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Los túneles no ofrecían muchos escondrijos, sólo algunos nichos, el umbral oscuro de la tienda donde se veían las noticias; había que tener dinero para entrar, pero el umbral atestado de gente ofreció a Justin un refugio momentáneo y un lugar desde donde revisar el túnel de arriba abajo. Después otro baño público y un afeitado rápido: había conservado los utensilios de aseo y había olvidado la maldita tarjeta, pero tenía miedo de permanecer allí demasiado tiempo.

La multitud en un restaurante, el movimiento general hacia otro pasillo, otro ruego a un tendero:

—¿Puedo usar su teléfono? Me han robado; tengo que llamar a mi oficina.

—Mejor que llame a la policía —aconsejó el vendedor.

—No —dijo Justin y al descubrir la mirada de sospecha en la cara del hombre añadió—: Por favor.

—Policía —dijo el hombre en el receptor.

Justin se volvió y salió; se movía rápidamente entre la multitud, corriendo con el corazón en un puño. La fuerza que le había dado el desayuno se había desvanecido. Sentía los miembros ateridos, los golpes y las contusiones, y le dolía la cabeza. Descubrió que había avanzado más de lo que deseaba: otro momento en blanco en su memoria; miró hacia atrás, aterrorizado.

Había policías en la intersección de los dos túneles. Vio que lo habían descubierto.

Se volvió otra vez y se lanzó por unas escaleras: Subte, indicaba el cartel. Rebasó a otros peatones y llegó al fondo.

—Eh —le gritó alguien desde atrás.

Justin corrió, salió a la plataforma de hormigón, evitó un choque de cabeza y giró alrededor de una columna que sostenía el techo.

La gente se apartaba atemorizada de su camino, tenía toda la plataforma para él solo.

—¡Alto ahí! —tronó una voz desde atrás, y unos gritos le advirtieron que iban a disparar.

Justin corrió en zigzag y algo le golpeó la espalda como un puño; pero vio la seguridad delante, vio el negro de Seguridad de Reseune, un hombre que gritaba:

—¡No disparen! —Y un arma en la mano del hombre apuntaba hacia él.

Una sensación de vacío, de anestesia, se le distribuía desde el hombro por toda la espalda, y de pronto perdió el equilibrio. Cayó sobre el suelo, consciente pero con los miembros cada vez más rígidos.

—Soy Justin Warrick —murmuró al hombre de uniforme negro que se arrodillaba a su lado para ayudarlo—. Llame a Ari Emory.

—No —oyó que decía el oficial, pero no a él, pensó—. Este hombre es ciudadano de Reseune. Está bajo nuestra autoridad. Si quiere, llene una reclamación con mi capitán.

Querían llevarlo al hospital. Querían llevarlo a la estación de policía de Novgorod. Le dijeron que no había sido una bala, sino un dardo de alta velocidad con trank que le había penetrado en el hombro.

—Me alegro de saberlo —dijo él o trató de decirlo, porque cada vez le costaba más mover la boca. Y se sintió igualmente aliviado cuando el agente le informó que habían alcanzado a Ari y que el RESEUNE UNO, en camino ya hacia la pista, había regresado para recogerlo.

XIII





—Puedo caminar —dijo él y se dirigió hacia la rampa de pasajeros; pero Florian había descendido hasta la mitad para ayudarlo, y Ari lo esperaba arriba, en el umbral, con el ceño fruncido que él esperaba.

Ari lo rodeó con el brazo cuando él cruzó el umbral; y Catlin también, Catlin, que mientras tanto alejaba al resto del personal de Seguridad; las dos lo condujeron hasta el asiento más cercano. El se detuvo, resistiéndose momentáneamente a la ayuda mientras escudriñaba el grupo de Seguridad para ver si encontraba a Abban o a algún desconocido.

—¿Quién está allá? —preguntó—. Ari, ¿quién ha registrado el avión?

