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De pronto se sintió mal. No notaba las manos ni los pies, y le ardía el estómago.

Estaba en problemas. Pero Seely la cogió entre sus brazos y toda la habitación giró y se convirtió en el vestíbulo y en el dormitorio. Seely la dejó suavemente sobre la cama y le quitó los zapatos y la tapó con una manta.

Poca-cosa estaba junto a ella, sobre la colcha. Ari sacó la mano y lo tocó. No recordaba de dónde había sacado a Poca-cosa. Siempre había estado ahí. Ahora seguía estando ahí. Eso era todo. Y ahora Poca-cosa era lo único que le quedaba.

V

—Pobre niña —suspiró Justin y se sirvió vino en el vaso—. Pobre niñita, mierda, ¿no podían dejarla ir al aeropuerto?

Grant meneó la cabeza. Y bebió de su propio vino. Hizo un gesto con la mano como para advertirle que podía haber espías.

Justin se frotó los ojos. Nunca se olvidaba. Pero a veces le resultaba difícil tenerlo en cuenta.

—No es problema tuyo —dijo Grant—. No.

—Lo sé.

Eso, para los que los escucharan. Y nunca sabían, si estaban ahí, escuchando. Pensaron en formas de confundir a Seguridad, incluso pensaron en inventar un lenguaje sin relaciones gramaticales, con una sintaxis irregular yusar cinta para memorizarlo. Pero tenían miedo de despertar sospechas si empezaban a hablarlo. Así que usaban el sistema más fácil: la pizarra .Justin se estiró, la cogió y escribió: A veces me gustaría escaparme a Novgorod y conseguir un trabajo en una fábrica. Diseñamos cintas para hacer gente normal. Les damos confianza y tranquilidad y hacemos que se amen los unos a los otros. Pero los diseñadores están todos locos.

Grant escribió: Tengo una profunda fe en mis creadores y en mi supervisor. Eso me consuela.

Estás enfermo —dijo Justin, en voz alta.

Grant rió. Y luego se puso serio de nuevo, se inclinó y se apoyó en la rodilla de Justin. Los dos estaban sentados con las piernas cruzadas sobre el sofá.

—No entiendo el bien y el mal. Ya lo he decidido. Un azi no tiene derecho a manejar palabras como ésas, en el sentido cósmico. Pero para mí, tú representas todo lo bueno.

Justin se conmovió. Y los malditos destellos de cinta todavía lo molestaban. Incluso después de todos esos años, como un dolor antiguo, muy antiguo. Con Grant no importaba. Eso le proporcionaba una sensación de consuelo, como ninguna otra cosa. Puso la mano sobre la de Grant y la apretó levemente porque no podía decir nada.

—En serio —continuó Grant—. Estás en una posición muy difícil. Haces cuanto puedes. A veces, haces demasiado. Incluso yo puedo descansar. Tú deberías hacerlo.

—¿Qué puedo hacer sí Ya

—No. —Grant le sacudió la rodilla—. Puedes negarte. Puedes dejar de trabajar tantas horas. Puedes trabajar en lo que quieres. Lo dijiste tú mismo, tú sabes lo que está haciendo. No le dejes darte esto también. Niégate. No te hace falta.

Había un bebé en proceso en Fargone, una réplica de un tal Benjamin Rubin, un hombre que vivía en las instalaciones tras una pared infranqueable y trabajaba en un laboratorio que había montado Reseune.

Eso daba a Defensa algo tangible que vigilar. Y Jane Strassen, cuando llegara, se convertiría en la madre de otro de los niños del proyecto.

Él lo sabía. Le daban las entrevistas de Rubin. Le dejaban diseñar las estructuras de las cintas. No se hacía ilusiones de que las usaran sin controles previos.

No ésas, al menos. Y eso representaba un alivio después de haber diseñado cintas que funcionarían sin controles durante un año.

—Es un grado de confianza, ¿no? —La voz sonó ronca, evidenciando la tensión que él había querido ocultar.



—Te pone otro peso sobre la espalda, un peso que no te conviene.

