Добавить в цитаты Настройки чтения

Страница 65 из 117

—Maldita sea. A veces quisiera poder pedirte prestada tu cinta.

Grant meneó la cabeza.

—¿Sabes? Tienes razón en lo que se refiere a ver cosas que a mí se me escapan. Sé que tú puedes verlas. Estoy preocupado. Estoy preocupado porque sé que no observo la situación como un CIUD. Puedo analizar con lógica tus actos, pero no entiendo la contradicción.

—Quieres decir que tu camino es tan parecido al de los azi que no lo ves.

Justin no podía dejar de pensar en el debate Hauptma

—Quiero decir —continuó Grant— que si todos fuéramos azi no tendríamos este problema. Tampoco ella lo tendría: podrían implantarle su maldito psicogrupo y la niña sería exactamente lo que ellos desean. Pero no lo es. Tampoco ellos lo son. No buscan la racionalidad, no es eso lo que practican. Desde mi situación actual, tú estás tan confundido como ellos y espero que me escuches y bajes la cabeza, dejes de lado las alucinaciones y no reacciones. Todavía faltan años para que pueda surgir algún problema. Hay tiempo para prepararse.

—Tienes razón: no estamos tratando con los grupos de un azi. No van con suficiente cuidado. Si algo funciona mal en ese precioso proyecto la semana que viene, dirán que fue culpa mía. Cada vez que la niña se cruce en mi camino, dejaré de ser inocente. Inmediatamente. Los hechos no tienen nada que ver. Ella acaba de echar a perder cualquier oportunidad de que nos concedan algo con respecto a la situación de Jordan: mierda, tal vez ni siquiera dejen pasar las cartas.

—No busques el culpable. No actúes como si te sintieras responsable. Escúchame: si vas por ahí lleno de reacciones, ellos también van a reaccionar.

La voz de Ari. Desde el pasado. Contrólate, encanto. Muchacho, me doy cuenta de que estás desesperado, pero contrólate.

¿Te dan miedo las mujeres, encanto? A tu padre sí.

La Familia es una carga demasiado grande.

Justin apoyó la cabeza en las manos y supo que había perdido la poca ventaja que tenía, que lo había perdido todo, que lo había dejado ir por completo, tan a fondo como había podido, había perdido toda la rigurosidad de su lógica, todo el control, todos los mecanismos de defensa. Deambulaba por los pasillos de Reseune como un fantasma, abierto a todos, sin reacciones. Ven, soy inofensivo.

Excepto para los pocos que habían visto las cintas. Que habían visto esas malditas cintas y sabían lo que había hecho Ari, sabían por qué tenía ataques de sudor frío y por qué le molestaba que lo tocaran o se le acercaran demasiado. Especialmente Petros Ivanov, que lo había sometido a psicotest después de que Giraud y todos los demás hubieran terminado con él. Voy a hacer una pequeña intervención,había dicho Petros, palmeándole el hombro mientras él se abandonaba en la droga; habían necesitado tres hombres corpulentos de Seguridad para llevarlo al hospital y varios internos para administrarle la droga. Ordenes de Giraud. Voy a decirte que estás bien, eso es todo. Voy a decirte que estás a salvo. Has sufrido una experiencia traumática. Voy a cerrar esa época. ¿De acuerdo? Relájate. Me conoces, Justin. Sabes que estoy de tu parte.

Dios, ¿qué me han hecho? Ari, Giraud, Petros...

Se echó a llorar. Grant le puso una mano en el hombro. Grant era el único, el único que podía hacer eso. La niña le había tocado la mano. Y él había tenido un destello. Era como tocar un cadáver.

Se quedó sentado allí durante un largo rato. Hasta que oyó voces, y supo que había más gente en el patio, al otro lado. Había un cerco que podía ocultarlos. Pero Justin hizo un esfuerzo por controlarse.

—¿Justin? —dijo Grant.

—Estoy bien, mierda. —Y algo que nunca le había dicho a Grant—. Petros me hizo algo. O Giraud. O Ari. ¿No te das cuenta? ¿No ves la diferencia?

—No.

—Dime la verdad, maldita sea.

