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El redoble de tambores creció un momento, y luego calló.

Por fin y al cabo de quince jornadas el carruaje que transportaba al Rey Théoden cruzó los prados verdes de Rohan y llegó a Edoras; y allí todos descansaron. El Castillo Dorado había sido engalanado con hermosas colgaduras y había luces en todas partes, y en aquellos salones se celebró el festín más fastuoso que allí se hubiera conocido. Porque pasados tres días, los Hombres de la Marca prepararon los funerales de Théoden, y lo depositaron en una casa de piedra con las armas y muchos otros objetos hermosos que él había tenido, y sobre la casa levantaron un gran túmulo, y lo cubrieron de arriates de hierba verde y de blancos nomeolvides. Y ahora había ocho túmulos en el ala oriental del Campo Tumulario.

Entonces los Jinetes de la Escolta del Rey cabalgaron alrededor del túmulo montados en caballos blancos, y cantaron a coro una canción que la gesta de Théoden hijo de Thengel había inspirado a Gléowine, el hacedor de canciones, y que fue la última que compuso en vida. Las voces lentas de los Jinetes conmovieron aun a aquellos que no comprendían la lengua del país; pero las palabras de la canción encendieron los ojos de la gente de la Marca, pues volvían a oír desde lejos el trueno de los cascos del Norte, y la voz de Eorl elevándose por encima de los gritos y el fragor de la batalla en el Campo de Celebrant; y proseguía la historia de los Reyes, y el Cuerno de Helm resonaba en las Montañas, hasta que caía la Oscuridad, y el Rey Théoden se erguía y galopaba hacia el fuego a través de la Sombra, y moría con gloria y esplendor mientras el sol, retornando de más allá de la esperanza, resplandecía en la mañana sobre el Mindolluin.

Salido de la duda, libre de las tinieblas,

cantando al sol galopó hacia el amanecer, desnudando la espalda.

Encendió una nueva esperanza, y murió esperanzado;

fue más allá de la muerte, el miedo y el destino;

dejó atrás la ruina, y la vida, y entró en la larga gloria.

Pero Merry lloraba al pie del túmulo verde, y cuando la canción terminó, se incorporó y gritó: —¡Théoden Rey! ¡Théoden Rey! Como un padre fuiste para mí, por poco tiempo. ¡Adiós!

Terminados los funerales, cuando cesó el llanto de las mujeres y Théoden reposó al fin en paz bajo el túmulo, la gente se reunió en el Castillo Dorado para el gran festín y dejó de lado la tristeza; porque Théoden había vivido largos años y había acabado sus días con tanta gloria como los más insignes de la estirpe. Y cuando llegó la hora de beber en memoria de los Reyes, como era costumbre en la Marca, Éowyn Dama de Rohan se acercó a Éomer y le puso en la mano una copa llena.

Entonces un trovador y maestro de tradiciones se levantó y fue enunciando uno a uno y en orden los nombres de todos los Señores de la Marca: Eorl el Joven; y Brego el Constructor del Castillo; y Aldor hermano de Baldor el Infortunado; y Fréa, y Fréawine, y Goldwine, y Déor, y Gram; y Helm, el que permaneció oculto en el Abismo de Helm cuando invadieron la Marca; y así fueron nombrados todos los túmulos del ala occidental, pues en aquella época el linaje se había interrumpido, y luego fueron enumerados los túmulos del ala oriental: Fréalaf, hijo de la hermana de Helm, y Léofa, y Walda, y Folca, y Folcwine, y Fengel y Thengel, y finalmente Théoden. Y cuando Théoden fue nombrado, Éomer vació la copa. Éowyn pidió entonces a los servidores que llenaran las copas, y todos los presentes se pusieron de pie y bebieron y brindaron por el nuevo Rey, exclamando: —¡Salve, Éomer, Rey de la Marca!

