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XI. ASTRONOMÍA; DIPLOMACIA

La mayoría de los seres humanos no pierde la esperanza, aun después de que cualquier razón lógica para tenerla haya desaparecido. El hombre que va a una batalla con desventaja frente a sus enemigos, el piloto que se queda en un aeroplano en llamas para salir de una ciudad, el condenado a muerte en su celda: pocos de ellos la pierden mientras respiran. Nils Kruger no había abandonado del todo su esperanza de volver a ver de nuevo la Tierra. No esperaba, sin embargo, ser rescatado. Había tenido vagas ideas, que él mismo admitiría como ilógicas, de que quizá combinando la tecnología abyormenita con la suya se podría construir algún tipo de nave capaz de cruzar los quinientos años luz hasta el sistema solar. Incluso después de obtener una idea bastante aproximada de las limitaciones técnicas de la raza de Dar Lang Ahn tal pensamiento no había desaparecido por completo, y no supuso que otra nave espacial terrestre se aproximaría a las Pléyades. Como consecuencia de esto, el sonido de una inconfundible voz humana cortando su conversación con una criatura que difícilmente pudiera ser menos humana, produjo en Kruger el mayor impacto de su vida. Durante varios momentos no pudo ni hablar. Varias cuestiones vinieron de la radio, y cuando fueron respondidas sólo por el mediocre inglés de Dar Lang Ahn, la sorpresa en la distante nave espacial fue casi tan grande como la de la cabaña.

— No puede ser Kruger; no hablaría así, ¡y de cualquier forma está muerto!

— Pero ¿dónde pueden haber aprendido inglés?

— ¡Mi niño de un año habla mejor inglés!

— Kruger, ¿eres tú o es que el departamento de filología se ha vuelto loco?

— Estoy… aquí, muy bien, pero no debéis hacer cosas como ésta. ¿Qué nave es ésa?

¿Cómo podéis haber estado escuchando? Y de cualquier forma, ¿qué estáis haciendo en las Pléyades?

— Es tu propia nave, el Alphard; yo soy Donabed. La radio que tienes es bastante triste; no estoy seguro tampoco de tu voz. Llevamos aquí un par de semanas y hemos estado recogiendo y grabando todo el ruido de radio que pudimos encontrar, con la esperanza de saber algo del idioma para cuando aterrizáramos. Me alegro de que fueras lo suficientemente sensato para esperar nuestro regreso, parece ser que hay algo con este sistema que ha hecho sacar conclusiones a los astrónomos y tuvieron que volver para verlo por ellos mismos. ¿Es esa radio un producto nativo o la hiciste tú?

— Estrictamente hecha en casa — Kruger había recuperado el control de sí mismo, aunque sus rodillas aún estaban débiles —. Un minuto, tenemos una audiencia que no habla inglés — Kruger volvió al idioma abyormenita y explicó a Dar y al Profesor lo sucedido —. Ahora, mientras bajáis, ¿me explicaríais, por favor, qué tiene este lugar de peculiar desde el punto de vista de los astrónomos?

— No soy astrofísico, pero aquí está lo que entiendo de la situación — respondió Donabed —. Conoces las cuestiones elementales acerca de las fuentes de la energía estelar y que las estrellas principales como el sol y este punto rojo deben poder mantenerse emitiendo a su presente índice durante miles de millones de años. Sin embargo, hay muchas estrellas en el espacio mucho más luminosas que el Sol, a veces decenas de millares más. Soles como éste ganan su hidrógeno con tanta rapidez que no deben poder durar más que un millón, o unas pocas decenas de millones de años a lo sumo. Alcyone, como varias otras estrellas en las Pléyades, es uno de dichos soles.

