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Éomer se convirtió en un gran rey, y como era joven cuando sucedió a Théoden, reinó durante sesenta y cinco años, más que ninguno de los reyes que lo precedieron salvo Aldor el Viejo. En la Guerra del Anillo, hizo amistad con el Rey Elessar y con Imrahil de Dol Amroth; y cabalgaba con frecuencia a Gondor. En el último año de la Tercera Edad se casó con Lothíriel, hija de Imrahil. Tuvieron un hijo, Elfwine el Hermoso, que reinó después de Éomer.

En los días de Éomer, los hombres que lo deseaban tenían paz en la Marca, y el pueblo creció tanto en los valles de las montañas como en las llanuras, y los caballos se multiplicaron. En Gondor gobernaba entonces el Rey Elessar, y también en Arnor. Era rey en las tierras de todos esos antiguos reinos, excepto en Rohan; porque renovó para Éomer el regalo de Cirion, y Éomer hizo otra vez el Juramento de Eorl. Lo cumplió con frecuencia. Porque aunque Sauron ya había desaparecido, los odios y los males que sembrara no habían muerto, y el Rey del Oeste tenía muchos enemigos que someter antes que el Árbol Blanco pudiera crecer en paz. Y dondequiera que fuese el Rey Elessar con sus guerras, el Rey Éomer iba con él; y más allá del Mar de Rhûn y en los campos lejanos del Sur, se oía el trueno de la caballería de la Marca, y el Caballo Blanco sobre Verde voló con muchos vientos hasta que Éomer envejeció.

III

EL PUEBLO DE DURIN

En lo que concierne al principio de los Enanos, los Eldar tanto como los Enanos mismos cuentan historias extrañas, pero muy anteriores a nuestros días, y de las que poco se dirá aquí. Durin es el nombre que daban los Enanos al mayor de los Siete Padres de la raza, y el antecesor de todos los reyes de los Barbiluengos 41. Dormía solo, hasta que en las profundidades del tiempo y el despertar de aquel pueblo, se marchó a Azanulbizar, y moró en las cuevas sobre Kheled-zâram, al este de las Montañas Nubladas, donde las Minas de Moria fueron luego celebradas en cantos.

Allí vivió tanto tiempo que se lo conoció hasta muy lejos como Durin el Inmortal. No obstante, al fin murió, antes de que terminaran los Días Antiguos, y su tumba estaba en Khazad-dûm; pero su linaje no terminó nunca y cinco veces nació un heredero en la Casa, tan parecido al anterior que todos recibieron el nombre de Durin. Los Enanos sostenían en verdad que era el Inmortal que había vuelto; pues tienen muchos cuentos y creencias extraños acerca de sí mismos y del destino que les espera en el mundo.

Al cabo de la Primera Edad el poder y la riqueza de Khazad-dûm se habían acrecentado sobremanera, porque mucha gente y mucha ciencia y artesanías la habían enriquecido, cuando las antiguas ciudades de Nogrod y Belegost en las Montañas Azules se arruinaron con el quebrantamiento de Thangorodrim. El poder de Moria sobrevivió durante los Años Oscuros y el dominio de Sauron, porque aunque Eregion se destruyó y Moria cerró sus puertas, las estancias de Khazad-dûm eran muy fuertes y profundas, y colmadas de un pueblo demasiado numeroso y valiente como para que Sauron pudiera conquistarlas desde fuera. De este modo la riqueza de Khazad-dûm permaneció intacta largo tiempo, aunque su pueblo empezó a declinar.

