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”Éste es el terrible peligro, Frodo. Él creyó que el Único había sido destruido, que los Elfos lo habían destruido, como tendría que haber sucedido en realidad. Ahora sabe que no fue así, y que lo encontraron hace un tiempo. Así que no hace otra cosa que buscarlo y buscarlo, incesantemente. Vive de esa esperanza, y esa esperanza es nuestro temor.

—¿Por qué, por qué no lo destruyeron? —exclamó Frodo—. ¿Cómo el Enemigo pudo perderlo, si era tan poderoso, y tan valioso para él?

Apretó el Anillo en la mano, como si ya viera unos dedos oscuros que se alargaban para robárselo.

—Se lo quitaron —respondió Gandalf—. El poder de resistencia de los Elfos era mayor mucho tiempo atrás; y no todos los Hombres se habían apartado de ellos. Los Hombres de Oesternesse acudieron entonces a ayudarlos. Éste es un capítulo de historia antigua que sería bueno recordar, pues en aquella época había también aflicción y oscuridad crecientes pero asimismo había mucho valor, y grandes hazañas que no fueron totalmente vanas. Quizá algún día te contaré toda la historia o la oirás por boca de alguien que la conozca mejor.

”Por el momento, pues necesitas saber sobre todo cómo el Anillo llegó aquí, lo que es bastante, no diré más. Fueron Gil-galad, el Rey de los Elfos, y Elendil, de Oesternesse, quienes derrocaron a Sauron, aunque murieron en la lucha. El hijo de Elendil, Isildur, cortó el Anillo de la mano de Sauron y se quedó con él. Sauron fue vencido; el espíritu desapareció, ocultándose por muchos años, hasta que la Sombra tomó nueva forma en el Bosque Negro.

”Pero el Anillo se había perdido. Cayó a las aguas del Río Grande, el Anduin. Desapareció cuando Isildur, que iba hacia el norte siguiendo la margen este del río, fue asaltado por los Orcos de la Montaña, cerca de los Campos Gladios. Los Orcos de la Montaña mataron a casi toda su gente. Isildur se zambulló en las aguas, el Anillo se le salió del dedo mientras nadaba, y entonces los orcos lo vieron, y lo mataron a flechazos.

Gandalf hizo una pausa.

—Allí, en los lagos oscuros, en medio de los Campos Gladios —continuó—, el Anillo murió para la tradición y la leyenda. Ahora sólo unos pocos conocen la historia, y el mismo Concilio de los Sabios no pudo descubrir más, pero al fin sé cómo continúa.

”Mucho después, pero aún en un pasado remoto, vivía junto a las márgenes del Río Grande, en los límites de las Tierras Ásperas, una gente pequeña, sedentaria, y diestra. Creo que eran de raza hobbit, emparentados con los padres de los padres de los Fuertes, pues amaban el río y a menudo nadaban en él, o construían pequeños botes de caña. Había entre ellos una familia de gran reputación, por ser más numerosa y más rica que la mayoría, encabezada por una abuela austera y docta en cuestiones tradicionales. El más preguntón y curioso de esa familia se llamaba Sméagol. Se interesaba en las raíces y orígenes subterráneos; se zambullía en lagos profundos, cavaba bajo los árboles y plantas, y abría túneles en los montículos verdes. Un día dejó de mirar hacia arriba, a la cima de las montañas, las hojas de los árboles o las flores que se elevaban en el aire; llevaba la cabeza y los ojos vueltos siempre hacia abajo.