— Hasta ahí, de acuerdo. El sistema de las Pléyades se encuentra lleno de material nebuloso que presumiblemente se está aún mezclando para formar otras estrellas que sumar a los cientos que ya hay en el grupo; pero aquí aparece el problema. Han descubierto, con cierto grado de precisión, el tipo de fenómenos que debe ocurrirles a las nubes condensadas. En algunas circunstancias, con cierta cantidad de moméntum angular, puedes esperar que se formen varias estrellas, viajando en órbitas alrededor de las otras; un sistema estelar binario o múltiple. En otros casos, con un moméntum angular menor, la mayor parte de la masa se concentra formando una estrella y los fragmentos restantes constituyen un sistema planetario. Es algo sorprendente, aunque no imposible, que se produzca una estrella doble o múltiple también con planetas; ¡pero lo que es extraño es que nazca una estrella como Alcyone con planetas en algún lugar cerca de ella! Un sol como éste está emitiendo una radiación decenas de millares de veces más intensas que las de nuestro Sol; dicha radiación ejerce una presión, y esta presión debe ser fácilmente capaz de reunir todas las partículas sólidas de la zona para formar planetas. Esa es una de las cosas que pueden ser computadas, y es difícil de eludirlo. Por ello los observadores de estrellas no se preocuparon mucho cuando dedujeron por nuestros datos que Alcyone tenía como compañero a una enana roja, pero cuando se enteraron de que dicho compañero tenía un planeta casi se vuelven locos. Tardamos algún tiempo en persuadir a algunos de ellos que no habíamos cometido ningún error; tuvimos que señalarles que habíamos aterrizado de hecho en aquel lugar.

— ¡Ya lo creo que sí! — murmuró Kruger.

— Debes saberlo. A propósito, su nombre oficial es Kruger, si es que te interesa.

— Me temo que su nombre es Abyormen, si seguimos la costumbre en boga — replicó el chico —. Pero sigue.





— No hay mucho más que contar. Odiaban como el veneno abandonar sus teorías favoritas, y les he venido oyendo durante todo el camino especular con la posibilidad de que el sol rojo hubiera sido capturado por Alcyone después de que su o sus planetas se formaran, y así. Hay mucho trabajo que hacer y tú nos puedes ayudar mucho. Pienso que has aprendido bastante del idioma local, y nos ahorrarás tiempo haciendo de intérprete.

— Sí, hasta cierto punto; de alguna forma, cada vez que hablo con uno de estos seres empezamos pronto o tarde a malinterpretarnos. Puede que esté sucediendo esto ahora sin que siquiera lo sepa, ya que no he visto nunca a ese tipo con el que estoy hablando por radio.

— ¿Cómo es eso? ¿No le has visto?

— No, y no tengo la menor idea de su aspecto. Mire, mayor, si bajan y me sacan de este baño de vapor podré explicar mucho mejor todo esto, y créame, tengo mucho que contar.

— Para allá vamos. ¿Vendrás solo? — Kruger explicó la cuestión brevemente a Dar y si le importaría ir con él. El nativo dudó un poco al principio, y después se dio cuenta de que aquello acarrearía sin duda más material para los libros, por lo que estuvo de acuerdo en acompañar a su amigo —. Dar Lang Ahn vendrá conmigo — informó Kruger a Donabed.

— ¿Necesitará algún acomodo especial?

— Le he visto perfectamente a gusto en un campo de hielo y ha hecho viajes en planeador de dos días de duración sin preocuparse de beber, así que no creo que le afecten la temperatura ni la humedad. No sé la presión, ya que como dice usted estará más alto ahí.

— ¿Qué altura consigue en estos vuelos en planeador?

— No lo sé. No tiene ningún instrumento de vuelo, para nuestras normas.

— ¿Llegó alguna vez a alcanzar la máxima altura de las usuales nubes cúmulos?

— Sí. He estado allí con él. Sube a la máxima altura que puede en los vuelos de larga distancia.

— De acuerdo. No creo que la presión terrestre le afecte. Será mejor que le expliques los riesgos y que sea él quien tome la decisión.

Kruger nunca supo con certeza si Dar le entendió o no del todo, pero estaba al lado; el chico cuando el módulo de aterrizaje del Alphard se posó en el claro de los géiseres. El Profesor había sido informado de lo que sucedía, y el chico le prometió volver a entrar en contacto con él a través de la radio de la nave tan pronto como fuera necesario. El oculto ser no puso ninguna objeción, aunque debió advertir que la maniobra ponía a Kruger fuera de su alcance.