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Cuando el invierno comienza a morder

y las piedras crujen en la noche helada

de charcos negros y árboles desnudos

no es bueno viajar por tierras ásperas.

”Me temo que ésa sea justamente tu suerte.

—Yo también temo que ésa sea la suerte de Frodo —dijo Gandalf—. No podemos partir hasta que sepamos algo de los Jinetes.

—Pensé que habían sido destruidos en la crecida —dijo Merry.

—Los Espectros del Anillo no pueden ser destruidos con tanta facilidad —dijo Gandalf—. Llevan en ellos el poder del amo, y resisten o caen junto con él. Esperamos que hayan quedado todos a pie y sin disfraces, de modo que durante un tiempo serán menos peligrosos; pero no lo sabemos bien todavía. Entretanto, Frodo, trata de olvidar tus dificultades. No sé si puedo hacer algo que te sirva de ayuda; pero te soplaré un secreto: alguien dijo que este grupo necesitaba una inteligencia. Tenía razón. Creo que iré contigo.

Tan grande fue la alegría de Frodo al oír este anuncio que Gandalf dejó el alféizar de la ventana, donde estaba sentado, y se sacó el sombrero haciendo una reverencia.

—Sólo dije Creo que iré. No cuentes aún con nada. En este asunto, Elrond tendrá mucho que decir, y también tu amigo Trancos. Lo que me recuerda que quiero ver a Elrond. No puedo demorarme más.

—¿Cuánto tiempo crees que estaré aquí? —le preguntó Frodo a Bilbo, una vez que Gandalf se retiró.

—Oh, no sé. En Rivendel se me van los días sin darme cuenta —dijo Bilbo—. Pero bastante tiempo, creo. Podremos tener muchas buenas charlas. ¿Qué te parece si me ayudas con el libro, y empiezas el próximo? ¿Has pensado en algún final?

—Sí, en varios; todos sombríos y desagradables —dijo Frodo.

—¡Oh, eso no sirve! —dijo Bilbo—. Los libros han de tener un final feliz. Qué te parece éste: y vivieron juntos y felices para siempre.





—Estaría bien, si eso llegara a ocurrir —dijo Frodo.

—Ah —dijo Sam—. ¿Y dónde vivirán? Es lo que me pregunto a menudo.

Durante un rato los hobbits continuaron hablando y pensando en el viaje pasado y en los peligros que les esperaban en el futuro; pero era tal la virtud de la tierra de Rivendel que pronto se sintieron libres de miedos y ansiedades. El futuro, bueno o malo, no fue olvidado, pero ya no tuvo ningún poder sobre el presente. La salud y la esperanza se acrecentaron en ellos, y estaban contentos, tomando los días tal como se presentaban, disfrutando de las comidas, las charlas y las canciones.

Así el tiempo pasó deslizándose, y todas las mañanas eran hermosas y brillantes, y todas las noches claras y frescas. Pero el otoño menguaba rápidamente; poco a poco la luz de oro declinaba transformándose en plata pálida, y unas hojas tardías caían de los árboles desnudos. Un viento helado empezó a soplar hacia el este desde las Montañas Nubladas. La Luna del Cazador crecía en el cielo nocturno, y todas las estrellas menores huían. Pero en el horizonte del sur brillaba una estrella roja. Cuando la luna menguaba otra vez, el brillo de la estrella aumentaba, noche a noche. Frodo podía verla desde la ventana, hundida en el cielo, ardiendo como un ojo vigilante que resplandecía sobre los árboles al borde del valle.

Los hobbits habían pasado cerca de dos meses en la Casa de Elrond, y noviembre se había llevado los últimos jirones del otoño, y concluía diciembre, cuando los exploradores comenzaron a volver. Algunos habían ido al norte, más allá del nacimiento del Fontegrís, internándose en los Páramos de Etten; y otros habían ido al oeste, y con la ayuda de Aragorn y los Montaraces llegaron a explorar las tierras todo a lo largo del Aguada Gris, hasta Tharbad, donde el viejo Camino del Norte cruzaba el río junto a una ciudad en ruinas. Muchos habían ido al este y al sur; y algunos de ellos habían cruzado las Montañas entrando luego en el Bosque Negro, mientras que otros habían escalado el paso en las fuentes del Río Gladio, descendiendo a las Tierras Ásperas y atravesando los Campos Gladios hasta llegar al viejo hogar de Radagast en Rhosgobel. Radagast no estaba allí, y volvieron cruzando el desfiladero que llamaban Escalera del Arroyo Sombrío. Los hijos de Elrond, Elladan y Elrohir, fueron los últimos en volver; habían hecho un largo viaje, marchando a la vera del Cauce de Plata hasta un extraño país, pero de sus andanzas no hablaron con nadie excepto con Elrond.

En ninguna región habían tropezado los mensajeros con señales o noticias de los Jinetes o de otros sirvientes del Enemigo. Ni siquiera las Águilas de las Montañas Nubladas habían podido darles noticias frescas. Nada se había visto ni oído de Gollum; pero los lobos salvajes continuaban reuniéndose, y cazaban otra vez muy arriba del Río Grande. Tres de los caballos negros aparecieron ahogados en las aguas crecidas del Vado. Más abajo, en las piedras de los rápidos, se encontraron los cadáveres de cinco caballos más, y también un manto largo y negro, hecho jirones. De los Jinetes Negros no había ninguna señal, y no se sentía que anduviesen cerca. Parecía que hubieran desaparecido de los territorios del norte.

—En todo caso, sabemos qué ocurrió con ocho de los Nueve —dijo Gandalf—. No es prudente estar demasiado seguro, pero me atrevería a creer que los Espectros del Anillo fueron dispersados, y regresaron como pudieron a Mordor, vacíos y sin forma.

”Si es así, pasará un tiempo antes que reinicien la cacería. El Enemigo tiene otros sirvientes, por supuesto. Pero tendrían que hacer todo el camino hasta Rivendel antes que encontraran nuestras huellas. Y si tenemos cuidado será difícil encontrarlas. Pero no podemos retrasarnos más.

Elrond les indicó a los hobbits que se acercaran. Miró gravemente a Frodo.

—Ha llegado la hora —dijo—. Si el Anillo ha de partir, que sea cuanto antes. Pero que quienes lo acompañan no cuenten con ningún apoyo, ni de guerra ni de fuerzas. Tendrán que entrar en los dominios del Enemigo, lejos de toda ayuda. ¿Todavía mantienes tu palabra, Frodo, de que serás el Portador del Anillo?

—Sí —dijo Frodo—. Iré con Sam.

—Pues bien, no podré ayudarte mucho, ni siquiera con consejos —dijo Elrond—. No alcanzo a ver cuál será tu camino, y no sé cómo cumplirás esa tarea. La Sombra se ha arrastrado ahora hasta el pie de las Montañas, y ha llegado casi a las orillas del Aguada Gris; y bajo la Sombra todo es oscuro para mí. Encontrarás muchos enemigos, algunos declarados, otros ocultos, y quizá tropieces con amigos, cuando menos los busques. Mandaré mensajes, tal como se me vayan ocurriendo, a aquellos que conozco en el ancho mundo; pero las tierras han llegado a ser tan peligrosas que algunos se perderán sin duda, o no llegarán antes que tú.

”Y elegiré los compañeros que irán contigo, siempre que ellos quieran o lo permita la suerte. Tienen que ser pocos, ya que tus mayores esperanzas dependen de la rapidez y el secreto. Aunque contáramos con una tropa de Elfos con armas de los Días Antiguos, sólo conseguiríamos despertar el poder de Mordor.