—El piloto y el copiloto —respondió Ari, en una voz que era apenas menos ronca que la de él—. Y personal de confianza.

—Abban...

—Muerto —dijo Catlin y le palmeó el hombro—. Ya nos ocupamos de eso, ser. Venga.

El se dejó caer en el asiento entonces, se relajó, sé reclinó y miró a Ari con intensa incomodidad mientras la joven se sentaba ante él.

—Gracias por esperarme con el avión —dijo él entre dos respiraciones muy violentas.

—¿Dónde mierda estabas?

—Fui de compras —bromeó Justin mientras la puerta se cerraba de un portazo. Por un momento, se desorientó—. Lo siento. —Conocía las sospechas de Ari, las de Florian y las de Catlin. Se sorprendió enormemente al ver que le permitían estar tan cerca de ella—. No fui a ninguna parte. Me desorienté. Estuve caminando sin rumbo. —El avión empezó a moverse y el pálido paisaje se deslizó bajo las ventanillas por el borde de su campo de visión—. Caminé hasta que supe que estaba en los túneles, donde encontré a personal de Seguridad y les dije que te llamaran.

—Eso no es ni la mitad de lo que me informaron. Novgorod se pone muy nerviosa cuando la gente actúa de forma extraña en los subtes.

Él cerró los ojos y se desvaneció por un instante, exhausto; el asiento era suave, cómodo como una almohada que cedía a su alrededor mientras él trataba de organizar las ideas. Los motores empezaron a ahogar el sonido, un vacío universal. Alguien se inclinó sobre él y le abrochó el cinturón. Él miró y vio a Catlin cuando se cerraba la hebilla.

El avión iba cada vez más rápido. Ari se apretaba el cinturón. Catlin y Florian se dejaron caer en los asientos que había junto a él.

El despegue le daba una sensación de peligro muy especial. Tal vez era la droga que lo mareaba, tal vez era la inclinación que buscaba el piloto, una maniobra abrupta distinta de todas las que hubiera sentido antes. Se aferró a los brazos del asiento, recordando el sabotaje, recordando el fuego,

—Wes, ahí atrás, es un médico de primera —dijo Ari con la voz bien alta para sobrepasar el ruido del motor—. Tiene todo el material que necesita. Cuando lleguemos a la altura de crucero, te pondremos en algo parecido a una cama. ¿Cómo estás?

—Confundido. Me dispararon con un tranquilizante. —Justin trató de concentrarse en el presente, en la lista de preguntas que quería formular a Ari—. Giraud... Jordan podría estar en peligro.

—Ahora estoy al frente de Seguridad —dijo Ari—. Óyeme bien, sé perfectamente a qué problemas nos enfrentamos. Fui al Departamento. Expuse los puntos conflictivos y cuando lleguemos, se celebrará un consejo de Familia, por eso te necesito conmigo. En primer lugar, significas un voto. En segundo lugar, probablemente puedes decir cosas que yo desconozco sobre todos estos años.

—¿Vas a recusar a Denys? Ella asintió.

—Traigo a tu padre. Ya pasó por Pytho. Lo hice para protegerlo, para que llegue a casa, donde hay testigos. Podría desviar el avión. Pero eso revelaría gran parte de nuestros movimientos. Digamos que puedo esconder algunas órdenes. No todo un avión. Debe llegar a las 1500. Nosotros calculamos llegar a las 1400. Vamos muy justos. Puedo detener el aterrizaje, desviarlo a Svetlansk o algo así, después de que lleguemos. Espero que Denys crea que vuelvo por razones de seguridad. Pero probablemente no aceptará eso.

Justin había creído que estaba al límite de sus fuerzas. Se quedó sentado allí, mientras la adrenalina recorría su sistema agotado y se preguntó por qué estaría relativamente tan tranquilo. Vamos a morir, pensó. En algún momento, en medio de este conflicto, van a atrapamos. Alguien en la red de órdenes de Seguridad, en el aeropuerto, los militares, el Departamento, la Administración de la Casa...