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Pero ella era azi. Como él.

Y sabía todo sobre las nuevas Asignaciones y él era nuevo y estaba lleno de dudas.

—Me parece que te conozco —comentó Florian, preocupado.

—A mí también —dijo ella.

Nadie había prestado nunca mucha atención a Florian. Ni siquiera Andy. Y se sentía inquieto al pensar que había encontrado a alguien que la cinta había destinado para él.

—¿Por qué somos compañeros? —preguntó Florian.

—No lo sé. Pero la electrónica es útil. Y tú conoces otra Habitación. Ven. Cuéntame lo que sabes.

—Entras —dijo él, tratando de detallarlo al máximo, como se hacía para un supervisor—. Hay una puerta. Puede haber todo tipo de trampas. Si haces sonar una, pierdes. A veces hay ruido. A veces, se apagan las luces. A veces, alguien te persigue y tienes que atravesar el túnel y manipular las trampas. A veces hay una cerradura. A veces hay agua y es muy peligroso si hay un cable suelto. Pero es falso, nunca te electrocutas de verdad.

—La muerte es muerte —dijo ella—. Te disparan y te cierran las puertas y si no las haces volar, te vuelan a ti; y a veces sucede todo esto que me has dicho al mismo tiempo. A veces, gas. A veces, emboscadas. A veces es en el exterior y otras dentro de un edificio. Algunos mueren de verdad. Yo vi morir a uno. Se rompió el cuello.

Florian estaba impresionado. Y luego pensó que podía haber sido él. Y recordó las trampas de las puertas. Y cogió una batería y una bobina de alambre y un lápiz óptico y Catlin le dio una bufanda negra, para la cara, dijo. Su nueva compañera cogió muchas otras cosas, como pintura negra para la cara y cuerda, y algunos objetos que quizás eran armas, aunque él lo ignoraba.

—Si tuvieran máscaras de gas en Armamento sería buena idea llevarse una —comentó Catlin—, pero no hay. Así que probablemente no nos suelten gas, pero no se puede asegurar. No juegan limpio.

Sonó un timbre.

Se había terminado el tiempo.

—Ven —dijo Catlin, y la puerta se abrió y los dejó salir con lo que habían elegido.

Por un pasillo y otras puertas. Y arriba de nuevo hasta que llegaron a otro pasillo de hormigón.

Con muchas puertas.

—Buscamos la 22 —dijo Catlin. Dos más adelante. Catlin abrió la puerta y entraron en una pequeña habitación con una litera doble.

—¿Arriba o abajo? —preguntó Catlin.

—Me da lo mismo —respondió. Nunca había pensado en una habitación que fuera sólo suya. O al menos la mitad. Había una mesa y dos sillas. Había una puerta.

—¿Adónde da eso?

—Al baño —respondió Catlin—. Lo compartimos con los de la otra habitación. Son mayores. Hay que llamar antes de entrar. Es la Regla de ellos. Si hay mayores, hay que aceptar sus Reglas.

—Estoy confundido —suspiró Florian.

—No importa —dijo Catlin, vaciando los bolsillos sobre la mesa—. Hace cinco días que estoy aquí. Conozco casi todas las Reglas. Los mayores son muy pacientes. Te dicen lo que debes hacer. Pero mejor será que las recuerdes o se lo contarán al instructor y tendrás problemas.



—Me acordaré. —Él la miró mientras Catlin vaciaba los bolsillos y pensó que ya tenía las cosas donde quería—. ¿Tenemos que cambiarnos de ropa para la Habitación?

—Siempre, por la mañana.

El se vació los bolsillos pero lo colocó todo como lo tenía en el bolsillo. Catlin observó cómo lo hacía.

—Es inteligente —comentó—. Siempre sabes donde están las cosas.

Él la miró. Hablaba en serio.

—Claro.

—Eres bueno —dijo ella.

—Supongo que tú también debes de ser buena.

—No me Atrapan mucho —reconoció Catlin. Y apartó la silla y se sentó con los brazos sobre la mesa mientras él vaciaba los bolsillos—. ¿Te Atrapan a ti?

—No.

Ella parecía contenta a su manera tranquila y poco expresiva. Y levantó el revólver, lo accionó y lo cerró de nuevo.