—Tal vez sea la oportunidad de hacer algo que valga la pena. Es un proyecto importante, ¿no? Es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Tal vez pueda hacer que la vida de Rubin sea, mejor. —Se inclinó hacia delante para servir más vino. Grant se movió antes y se le adelantó—. Al menos con Rubin fueron más compasivos. Su madre vive en la estación, la ve, tiene algo a lo que aferrarse.

Y los guardias que cuidaban a un Especial. Justin sabía todo eso. Un intelectual confuso, aislado, cuyos problemas de salud habían sido graves desde muy niño, cuya relación con su madre era excesiva y desesperada, cuyo cuerpo frágil había hecho que la salud fuera una obsesión para él, cuyas preocupaciones excluían totalmente la pasión adolescente, excepto por su trabajo. Pero nada, nada de lo que había dado forma a Ari Emory. Gracias a Dios.

—Puedo hacer algo —dijo Justin—. Voy a aceptar algún trabajo en psicología de ciudadanos. Me hará bien. Es otra metodología.

Grant frunció el ceño. Podían hablar de trabajo en casa, sin preocuparse por los monitores. Pero la conversación se estaba volviendo peligrosa, tal vez ya habían sobrepasado el límite. Justin ya no estaba seguro. Se encontraba exhausto. El estudio, pensó, lo sacaría del trabajo en tiempo real. Ahora sólo quería estudiar. Grant tenía razón ,nunca había estado preparado para manejar situaciones de problemas en tiempo real. Todo le preocupaba demasiado.

Ya

—La empatía está muy bien en una entrevista. ¡Pero no tiene nada que hacer en una solución! ¡Acuérdate de a quién estás tratando!

Esto carecía de sentido para Justin. No estaba hecho para la psicología clínica. Porque si sentía el dolor en sí mismo, nunca podría resolver nada.

Incluso desde el punto de vista de Ya

Era un tipo de ultimátum, pensó Justin, un regalo que tal vez terminaría siendo lo contrario si él intentaba evitar el honor. Y tenía que pensar en eso, siempre. Incluso cuando le hacían favores.

VI

Ari se despertó con un cuerpo a su lado y recordó que se había despertado en mitad de la noche, cuando alguien se deslizaba en la cama junto a ella, y la abrazaba y le decía con la voz de Nelly:

—Estoy aquí, joven sera. Nelly está aquí.

Nelly estaba con ella por la mañana y mamá no, el dormitorio le resultaba desconocido y estaba en casa del tío Denys. Ari deseaba llorar o gritar o escaparse otra vez, correr y correr hasta que nadie pudiera encontrarla.

Pero se quedó quieta porque sabía que mamá se había ido de verdad. Y el tío tenía razón, estaba mejor que antes, pensando en el desayuno entre dos sentimientos sobre lo mucho que le dolía y lo mucho que deseaba que Nelly estuviera lejos y mamá con ella.

Pero tener a Nelly ya era algo. Le palmeó la cara hasta que Nelly se despertó. La azi la abrazó, le acarició el cabello y le dijo:

—Nelly está aquí. Nelly está aquí. —Y se echó a llorar.

Ari la abrazó .Y se sintió traicionada porque quería llorar, pero Nelly era azi y eso le haría daño. Así que fue sensata como le pedía mamá y le murmuró a Nelly que se calmara.

Nelly se calmó, dejó de sollozar y de jadear, se levantó y se vistió; y bañó a Ari, la peinó y la vistió con sus pantalones azules limpios y un suéter. Y la peinó con el cepillo hasta que el cabello se puso eléctrico y tieso.

—Tenemos que tomar el desayuno con ser Nye —dijo Nelly.

Eso estaba bien. Y fue un buen desayuno, en la mesa del tío Denys, donde había de todo. Ari comió. El tío Denys tomó dos porciones de todo y le dijo que ella y Nelly podían pasar el día en el apartamento hasta que Nelly tuviera que ir al hospital, entonces vendría Seely a cuidarla.