Добавить в цитаты Настройки чтения

Страница 104 из 154

—¿Por qué no ahora mismo? —dijo Sam—. No son mucho más de las seis. Y yo quiero ver al Tío. ¿Sabe qué ha sido de él, señor Coto?

—No está ni demasiado bien ni demasiado mal, Sam —dijo el Granjero—. En Bolsón de Tirada derribaron todos los árboles, y ése fue un golpe duro para el Viejo. Ahora está en una de esas casas nuevas que construyeron los Hombres cuando todavía hacían algo más que quemar y robar: a apenas una milla del linde de Delagua. Pero me viene a ver cada tanto, cuando puede, y yo cuido de que esté mejor alimentado que algunos de esos pobres infelices. Todo contra las Normas, por supuesto. Lo habría alojado en mi casa, pero eso no estaba permitido.

—Se lo agradezco de todo corazón señor Coto, y nunca lo olvidaré —dijo Sam—. Pero quiero verlo. El Jefe, y ese tal Zarquino, por lo que decían, podrían hacer algún desaguisado allá arriba, antes de la mañana.

—Está bien, Sam —dijo Coto—. Llévate a un par de mozalbetes, y ve a buscarlo y tráelo a mi casa. No necesitarás acercarte a la vieja aldea de Hobbiton en Delagua. Mi Alegre te indicará el camino.

Sam partió. Merry puso unos centinelas alrededor de la aldea, y junto a las barreras durante la noche. Luego fue con Frodo a casa del Granjero Coto. Se sentaron con la familia en la caldeada cocina, y los Coto, por pura cortesía, les hicieron unas pocas preguntas sobre los viajes que habían hecho, pero en verdad casi no escuchaban las respuestas: les interesaba mucho más lo que estaba aconteciendo en la Comarca.

—Todo empezó con Granujo, como nosotros lo llamamos —dijo el Viejo Coto—, y empezó apenas se fueron ustedes, señor Frodo. Tenía ideas raras, el Granujo. Quería ser el dueño de todo, y mandar a todo el mundo. Pronto se descubrió que ya tenía más de lo que era bueno para él; y continuaba acumulando más y más, aunque de dónde sacaba el dinero era un misterio: molinos y campos de cebada, y tabernas y granjas, y plantaciones de hierba para pipa. Ya antes de venir a vivir a Bolsón Cerrado había comprado el Molino de Arenas, según parece.

”Naturalmente, comenzó con las propiedades que le había dejado el padre en la Cuaderna del Sur; y parece que desde hacía un par de años estaba vendiendo grandes partidas que sacaba en secreto de la Comarca. Pero a fines del año pasado se atrevió a mandar carretones enteros, y no sólo de hierba. Los víveres comenzaron a escasear, y el invierno se acercaba. La gente estaba furiosa, pero él sabía cómo responder. Y empezaron a llegar Hombres y más Hombres, bandidos casi todos y algunos se llevaban las cosas en grandes carretas, y otros se quedaban. Y seguían llegando y llegando, y antes que nos diéramos cuenta de lo que pasaba, los teníamos instalados aquí y allá, y por toda la Comarca, y talaban los árboles y hacían excavaciones y construían cobertizos y casas dónde y cómo se les antojaba. Al principio, Granujo pagaba las mercancías y los daños; pero al poco tiempo los Hombres empezaron a darse aires, y a apropiarse de todo lo que querían.

”En ese entonces hubo algún descontento, pero no suficiente. El viejo Will, el Alcalde, marchó a Bolsón Cerrado, a protestar, pero nunca llegó a destino. Los bandidos le echaron mano y se lo llevaron y lo encerraron en una covacha en Cavada Grande, y allí está todavía. Desde entonces, poco después del Año Nuevo, no hemos tenido más Alcalde, y el Granujo se hizo llamar Jefe de los Oficiales de la Comarca, o Jefe a secas, y hacía lo que le daba la gana; y si a alguien «se le subían los humos», como ellos decían, corría la misma suerte de Will. Y así las cosas iban de mal en peor. No había hierba de pipa para nadie, excepto para los Hombres del Jefe; y como el Jefe no soportaba la cerveza, a menos que la bebieran sus Hombres, cerró todas las tabernas; y todo, menos las Normas, escaseaba a más y mejor; a menos que uno consiguiera esconder algo, cuando los rufianes iban de granja en granja recolectando «para un reparto equitativo»; lo cual significaba que ellos se quedaban con todo y nosotros con nada, salvo las sobras que acaso te dieran en las Casas de los Oficiales, si las podías tragar. Todo lo peor. Pero desde que llegó Zarquino, ha sido una verdadera calamidad.