Y más tarde, cuando ya la fiesta concluía, Éomer se levantó y dijo:

—Éste es el festín funerario de Théoden Rey; pero antes de separarnos quiero anunciaros una noticia feliz, pues sé que a él no le disgustaría que yo así lo hiciera, ya que siempre fue un padre para Éowyn mi hermana. Escuchad, todos mis invitados, noble y hermosa gente de numerosos reinos, como jamás se viera antes congregada en este palacio: ¡Faramir, Senescal de Gondor y Príncipe de Ithilien pide la mano de Éowyn Dama de Rohan, y ella se la concede de buen grado! Y aquí mismo celebrarán la boda ante todos nosotros.

Y Faramir y Éowyn se adelantaron y se tomaron de la mano; y todos los presentes brindaron por ellos y estaban contentos.





—De este modo —dijo Éomer— la amistad entre la Marca y Gondor queda sellada con un nuevo vínculo, y esto me regocija todavía más.

—No eres avaro por cierto, Éomer —dijo Aragorn—, al dar así a Gondor lo más hermoso de tu reino.

Entonces Éowyn miró a Aragorn a los ojos, y dijo:

—¡Deséame ventura, mi Señor y Curador!

Y él respondió: —Siempre te deseé ventura desde el día en que te conocí. Y verte ahora feliz cura una herida en mi corazón.

Cuando la fiesta concluyó, los huéspedes que tenían que irse se despidieron del Rey Éomer. Aragorn y sus caballeros, y la gente de la casa de Lórien y de Rivendel se prepararon para la partida; pero Faramir e Imrahil quedaron en Edoras; y también Arwen Estrella de la Tarde, y despidió a sus hermanos. Nadie presenció el último encuentro de ella y Elrond, pues subieron a las colinas y allí hablaron a solas largamente, y amarga fue aquella separación que duraría hasta más allá del fin del mundo.

Poco antes de la hora de la partida, Éomer y Éowyn se acercaron a Merry y le dijeron: —Hasta la vista ahora, Meriadoc de la Comarca y Escanciador de la Marca. Cabalga hacia la ventura, y luego cabalga de vuelta, pues aquí siempre serás bienvenido.

Y Éomer dijo: —Los Reyes de antaño te habrían hecho tantos presentes por tus hazañas en los campos de Mundburgo, que un carromato no habría bastado para transportarlos; pero tú dices que sólo quieres llevar las armas que te fueron dadas. Respeto tu voluntad, porque nada puedo ofrecerte que sea digno de ti; pero mi hermana te ruega que aceptes este pequeño regalo, en memoria de Dernhelm y de los cuernos de la Marca al despuntar el día.

Entonces Éowyn le dio a Merry un cuerno antiguo, con un tahalí verde; era pequeño pero estaba hábilmente forjado, todo en hermosa plata; y los artífices habían grabado en él unos jinetes al galope en una línea que descendía en espiral desde la boquilla al pabellón, y runas de altas virtudes.

—Es una reliquia de nuestra casa —dijo Éowyn—. Fue forjado por los Enanos, y formaba parte del botín de Scatha el Gusano. Eorl el Joven lo trajo del Norte. Aquel que lo sople en una hora de necesidad, despertará temor en el corazón de los enemigos y alegría en el de los amigos, y ellos lo oirán y acudirán.

Merry tomó entonces el cuerno, pues no podía rehusarlo, y besó la mano de Éowyn; y ellos lo abrazaron, y así se separaron aquella vez.

Ya los huéspedes estaban prontos para la partida; y luego de beber el vino del estribo, con grandes alabanzas y demostraciones de amistad, emprendieron la marcha, y al cabo de algún tiempo llegaron al Abismo de Helm, y allí descansaron dos días. Legolas cumplió entonces la promesa que le había hecho a Gimli, y fue con él a las Cavernas Centelleantes; y volvió silencioso, y dijo que sólo Gimli era capaz de encontrar palabras apropiadas para describir las cavernas.