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Aquí terminó la página y Cinci

«...muerte», escribió en ella, continuando su frase, pero inmediatamente tachó esa última palabra; debía decirlo de otra manera, con mayor precisión: «ejecución», o quizá «dolor» o «partida» o algo por el estilo; dándole vueltas al lápiz entre sus dedos, se quedó pensando, y vio una pequeña pelusa marrón sobre el borde de la mesa, justo en el sitio donde había palpitado la polilla hacía un momento; y recordándola, Cinci

El atractivamente pintado M'sieur Pierre hizo una reverencia juntando sus botas de charol y dijo con un cómico falsetto.

—El carruaje aguarda, si gusta, señor.

—¿adónde vamos? —preguntó Cinci

—Adonde, adonde... —se burló M'sieur Pierre—. Usted sabe adonde. A jugar al carnicero.

—Pero no nos tenemos que ir en este mismo momento, ¿no? —preguntó Cinci

—Sí, en este mismo momento. Por todos los cielos, amigo mío, ha tenido usted casi tres semanas para prepararse. Podría pensarse que es tiempo suficiente. Estos son mis ayudantes, Rod y Rom, por favor sea amable con ellos. Tendrán un aspecto mezquino, pero son diligentes.

—Hacemos lo que podemos —zumbaron los tipos.

—Casi me olvido —continuó M'sieur Pierre—, de acuerdo con la ley aún tiene usted derecho a... Roman, muchacho, ¿quieres alcanzarme la lista?

Roman, con exagerada prisa sacó de debajo del forro de su gorra una tarjeta ribeteada de negro, doblada en dos; mientras la sacaba, Rodrig seguía palmeándose mecánicamente los costados, como buscando algo en sus bolsillos, sin apartar sus imbéciles ojos de su camarada.



—Para simplificar las cosas —dijo M'sieur Pierre— he aquí preparado un menú de últimos deseos. Puede usted elegir uno y sólo uno: o una breve excursión al baño; o una rápida inspección a la colección de postales francesas de la prisión; o... ¿qué es esto...? número cuatro escribir una nota al director expresando... expresando su gratitud por su considerado... ¡Bueno, nunca lo hubiera creído! ¡Rodrig, so bribón! ¡Esto lo has agregado tú! ¡No comprendo cómo te has atrevido! ¡Éste es un documento oficial! Vaya, es un insulto personal para mí, que soy tan meticuloso en el cumplimiento de las leyes, que trato con tanto empeño de...

En su enojo M'sieur Pierre arrojó la tarjeta al suelo; Rodrig inmediatamente la recogió y la alisó murmurando con acento culpable:

—No se enoje... no fui yo, fue Romka el de la broma... y conozco las reglas. Aquí todo está en orden... todos los deseos du jour... o si no á la carte.

—¡Ultrajante! ¡Intolerable! —gritaba M'sieur Pierre mientras se paseaba de arriba a abajo por la celda—. No me encuentro bien, y a pesar de todo cumplo con mis deberes. Me sirven pescado podrido, me ofrecen una despreciable prostituta, me tratan con inusitada falta de respeto, y luego esperan que haga un buen trabajo. ¡No, señor! ¡Basta! ¡La copa de mis sufrimientos se ha colmado! Simplemente, renuncio, háganlo ustedes, cuartéenlo, hagan una carnicería, arruinen mi instrumento...

—Usted es el ídolo del público —dijo obsequioso Roman—. Se lo imploramos, cálmese, Maestro. Si algo no ha estado bien, fue simplemente el resultado de una distracción, un tonto error, un tonto error fruto del exceso de celo, ¡y solamente eso! De modo que perdónenos, no querría el mimado de las mujeres, el preferido de todos, cambiar esa iracunda expresión por la sonrisa con la cual acostumbra distraer...

—Está bien, está bien, suficiente charlatán —dijo M'sieur Pierre aplacándose un poco—. De todos modos, yo cumplo con mis obligaciones mucho mejor que otros que no nombro. Está bien, les perdono. Pero todavía tenemos que decidir lo del maldito último deseo. Bueno, ¿qué ha elegido usted? —le preguntó a Cinci

—Terminar de escribir algo —murmuró Cinci

—No entiendo lo que dice —dijo M'sieur Pierre—. Quizás alguien lo comprenda, pero yo no.

Cinci

—Que sean dos minutos y medio —dijo M'sieur Pierre sacando su grueso reloj—. ¿Cede usted medio minuto, amigo? ¿No? Bueno, róbelo nomás, yo estoy de acuerdo.

Se recostó contra la pared adoptando una postura de descanso; Roman y Rodrig siguieron su ejemplo, pero Rodrig se enredó con su propio pie y estuvo a punto de caerse, mirando con pánico al maestro.