”Sméagol tenía un amigo, Déagol, muy parecido, aunque de mirada más aguda, y no tan fuerte y rápido. En una ocasión tomaron un bote y fueron a los Campos Gladios donde crecían matorrales de lirios y junquillos. Una vez allí, Sméagol comenzó a curiosear por las márgenes, mientras Déagol permanecía sentado en el bote, pescando. De repente un pez grande picó el anzuelo, y antes de darse cuenta de lo que ocurría, Déagol se vio arrastrado al agua, hasta el fondo. Se dejó llevar, porque creyó ver algo brillante allá en el fondo del río, y conteniendo la respiración extendió la mano y lo alcanzó. Luego salió a la superficie, chorreando, con hierbas en los cabellos y un puñado de barro, y nadó hacia la orilla. Se quitó el barro de la mano, y oh qué era aquello, un hermoso anillo de oro que brillaba y centelleaba a la luz, y le alegraba el corazón. Sméagol había estado observándolo desde detrás de un árbol, y mientras Déagol se deleitaba mirando el anillo, se le acercó en silencio.

”«Dámelo, Déagol, mi querido», dijo Sméagol por sobre el hombro de su amigo.

”«¿Por qué?»





”«Porque es mi cumpleaños, querido, y lo quiero para mí», respondió Sméagol.

”«No me importa —contestó Déagol—. Ya te di un regalo; más de lo que estaba a mi alcance. El anillo lo encontré yo y me lo guardaré.»

”«¿De veras, querido?», dijo Sméagol, y tomó a Déagol por la garganta y lo estranguló, pues el oro era brillante y hermoso. Luego se puso el anillo en el dedo.

”Nadie pudo descubrir qué había sido de Déagol. Había sido asesinado lejos de la casa y el cadáver estaba bien escondido. Sméagol volvió solo y descubrió que la familia no podía verlo, cuando tenía puesto el anillo. El hallazgo lo entusiasmó, y ocultó el anillo empleándolo para descubrir secretos, y poniendo este conocimiento al servicio de fines torcidos y maliciosos. Alcanzó a tener ojo avizor y oído alerta para todo lo que fuera dañino. El anillo le había dado poder, de acuerdo con su talla moral. Se hizo muy impopular y los parientes se mantenían apartados (cuando él era visible). Lo pateaban y él les mordía los pies. Se acostumbró a robar y andar de aquí para allá, murmurando entre dientes y gorgoteando, y por eso lo llamaron Gollum. Lo maldijeron y le ordenaron que se fuera lejos. La abuela, deseando tener paz, lo expulsó de la familia y lo echó de la cueva.

”Gollum anduvo, vagabundo y a solas, lloriqueando por la crueldad del mundo; remontó el Río hasta un arroyo que fluía de las montañas, y siguió esa dirección. Pescó en lagos profundos con dedos invisibles y se comió los pescados crudos. Un día de mucho calor, estando agachado junto a un lago sintió que algo le quemaba la nuca y que una luz deslumbrante que venía del agua le lastimaba los ojos húmedos. Se preguntó qué sería eso, pues casi se había olvidado del sol. Por última vez miró hacia arriba, y lo amenazó con el puño.

”Cuando bajó los ojos, vio en la lejanía las cimas de las Montañas Nubladas de donde nacía el arroyo, y pensó de pronto: «Bajo aquellas montañas habrá fresco y sombra. El sol no podrá mirarme allí. Las raíces de esas montañas tienen que ser verdaderas raíces. Hay allí sin duda grandes secretos enterrados que nadie ha descubierto todavía».

”Gollum viajó pues durante la noche hacia las Tierras Altas y allí encontró una pequeña caverna de la que salía el arroyo sombrío. Fue abriéndose paso como un gusano hacia el corazón de las colinas y desapareció para el mundo. El Anillo bajó con él a las sombras, y ni siquiera aquel que lo había fabricado, cuando recobró de nuevo el poder, pudo averiguar qué había ocurrido.

—¡Gollum! —exclamó Frodo—, ¿Gollum? ¿Quieres decir que es el mismo Gollum que Bilbo encontró? ¡Qué espanto!

—Me parece que es una historia triste —dijo el mago—, que podría haberle sucedido a otros, también a algunos hobbits que he conocido.

—No puedo creer que Gollum estuviera emparentado con los hobbits, ni de lejos —dijo Frodo acalorado—. ¡Qué abominable idea!