—¿Quién es ese Zarquino? —preguntó Merry—. Se lo oí nombrar a uno de los rufianes.

—El rufián más rufián de toda la pandilla, no le quepa la menor duda —respondió Coto—. Fue en la época de la última cosecha, hacia fines de septiembre, cuando oímos hablar de él por primera vez. No lo hemos visto nunca, pero está allá arriba, en Bolsón Cerrado; y ahora él es el verdadero Jefe, supongo. Todos los bandidos hacen lo que él dice; y lo que él dice es hachar, quemar, destruir; y ahora han empezado a matar. Y ya ni siquiera con algún propósito, por malo que sea. Voltean los árboles y los dejan tirados allí, y queman las casas y no construyen otras.

”La historia del Molino de Arenas, por ejemplo. Granujo lo hizo demoler no bien se instaló en Bolsón Cerrado. Luego trajo una pandilla de Hombres sucios y malcarados para que construyesen uno más grande; y lo llenaron de bote en bote de ruedas y otros adminículos estrafalarios. El único que estaba contento con todo esto era el imbécil de Ted, y allí trabaja ahora, limpiando las ruedas para complacer a los Hombres, se da cuenta, allí donde el padre de él era el molinero y el dueño y señor. La idea de Granujo era moler más y más rápido, o eso decía. Tiene otros molinos semejantes. Pero para moler se necesita grano; y para el molino nuevo no había más grano que para el viejo. Pero desde que llegó Zarquino ya ni siquiera muelen. No hacen más que martillar y martillar, y echan un humo y un olor... Ya no hay más tranquilidad en Hobbiton, ni siquiera de noche. Y tiran inmundicias adrede; han infestado todo el curso inferior del El Agua, y ya empiezan a bajar al Brandivino. Si lo que se proponen es convertir la Comarca en un desierto, no podían haber buscado un camino mejor. Yo no creo que el tonto del Granujo esté detrás de todo. Para mí, que es Zarquino.





—¡Claro que sí! —interrumpió Tom el joven—. Si hasta a la propia madre del Granujo se la llevaron, a esa vieja Lobelia, y aunque nadie la podía ver ni en pintura, él al menos la quería. Alguna gente de Hobbiton estaba allí y vio lo que pasó. Ella viene bajando por el camino con su viejo paraguas. Unos cuantos bandidos van en sentido contrario con un carro.

”«¿Se puede saber adónde van?» ella dice.

”«A Bolsón Cerrado» ellos dicen.

”«¿A hacer qué?» ella dice.

”«A construir barracones para Zarquino» ellos dicen.

”«¿Con el permiso de quién?» ella dice.

”«De Zarquino» ellos dicen. «¡Así que quítate del medio vieja bruja!»

”«¡Zarquino les voy a dar yo, ladrones sucios, rufianes!» ella dice, y alza el paraguas contra el Jefe, casi el doble de su altura. Y se la llevaron. A la rastra hasta las celdas, y a su edad... Se han llevado a otros a quienes en verdad echamos de menos, claro, pero no es posible negarlo: ella mostró más coraje que muchos.

En medio de esta conversación entró Sam como una tromba acompañado por el Tío. El viejo Gamyi no parecía muy envejecido, pero estaba un poco más sordo. —¡Buenas noches, señor Bolsón! —dijo—. Me alegro de veras de verlo de vuelta sano y salvo. Pero tenemos una cuentita pendiente, como quien dice, usted y yo, si me permite el atrevimiento. No tenía que haber vendido Bolsón Cerrado, siempre lo he dicho. Ahí empezaron todas las calamidades. Y mientras usted andaba merodeandopor ahí en países extraños, a la caza de Hombres Negros allá arriba en las montañas por lo que me dice mi Sam, si bien no aclara para qué, vinieron y socavaron Bolsón de Tirada, y estropearon todas mis patatas.