—El revólver es auténtico —dijo. Pero las municiones no. Hay que revisarlo. Acuérdate siempre. El Enemigo puede haber metido la mano. Y romperte en pedazos. Las balas de fogueo tienen una banda negra y grande. Las de verdad no. Pero incluso las de práctica pueden matarte si te dan a quemarropa. Debes ir con cuidado cuando estás trabajando con compañeros. Las balas de fogueo matan a más gente que cualquier otra cosa en el entrenamiento.

Catlin sabía más formas de matar de las que Florian había oído en su vida. Se le revolvió el estómago.

Pero Catlin quería saberlo todo sobre las trampas, todo sobre lo que él había visto. Lo acosaba a preguntas y en cada respuesta veía cómo los extraños ojos de ella se concentraban, como cuando la gente es inteligente y quiere recordar lo que oye. Así que él le preguntó sobre las Emboscadas y ella le contó muchas cosas que había visto.

Era inteligente, pensó Florian. Se diría que podía realizar las cosas que afirmaba haber hecho. Él nunca había pensado que lo destinarían a Seguridad. Nunca había pensado que tendría una chica como compañera y nunca había imaginado a nadie como Catlin. A veces casi llegaba a sonreír. Eso le iluminaba los ojos, pero la boca casi no se le movía. Lo ponía tan nervioso que estaba más contento cuando ella hacía eso que cuando la mayor parte de la gente sonreía de oreja a oreja. Era muy difícil obtener una sonrisa de Catlin. Había que decirle algo que realmente la impresionara. Y cuando se conseguía una de esas sonrisas, se deseaba otra porque entre dos sonrisas no había nada.

Fueron a comer, al refectorio, como llamaban allí al comedor. Todos tenían que estar de pie y esperar hasta que les permitían sentarse, y ellos eran muchísimo más jóvenes que los demás. La mayoría eran chicos, muy altos, algunos eran chicas, todos adolescentes y todos seguían normas muy estrictas. Florian habría estado terriblemente nervioso si Catlin no hubiera sabido cuándo permanecer de pie y cuándo sentarse y le hubiera tirado de la manga para hacerle señales. Pero le dieron muy buena comida, tanta como quiso; y cuando los muchachos casi mayores que los rodeaban hablaban, se mostraban amables y no actuaban como si les molestara que ellos estuvieran allí. ¿Quién es tu compañero?, le preguntó uno a Catlin y ella dijo:

—Florian AF, ser. —Como si le hablara a un supervisor.

—Bienvenido —dijo ese chico. Y todos le hicieron ponerse de pie para que la gente lo viera. Él estaba nervioso. Pero el muchacho se puso a su lado y lo presentó como Florian AF, compañero de Catlin, técnico. El no estaba seguro de ser técnico, pero era algo así; y todos lo miraron durante un momento, luego le ofrecieron una especie de bienvenida y se pudo sentar de nuevo. No era muy diferente de un dormitorio, excepto que allí nadie se levantaba de la mesa porque el comedor era para muchos dormitorios. Los Barracones Verdes tenían su propia cocina y había segundo y tercer plato si se quería, no había que pedir una orden del médico.

El instructor dijo que tenían dos horas para Rec y luego tendrían que apagar las luces, a las 2300.

Pero Catlin pensó que sería mejor volver a sus cuarteles —así llamaban a los Barracones Verdes— y pensar en la Habitación, porque el instructor había dicho que podían hacerlo; y se hicieron preguntas sobre la Habitación justo hasta el momento en que había que apagar las luces.

Florian se puso nervioso a la hora de desnudarse. Nunca se había desnudado cerca de una chica, sólo ante los médicos y los técnicos, y siempre habían procurado darle algo que ponerse y volver la espalda o salir de la habitación hasta que se lo ponía. Catlin dijo que estaba bien porque eran compañeros, todos lo hacían; así que ella se quitó la falda y los pantalones, él se desnudó y ella fue a darse una ducha primero. Volvió en ropa interior limpia y arrojó la ropa sucia al canasto.

Debajo de la ropa ella era como Florian había supuesto, toda huesos y músculos. Habría pensado que en Seguridad no daban de comer bien a la gente a no ser porque acababa de tomar una de esas comidas suculentas. Ella era distinta, agradable, más delgada en el pecho, se le marcaban las costillas, y chata donde las muchachas tenían curvas. Florian nunca había visto a una chica en ropa interior. Era una ropa fina y no escondía mucho, y él trató de no mirar ni pensar acerca de la forma en que ella lo estaba observando. No estaba seguro de por qué era incorrecto pero sentía que lo era. Pero no había más remedio que seguir adelante, porque hubiera sido un desastre dormir con la ropa puesta.