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Pronto estuvo embarazada, y no de él. Dio a luz un nino; inmediatamente volvió a quedar embarazada —otra vez no de él— y alumbró a una niña. El niño era cojo y perverso; la niña, obtusa, obesa y casi ciega. A raíz de sus defectos ambos niños terminaron en su jardín de infantes, y resultaba extraño ver a Marthe tan ágil, suave y so

—Ciudadanos, hay entre nosotros un...—. Aquí siguió una extraña, casi olvidada palabra, y el viento silbó entre los algarrobos, y Cinci

—Mañana, probablemente —dijo Cinci

Por un momento todos guardaron silencio; el jarro de barro con agua en el fondo que había ofrecido de bebei a todos los prisioneros del mundo; las paredes con sus brazos sobre los hombros unas de otras como un cuarteto discutiendo un secreto cuadrado en inaudibles murmullos, la araña de terciopelo, por alguna razón parecida a Marthe; los inmensos libros negros sobre la mesa...

—Qué equivocación —dijo Cinci

Sonó el trueno de hierro del cerrojo, y Cinci

Cinci

CAPÍTULO III

Cinci



Aun cuando el día anterior se había preparado para tal despertar, aun así, no pudo controlar su respiración ni los latidos de su corazón. Cerrándose la bata sobre el corazón para que éste no pudiera ver —calma, no es nada (como le habla uno a un niño en el momento de un desastre increíble)— cubriendo su corazón e incorporándose apenas, Cinci

Sin embargo, le torturaron durante un par de minutos más. Repentinamente la puerta se abrió, y deslizándose, su abogado entró bruscamente. Estaba desarreglado y sudoroso. Se toqueteaba el puño izquierdo de la camisa y sus ojos lo miraban todo a su alrededor.

—Perdí un gemelo —exclamó jadeando rápidamente, como un perro—. Tiene que —choqué contra algo cuando estaba con la pequeña Emmie— es tan traviesa —de los faldones— cada vez que entro —y el asunto es que yo oí algo— pero no le di ninguna —mire, la cadena debe— yo los apreciaba mucho— bueno, ahora ya es tarde —quizás todavía— le prometí a todos los guardias —es una pena, sin embargo.

—Un tonto error de entresueños —dijo Cinci

—Oh, gracias, no se preocupe, no es nada —murmuró distraído el abogado. Y con los ojos literalmente fregaba los rincones de la celda. Estaba claro que se encontraba fuera de sí por la pérdida de tan precioso objeto. Estaba claro. La pérdida del objeto lo ponía fuera de sí. El objeto era precioso. Se encontraba fuera de sí por la pérdida del objeto.

Con un débil gemido Cinci

—Cuando venía para acá, a verlo a usted —dijo el abogado—, me sentía tan liviano y alegre... Pero ahora esta bagatela me ha apenado, porque, después de todo, estará de acuerdo en que es una bagatela; hay cosas más importantes. Bueno, ¿cómo se siente?

—En ánimo para una charla confidencial —respondió Cinci

—A su servicio —dijo el abogado, encantado de que por fin Cinci

—De modo que es por eso que quiero preguntarle: ¿por qué motivo se niegan ellos a decirme la fecha exacta de la ejecución? Un momento, todavía no he terminado. El así llamado director evita darme una respuesta precisa, y alude que —¡un momento!—. Quiero saber, en primea lugar, quién tiene la total y absoluta autoridad para señalar, el día. Quiero saber, en segundo lugar, cómo obtener algo sensato de esta institución, o individuo, o grupo de individuos...