Grant se encogió, asustado. Un gesto distante, extraño. Y después, dolor. Dolor profundo.

—¿Grant? ¿Crees que me han hecho algo?

—No entiendo a los hombres —suspiró Grant.

—¡No me engañes con eso!

—Estaba a punto de decir... —Grant estaba pálido, los labios le temblaban—. Justin... vosotros, no entendéis...

—No me mientas. ¿Qué ibas a decir?

—No lo sé, Dios mío, te asustaron una y otra vez; si fueras azi, te habrías puesto como yo. Ojalá hubieras podido hacerlo. No sabes lo que te sucede por dentro. Te veo... te veo...

—Dilo, Grant.

—... todo esto..., toda esta situación te ha afectado. Es lógico. Aprendes. Te adaptas.

—Eso no es lo que te pregunto. ¿Me hicieron algo?



—No lo sé —dijo Grant. Casi tartamudeaba—. No lo sé. No puedo juzgar los psicogrupos de los CIUD.

—Puedes juzgar el mío.

—No me acorrales, Justin. No lo sé. No lo sé y no sé cómo averiguarlo.

—Estoy dañado, manipulado. ¿Eso es lo que ves? Dilo. Vamos. Ayúdame, Grant.

—Creo que tienes cicatrices. No sé si Petros te ayudó o te perjudicó.

—O me empujó hasta el fondo y me hizo lo mismo que Ari. La niña... —Había sido un golpe. Un golpe severo. Un escape en el tiempo. Tengo miedo de los destellos de cinta. Los evito. Me protejo de esa época. Eso en sí mismo es una decisión, ¿no es cierto?

Petros: Voy a cerrar esa época.

Emparedarla.

Dios, es un bloqueo psíquico. O podría serlo.

No eran amigos míos. Ni de Jordan. Lo sé.

Aspiró con brusquedad. Estoy bloqueando todo lo que aprendí de ella. Le tengo pánico.

—¿Justin?

La niña lo disparó. La niña me llevó a los días anteriores a Petros. Anteriores a Giraud. Al tiempo en que solamente Ari existía.

Al tiempo en que creía que nada podía afectarme. Y aquella noche, entré por la puerta de Ari pensando que tenía el control de todo lo que iba a suceder.

Dos segundos después, comprendí que no.

La Familia es una carga.

¿Qué me estaba diciendo?

¿Justin?

¿Ella quería que Reseune se convirtiera en esto? ¿Le habría gustado que la niña estuviera en manos de Giraud? Mierda, Ari lo tenía en el bolsillo cuando estaba viva. Pero ahora...

—¡Justin!

Se dio cuenta de que Grant lo estaba sacudiendo. Asustado, muy asustado.

—Estoy bien —murmuró—. Estoy bien.

Sintió que la mano de Grant se cerraba en la suya. La mano cálida de Grant. El viento lo había atravesado y se había ido. No sabía lo que estaba contemplando. El jardín. El estanque.

—Grant..., sea o no sea Ari reencarnada, esa niña es inteligente. Se dio cuenta de cómo manipularlos. Creo que se trata de eso. Se dio cuenta de lo que querían. ¿No es eso lo que decías de los sujetos de Hauptma

—Justin. Basta. Vámonos. Hace frío aquí afuera.

—¿Crees que me colocaron un bloqueo psíquico? —Justin volvió a arrastrarse fuera del pasado; miró la cara pálida de Grant, mordida por el frío—. Dime la verdad, Grant.

Un largo silencio. Grant respiraba con dificultad. Se controlaba. No era necesaria mucha habilidad técnica para darse cuenta de eso.

—Creo que tal vez lo hicieron —dijo Grant finalmente. Su mano lo apretaba tanto que le dolía. La voz de Grant temblaba un poco—. Desde entonces he hecho cuanto estaba en mi mano. No me falles. No dejes que te echen de nuevo el guante. Lo harán si les das una excusa. Sabes que pueden hacerlo.

—No me doy por vencido. No. Sé lo que me hicieron. —Justin suspiró y abrazó a Grant, se recostó contra él, agotado—. Estoy bien. Tal vez más que en los últimos seis años.