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Hombres y caballos estaban derrengados por esta etapa. Así que se decidió hacer un alto de tres días en Kocharovsk.

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A través de la taiga

El 6 de junio nos marchamos de Kocharovsk. Después del reposo, nuestros caballos avanzaron mucho más rápidos. Pero nosotros fuimos perseguidos por un enjambre de zánganos y de gnouss.Fue la retaguardia la que sufrió más, pues los terribles insectos se apiñaron principalmente hacia la cola de una de sus columnas. Así que fue necesario reforzar por turno la distribución de nuestros caballos y de nuestros soldados.

A partir del pueblo, el camino se extiende a lo largo de la orilla derecha del Ula-khé. Una sola vez, en un lugar en donde este curso de agua baña el acantilado de la orilla, el camino se adentra en la montaña, pero alcanza de nuevo el valle una vez pasado este corto tramo.

Los rododendros estaban en plena floración, adornando y coloreando de un violeta púrpura los roqueros. El valle del Fudzin parece una pradera. Algunos viejos robles, tilos de ramaje abundante y sauces nudosos crecen aisladamente. Las colinas vecinas están cubiertas de bosques variados donde dominan no obstante los pinos y los abetos blancos.

La belleza un poco salvaje de este país se atenúa por la presencia de seres humanos. Semejantes a codornices escondiéndose delante de los cazadores, se veían aquí y allá, entre los árboles, pequeñas fanzasgrises habitadas por chinos. Alrededor de ellas se extendían campos de cereales y huertos. Había profusión de todo: trigo, maíz, alforfón, avena... adormideras de las que proporcionan narcóticos, habichuelas, tabaco y gran cantidad de otras plantas que yo no conocía. Más cerca de las fanzascrecían habas y patatas, y también rábanos, calabazas, coles, lechugas, nabos, pepinos y toda clase de cebollas y guisantes. En los campos, se veían por todas partes las siluetas azules de los chinos, que interrumpían su trabajo para seguirnos largamente con sus miradas. La aparición de un destacamento militar parecía turbarlos seriamente; la presencia de nuestros caballos de carga les indicaba que veníamos de lejos y estábamos todavía lejos de nuestra meta.

Me dirigí hacia una de las fanzas.Los perros, olfateando la proximidad de extranjeros, ladraron furiosamente y se arrojaron a nuestro encuentro. El patrón mismo, atraído por el ruido, salió de su casa y dijo en seguida a sus obreros que ayudaran a nuestros soldados a desensillar los caballos. La fanzachina es una construcción curiosa. Los muros de tierra arcillosa sostienen un techo a dos aguas construido con cañas. Las ventanas en forma de verja están recubiertas de papel pegado y ocupan casi toda la fachada principal; por el contrario, faltan en las fachadas posteriores y laterales, En el interior, a ambos lados de la puerta de entrada, hay estufas bajas, construidas en piedra, que contienen calderas de hierro sólidamente fijadas con cemento. Sus chimeneas se extienden horizontalmente por los muros, caldeando los kangspor debajo. Estas camas están hechas en piedra tallada y sirven para dormir. Su longitud corresponde a la talla humana y están recubiertas de esteras. Los chinos duermen desnudos, con la cabeza posada hacia el centro de la habitación y los pies extendidos hacia el muro.



En medio de la fanza,una vieja caldera, muy a menudo rajada, está colocada sobre un trípode. Llena de arena y de cenizas, sirve de brasero donde se colocan carbones ardientes, sacados de las estufas, cuando los alimentos están prestos y los kangssuficientemente calientes. Si hay que recalentar los alimentos, los chinos encienden fuego simplemente en este brasero. A causa de lo cual todo objeto que supera la talla de un hombre se encuentra ahumado y cubierto de una espesa capa de polvo.

Nos instalamos en fanza comosi estuviéramos en nuestra propia casa. Los chinos se esforzaban por adivinar todos nuestros deseos...

Después de comer, fui a ver las cuevas. La mitad de una de estas construcciones estaba destinada a destilar alcohol. La otra contenía un molino compuesto de dos muelas, de las cuales la inferior quedaba inmóvil. La fuerza motriz estaba a cargo de un caballo que giraba en redondo, con los ojos vendados, asegurando la rotación de la muela superior. La harina se separa del salvado con la ayuda de un tamiz, colocado en una moldura especial puesta en movimiento por los pies de un hombre. El mismo operario incitaba al caballo y vertía el grano sobre las muelas.

Cerca de este molino había un almacén donde se guardaba habitualmente el stock de granos y los géneros más diversos. Había un poco de todo: pieles de bestias, astas de ciervo, piel de oso, pieles de cibelinas y de ardillas, bujías y pergaminos, rollos de té, hachas de repuesto, útiles de carpintero y de hortelano, arcos para trampas, lanzas de cazador, fusiles a mecha, dispositivos para ajustarse las cargas sobre la espalda, vestimentas, vajilla sin utilizar, daba [12]china azul, tejidos de colores blanco y negro, mantas, suelas de zapatos nuevas, hierba seca para el calzado, cuerdas y, en fin, recipientes de anteca llamados tuluzas.Estos últimos son cestas de varillas trenzadas, revestidos de un material parecido al papel, pero impermeable hasta el punto de resistir incluso al alcohol, que recuerdan las botellas chatas con grandes golletes. Estos mismos recipientes, pero de dimensiones reducidas, sirven a los chinos cuando van de excursión para llevar aceite de haba. A manera de tapón, se pone habitualmente un tronco de maíz envuelto en un trapo. Estos objetos se fabrican a falta de vajilla de vidrio o de piedra.

Al lado de una fanzavecina, se estaba procediendo a templar los panty [13].

Fui allí para ver cómo se hacía. Aquello se efectuaba al aire libre. El fuego calentaba el agua contenida en una gran marmita colocada sobre tres piedras. El chino encargado de la tarea se aplicaba con cuidado a no dejar que el agua llegara al estado de ebullición. Tenía en la mano un pequeño tenedor de madera, en el cual estaban enganchados los pantys.Después de haber empapado ligeramente estos cuernos de ciervo en el agua, el chino los retiraba para enfriarlos un poco, soplando por encima; después los sumergía de nuevo y los refrescaba todavía con la ayuda de su aliento. Esta especie de cocción se repite todos los días, hasta que los pantysse hacen oscuros y duros. Preparados así, los cuernos pueden conservarse durante años. Pero si se supera la duración de esas inmersiones consecutivas en agua caliente, aunque sea por dos o tres segundos cada vez, los cuernos se rajan y pierden su valor. Cuando regresé, la jornada había terminado. En el momento en que el sol tocó el horizonte, los chinos cesaron sus trabajos, como si obedeciesen a una orden, y volvieron a sus casas, sin manifestar, por otra parte, la menor prisa. Los campos quedaron desiertos.

De regreso en la fanza,me puse a escribir mi diario como de costumbre. Dos chinos se sentaron a continuación a mi lado para observar mi mano, y se asombraron de la rapidez de mi escritura. Como ocurrió que tracé maquinalmente algunas palabras sin mirar el papel, dieron un grito de admiración. Al instante muchos otros chinos saltaron de sus camas y, al cabo de algunos minutos, estaba rodeado de casi todos los habitantes de la fanza,pidiéndome todos sin cesar que repitiera mi hazaña.