mis manos se hunden en su cuerpo como si nada-. ¡Agg! -Retrocedo con aprensión.

- ¡No hagas eso!

- ¿Te he hecho daño? -Me miro las manos, como si realmente las hubiera hundido en sus entrañas.

- No exactamente -refunfuña-. Pero no es agradable notar que alguien anda hurgándome por dentro.

Se esfuma otra vez. Procuro aplacar mi agitación y aguardar con paciencia. Pero me resulta insoportable estar aquí plantada. Si fuese yo la que buscara, encontraría algo, seguro. Por ejemplo, un diario con todos sus pensamientos. O un correo no enviado. Hasta una poesía. Imagínate.

Sin poder evitarlo, me entrego a la fantasía y veo a Sadie encontrando un poema escrito en un papel arrugado. Algo simple y directo, como el propio Josh.

Todo fue un error Dios mío, te echo de menos, Lara. Adoro tu…

No se me ocurre nada que rime con Lara.

- ¡Despierta!

Abro los ojos, sobresaltada.

- ¿Has visto algo?

- Pues esta vez sí -dice en tono triunfal-. Una cosa interesante y muy significativa.

- Ay, Dios. ¿Qué? -Apenas puedo respirar mientras las posibilidades más tentadoras desfilan por mi cabeza: una foto mía debajo de la almohada, una entrada de su diario donde se muestra decidido a ponerse en contacto conmigo…

- Ha quedado para comer con una chica el sábado.

- ¿Qué? -Todas mis fantasías se disuelven en el acto. La miro acongojada-. ¿Cómo que ha quedado con…?

- Hay una nota en la cocina. «12.30: almuerzo con Marie.»

No conozco a ninguna Marie. Josh tampoco.

- ¿Quién es Marie? ¿Quién?

Se encoge de hombros.

- ¿Su nueva novia, quizá?

- ¡Qué tontería! ¡Él no tiene novia! ¡No podría! ¡Me dijo que no había nadie más! Me dijo… -Me callo de repente, tengo palpitaciones. No se me había ocurrido que Josh pudiera estar saliendo con otra chica. Es algo inconcebible.

En su e-mail de ruptura me decía que no iba a apresurarse a meterse en nada nuevo, que necesitaba tiempo «para pensar y replanteárselo todo». Bueno, no es que haya pensado mucho, ¿no? Si yo tuviera que replantearme toda mi vida, necesitaría mucho más que seis semanas. Necesitaría… un año. Al menos. O tal vez dos. O tres.

Pensar y practicar el sexo viene a ser lo mismo para los chicos. Creen que basta con veinte minutos. Y luego ya está, no hace falta hablar más. No tienen ni idea.





- ¿Ponía dónde van a comer?

Sadie asiente.

- En Bistro Martin.

- ¿Bistro Martin? -Me va a dar algo-. Pero ¡allí tuvimos nuestra primera cita! ¡Siempre íbamos! -Piensa llevar a una chica al Bistro Martin. A una chica llamada Marie-. Entra otra vez -ordeno, señalando el edificio-. ¡Busca por todas partes! ¡Tienes que encontrar más datos!

- No pienso volver. Ya he averiguado lo que querías saber.

En realidad, tiene razón.

- Es cierto. -Me vuelvo bruscamente y me alejo del edificio presa de tal agitación que casi me llevo por delante a un anciano-. Sí, tienes razón. Ahora sé en qué restaurante estarán y a qué hora. Iré allí y lo veré con mis propios ojos…

- ¡No! -Sadie se planta delante de mí-. ¡No era eso lo que quería decir! No pretenderás ir a espiarlos…

- No me queda otro remedio. Si no, ¿cómo voy a averiguar si Marie es su novia?

- Pero es que nadie se pone a averiguar cosas así. Has de decir: «¡Adiós muy buenas!», comprarte un vestido y buscarte otro amante. O varios.

- No quiero amantes -me obstino-. Quiero a Josh.

- Pues no puede ser. ¡Ríndete a la evidencia!

Estoy harta de que la gente me diga lo mismo. Mis padres, Natalie, aquella ancianita con la que hablé una vez en el autobús…

- ¿Por qué debería rendirme? -Las palabras me salen a borbotones-. ¿Por qué todo el mundo se empeña en decirme lo mismo? ¿Qué hay de malo en mantener un único objetivo? En cualquier otro terreno se estimula la perseverancia. ¡Incluso se recompensa! Vamos, nadie le dijo a Edison que dejara por imposibles las bombillas y se rindiera, ¿verdad? ¡Tampoco le dijeron a Scott que se olvidara del Polo Sur! No le dijeron: «No importa, Scotty, hay otros desiertos nevados por ahí.» Y él siguió intentándolo. Se negó a rendirse, a pesar de lo duras que se pusieron las cosas. ¡Y lo consiguió!

Me siento conmovida cuando termino, pero Sadie me mira como si fuese una cretina.

- ¡Scott no lo consiguió! -me dice-. Murió congelado.

La miro con ceño. Algunas personas son tan negativas…

- Bueno, aun así. -Giro sobre los talones y echo a andar con aire desafiante-. Pienso ir a ese almuerzo.

- No hay nada peor que irle detrás a un chico cuando el affaire ha terminado -dice con desdén. Yo continúo andando con paso ligero y sonoro taconeo, pero ella no tiene ningún problema para seguir mi ritmo-. En mi pueblo había una chica llamada Polly que era una pegajosa horrible. Estaba convencida de que un tal Desmond seguía enamorado de ella y lo perseguía por todas partes. Así que le gastamos una broma. Le dijimos que Desmond estaba en el jardín, oculto tras unos arbustos porque le daba vergüenza hablar con ella. Cuando Polly salió, uno de los chicos empezó a leer una carta de amor que habíamos escrito, ¿entiendes? Todo el mundo estaba detrás los arbustos, mondándose.

Aunque me resisto un poco, la anécdota despierta mi interés.

- Pero ¿la voz del otro chico no sonaba distinta?

- Él le dijo que la tenía agarrotada por los nervios. Que ante su sola presencia se ponía a temblar como una hoja. Polly respondió que lo comprendía porque a ella las piernas le flaqueaban como si fueran de gelatina. -Le entra la risa tonta-. Después de aquello, la llamamos Gelatina durante años.

- ¡Qué malas! ¿Y ella no descubrió que era una broma?

- Sólo cuando todos los arbustos empezaron a moverse. Entonces mi amiga Bunty se tiró al césped, muerta de risa, y la diversión se acabó. Pobre Polly. -Suelta una risotada-. Estaba rabiosa. No nos habló en todo el verano.

- ¡No me extraña! Fuisteis muy crueles. Además, ¿y si su affaire no estaba muerto del todo? Quizá arruinasteis un amor verdadero.

- ¡Amor verdadero! -se mofa-. ¡Qué anticuada!

- ¿Anticuada?

- Te pareces a mi abuela, con sus canciones de amor y aquellos suspiros. Incluso llevas en el bolso un retrato en miniatura de tu amado. ¡No lo niegues! ¡Te he visto mirándolo!

Necesito unos segundos para deducir a qué se refiere.

- No es un retrato en miniatura. Se llama teléfono móvil.

- Como se llame. Todavía sigues mirándolo y poniendo ojitos de cordero degollado, y luego sacas tus sales de esa botellita…

- Son Flores de Bach -le espeto. Por Dios que está sacándome de mis casillas-. Así que no crees en el amor, ¿es eso? ¿Nunca estuviste enamorada? ¿Ni siquiera cuando te casaste?