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Shade compuso estos versos el martes 14 de julio. ¿Qué hacía Gradus ese día? Nada. El destino combinatorio descansa sobre sus laureles. Lo vimos por última vez el atardecer del 10 de julio, cuando volvía de Lex a su hotel de Ginebra, y allí lo dejamos.

Gradus pasó los cuatro días siguientes haciéndose mala sangre en Ginebra. La paradoja divertida con estos hombres de acción es que tienen que soportar constantemente largos períodos de ociosidad que son incapaces de llenar con nada, privados como están de los recursos de un espíritu intrépido. Como mucha gente de poca cultura, Gradus era un lector voraz de periódicos, folletos, impresos y de esa literatura poliglota que acompaña las gotas nasales y las píldoras digestivas; pero esto resumía sus concesiones a la curiosidad intelectual, y como su vista no era demasiado buena y el consumo posible de noticias locales bastante limitado, tenía que confiar en gran medida en el letargo de las terrazas de los cafés y en el expediente del sueño.

Cuánto más felices son los indolentes despiertos, los monarcas entre los hombres, los ricos cerebros monstruosos que pueden sacar un goce intenso y transportes de entusiasmo desde la balaustrada de una terraza, al crepúsculo, de las luces y el lago que dominan, de las formas de las montañas distantes que se funden en el damasco oscuro del poniente, de las coniferas negras sobre el fondo de tinta pálida del cénit, y de los movimientos granates y verdes del agua a lo largo de la costa silenciosa, triste y prohibida. ¡Oh, mi dulce Boscobel! Y los tiernos y terribles recuerdos, y la vergüenza y la gloria, y las enloquecedoras intimaciones, y la estrella que ningún miembro del partido podrá alcanzar jamás.

El miércoles por la mañana, siempre sin noticias, Gradus telefoneó al cuartel general diciendo que le parecía imprudente seguir esperando y que estaría en el Hotel Lazuli, en Niza.

Versos 397-608: los pensamientos a que deberíamos recurrir, etc.

Este pasaje debería ir asociado en el espíritu del lector con la extraordinaria variante dada en la nota precedente, pues sólo una semana más tarde iban a juntarse en la vida real, en la muerte real, Tanagradormido y "las regias manos".

De no haber escapado, nuestro Charles II hubiera podido ser ejecutado; es lo que seguramente hubiese ocurrido de haber sido aprehendido entre el palacio y las Grutas de Rip-pleson; pero rara vez sintió durante la huida los gruesos dedos del destino; sintió que tanteaban en su busca (como los de un viejo y siniestro pastor asegurándose de la virginidad de una de sus hijas) cuando se deslizaba, aquella noche, por el flanco húmedo y cubierto de helechos del Monte Mandevil (véase nota al verso 149), y al día siguiente, a una altura más fantástica, en el azul capitoso, cuando el montañés se da cuenta de que tiene un compañero fantasma. Varias veces aquella noche nuestro Rey se arrojó al suelo con la desesperada resolución de quedarse allí hasta el alba, en que podría desplazarse con menos torméntos, por más riesgos que corriera. (Pienso en otro Charles, otro hombre alto y oscuro, de casi dos metros.) Pero todo esto era más bien físico o neurótico, y sé perfectamente bien que mi Rey, si hubiera sido atrapado y condenado y conducido delante del pelotón de fusilamiento, se habría comportado como lo hace en los versos 606-608: así hubiera mirado a su alrededor con insolente desenvoltura, y así hubiera podido

abrumar a nuestros inferiores con sarcasmos, alegremente ridiculizar

a los imbéciles dedicados a la causa, y escupirles

en los ojos, sólo por pasar el rato.

Permítaseme concluir esta importante nota con un aforismo más bien antidarwiniano: El que mata es siempreinferior a su víctima.

Verso 603: escuchar el canto distante de los gallos

Se recordará la admirable imagen de un poema reciente de Edsel Ford:

Y a menudo cuando el gallo cantaba, encendiendo el fuego

en la mañana y el brumoso henil

Henil (en zemblano muwan) es el campo contiguo a un granero.

Versos 609-614: Tampoco se puede ayudar, etc.





Este pasaje es diferente en el borrador:

509 Tampoco se puede ayudar al exiliado que la muerte atrapa

en una posada cualquiera expuesta al soplo ardiente

de esta América, esta noche húmeda:

a través de las persianas las bandas de luz coloreada

buscan a tientas su cama -magos del pasado

con gemas filtros- y la vida pasa rápidamente.

Esto describe bastante bien "una posada cualquiera": una cabaña de madera, con un cuarto de baño embaldosado donde trato de coordinar estas notas. Al principio me molestó mucho el estruendo de una diabólica música de radio que venía de lo que me pareció una especie de parque de atracciones del otro lado del camino -resultó ser un campamento de turistas- y estaba pensando en trasladarme a otro lugar, cuando se me anticiparon. Ahora está más tranquilo, salvo un viento irritante que repiquetea al pasar entre los álamos marchitos, y Cedarn es de nuevo una ciudad fantasma, y no hay veraneantes estúpidos o espías que me miren, y mi pequeño pescador en blue-jeansya no está en su roca en medio del arroyo y quizá sea mejor así.

Verso 613: dos lenguas

Inglés y zemblano, inglés y ruso, inglés y letón, inglés y estonio, inglés y lituano, inglés y ruso, inglés y ucranio, inglés y polaco, inglés y checo, inglés y ruso, inglés y húngaro, inglés y rumano, inglés y albano, inglés y búlgaro, inglés y servocroata, inglés y ruso, norteamericano y europeo.

Verso 619: yema del tubérculo

El juego de palabras germina (ver verso 502).

Verso 627: El gran Starover Blue

Es de suponer que se obtuvo el permiso del Profesor Blue pero aun así, sumir a una persona real, por muchas que sean su complacencia y su buena voluntad, en un ambiente inventado donde tiene que desempeñar un papel de acuerdo con la invención, nos sorprende como recurso de singular mal gusto, sobre todo cuando los otros personajes reales, salvo los miembros de la familia, naturalmente, llevan seudónimo en el poema.

No hay duda de que este nombre es de lo más tentador. La estrella por encima del azul conviene eminentemente a un astrónomo aunque en realidad ni su nombre ni su apellido guardan la menor relación con la bóveda celeste: le pusieron el primero en recuerdo de su abuelo, un starovérruso (con acento, dicho sea de paso, en la última sílaba), es decir, Viejo Creyente (miembro de una secta cismática) llamado Sinyavin, de siniy, "azul", en ruso. Este Sinyavin emigró de Saratov a Seattle y tuvo un hijo que se cambió el apellido por Blue y se casó con Stella Lazurchik, una kasubeana norteamericanizada. Así dicen. El bueno de Starover Blue se quedará probablemente sorprendido del epíteto que le aplica un Shade burlón. El escritor se siente movido a rendir aquí un pequeño homenaje al amable viejo excéntrico, adorado por todo el mundo en la Universidad y apodado por los estudiantes Coronel Starbottle, evidentemente a causa de su excepcional afición a la buena mesa. Después de todo, había otros grandes hombres alrededor de nuestro poeta… Por ejemplo, el distinguido erudito zemblano Oscar Nattochdag.