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La noticia de que su amo estaba aún con vida le daba el ánimo necesario para hacer un último esfuerzo. No veía absolutamente nada, pues este nuevo pasadizo consistía en una larga serie de curvas y recodos; pero tenía la impresión de estar ganando terreno: las voces de los orcos volvían a sonar más cerca, quizás a unos pocos pasos.
—Eso es lo que haré —dijo Shagrat—. Lo llevaré en seguida a la cámara más alta.
—¿Pero por qué? —gruñó Gorbag—. ¿Acaso no tienen mazmorras ahí abajo?
—No tiene que correr ningún riesgo, ya te lo dije —respondió Shagrat—. ¿Has entendido? Es muy valioso. No confío en todos mis muchachos, y en ninguno de los tuyos; ni en ti, cuando te entra la locura de divertirte. Lo llevaré donde me plazca, y donde tú no podrás ir, si no te comportas como es debido. A lo alto de la torre, he dicho. Allí estará seguro.
—¿Eso crees? —dijo Sam—. ¡Te olvidas del gran guerrero élfico que anda suelto! —Y al decir estas palabras dio vuelta el último recodo para descubrir, no supo si a causa de un truco del túnel o al oído que el Anillo le había prestado, que había estimado mal la distancia.
Las siluetas de los orcos estaban bastante más adelante. Y ahora los veía, negros y achaparrados, contra una intensa luz roja. El túnel, recto por fin, se elevaba en pendiente; y en el extremo había una puerta doble, que conducía sin duda a las cámaras subterráneas bajo el alto cuerno de la torre. Los orcos ya habían pasado por allí con el botín, y Gorbag y Shagrat se acercaban ahora a la puerta.
Sam oyó un estallido de cantos salvajes, un estruendo de trompetas y el tañido de los gongos: una algarabía horripilante. Gorbag y Shagrat estaban ya en el umbral.
Sam lanzó un gritó y blandió a Dardo, pero la vocecita se ahogó en el tumulto. Nadie la había escuchado.
La gran puerta se cerró con estrépito. Bum. Del otro lado golpearon sordamente las grandes trancas de hierro. Bam. La puerta estaba cerrada. Sam se arrojó contra las pesadas hojas de bronce, y cayó sin sentido al suelo. Estaba afuera y en la oscuridad. Y Frodo vivía, pero prisionero del Enemigo.
Aquí concluye la segunda parte de la historia de la Guerra del anillo.
La tercera parte cuenta la última defensa contra la Sombra, y el fin de la misión del Portador del Anillo, enEL RETORNO DEL REY.
notes
Notas a pie de página
1 Véase Apéndice F bajo Ents.
2 En el Cómputo de la Comarca todos los meses tienen treinta días.