Sucedió que en medio de la Tercera Edad, Durin fue rey, el sexto de ese nombre. El poder de Sauron, servidor de Morgoth, crecía en el mundo, aunque la Sombra en el Bosque frente a Moria no se reconocía aún como lo que era. Todas las criaturas malignas estaban agitándose. Por entonces los Enanos cavaban muy hondo bajo Barazinbar en busca de mithril, el metal de valor incalculable que año a año era más difícil de encontrar 42. De ese modo despertaron 43una encarnación del terror que había huido de Thangorodrim y yacía oculta en los cimientos de la tierra desde la llegada de la Hueste del Occidente: un Balrog de Morgoth. Durin fue muerto por él, y al año siguiente, también Náin I, hijo de Durin; y así pasó la gloria de Moria, y su pueblo fue destruido o huyó muy lejos.





La mayor parte de los que escaparon se dirigieron al Norte, y Thráin I, hijo de Náin, llegó a Erebor, la Montaña Solitaria, cerca del borde oriental del Bosque Negro, y empezó allí nuevas obras, y se convirtió en Rey bajo la Montaña. En Erebor encontró una gran joya, la Piedra del Arca, el Corazón de la Montaña 44. Pero Thorin I, hijo de Thráin, fue hacia el Norte, a las Montañas Grises, donde estaba juntándose la mayoría del pueblo de Durin; porque esas montañas eran ricas y estaban poco exploradas. Pero había dragones en los yermos de allende las montañas; y al cabo de muchos años cobraron fuerza, y se multiplicaron e hicieron la guerra a los Enanos y estropearon sus obras. Finalmente, Dáin I, junto con su hijo segundo, fue muerto a las puertas de sus estancias por un gran dragón frío.

No mucho después la mayor parte del Pueblo de Durin abandonó las Montañas Grises. Grór, hijo de Dáin, se encaminó con muchos seguidores a las Colinas de Hierro; pero Thrór, el heredero de Dáin, junto con Borin, hermano de su padre, y el resto del pueblo, regresó a Erebor. Thrór llevó a la Gran Estancia de Thráin la Piedra del Arca, y él y su pueblo prosperaron y se enriquecieron y tuvieron la amistad de todos los Hombres de las cercanías. Porque no sólo hacían cosas asombrosas y bellas, sino también armas y armaduras de gran valor; y había un gran tráfico de minerales entre ellos y sus parientes de las Colinas de Hierro. De este modo los Hombres del Norte que vivían entre el Celduin (Río Rápido) y el Carnen (Aguas Rojas) se hicieron fuertes y rechazaron a todos los enemigos del Este; y los Enanos vivían en la abundancia y había fiestas y canciones en las Estancias de Erebor 45.

De este modo el rumor de la riqueza de Erebor se extendió y llegó a oídos de los dragones, y por fin Smaug el Dorado, el más grande de los dragones de entonces, se alzó y sin advertencia alguna se lanzó contra el Rey Thrór y descendió sobre las Montañas envuelto en llamas. No transcurrió mucho tiempo antes de que todo el reino fuera destruido, y la cercana ciudad de Valle quedó deshecha y abandonada; pero Smaug penetró en la Gran Estancia y yació allí sobre un lecho de oro.

Muchos de los parientes de Thrór escaparon del saqueo y el incendio; y último de todos y por una puerta secreta salió el mismo Thrór, en compañía de su hijo Thráin II. Se alejaron hacia el sur con su familia 46, emprendiendo un largo camino errante. Con ellos iba también una pequeña compañía de parientes y fieles seguidores.

Años después Thrór, ahora viejo, pobre y desesperado, dio a su hijo Thráin el único gran tesoro que aún poseía: el último de los Siete Anillos, y luego se alejó con un solo compañero, llamado Nár. Del Anillo le dijo a Thráin al despedirse:

—Puede que esto sea el fundamento de una nueva fortuna para ti, aunque parece improbable. Pero se necesita oro para hacer oro.

—¿No pensarás en regresar a Erebor? —preguntó Thráin.

—No a mi edad —dijo Thrór—. Delego en ti y en tus hijos la venganza contra Smaug. Pero estoy cansado de la pobreza y del desprecio de los Hombres. Parto a ver qué puedo encontrar.