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L. A. darlings

UN DIRECTORIO LIBRE DE ENTRETENIMIENTO Y SERVICIOS PARA ADULTOS

Debajo había una fila de pestañas rojas con los servicios que se ofrecían, que iban desde las chicas de compañía clasificadas por raza y color del pelo hasta el masaje y expertos en toda clase de orientaciones sexuales. Incluso se ofrecía la opción de contratar estrellas del porno para sesiones privadas. Pierce sabía que existían infinidad de sitios como ése en toda la Red. Probablemente no había proveedor de servicios de Internet en ninguna ciudad que no tuviera al menos un sitio de esas características, el equivalente de un burdel on-line. Él nunca se había tomado el tiempo de explorar uno, aunque sabía que Charlie Condon en una ocasión había utilizado un sitio así para contratar a una acompañante para un potencial inversor. Era una decisión que lamentó y que no volvió a repetirse: antes de que se produjera ningún acto sexual, la chica de compañía ya había drogado, emborrachado y robado al inversor. Huelga decir que éste no invirtió en Amedeo Technologies.

Pierce hizo clic en la sección de acompañantes rubias sin ninguna razón especial, salvo que era un lugar para empezar a buscar a Lilly. La página se abrió en dos mitades. En el lado izquierdo de la pantalla había un panel deslizante con thumbnails de las acompañantes rubias con sus nombres debajo de cada foto. Al hacer clic en una de las imágenes de tamaño reducido se abría la página de la chica en el marco de la derecha, con la foto ampliada.

Pierce fue deslizándose por el panel, leyendo los nombres. Había casi cuarenta chicas, pero ninguna se llamaba Lilly. Lo cerró y pasó a la sección de las morenas. Hacia la mitad de los thumbnails se encontró con la foto de una chica que se hacía llamar Tigresa Lilly. Hizo clic en la foto y su página se abrió a la derecha. Comprobó el número de teléfono, pero no coincidía con el suyo.

Cerró la página y volvió al panel de thumbnails. Más abajo había otra chica de compañía llamada simplemente Lilly. Hizo clic en su página y comprobó el número. El mismo. Había encontrado a la Lilly cuyo teléfono había heredado.

La foto del anuncio era la de una mujer en la mitad de la veintena. La joven tenía el pelo oscuro, largo hasta los hombros, y ojos castaños. Muy bronceada. Estaba arrodillada en una cama con barrotes de latón, desnuda bajo un negligé negro de malla. Las curvas de sus pechos eran claramente visibles. Las marcas del bronceado en su entrepierna, también. La chica miraba directamente a la cámara y sus labios gruesos formaban lo que Pierce pensó que era un mohín seductor.

Si no habían retocado la foto y si de verdad era Lilly, entonces era preciosa, como había dicho Frank Behmer. Pura fantasía, un sueño de chica de compañía. Pierce comprendió por qué su teléfono no había cesado de sonar desde que lo había conectado. La abundante competencia en ese sitio y en otros de la Red no importaban. Un hombre bajando por la columna de fotos difícilmente habría pasado por ésta sin levantar el teléfono.

Había una cinta azul bajo la imagen. Pierce colocó el cursor encima y apareció una leyenda emergente que decía: «Foto verificada por el equipo», lo cual significaba que la modelo de la foto era realmente la mujer que había puesto el anuncio. En otras palabras, obtendrías lo que veías si contratabas a la chica de compañía. Supuestamente.

– Verificador de fotos -musitó Pierce-. No es un mal trabajo.

Sus ojos pasaron al anuncio que había debajo de la imagen y lo leyó.

Deseos especiales

Hola, caballeros. Me llamo Lilly y soy la chica de compañía más relajante, complaciente y sensata de todo el Westside. Tengo 23 años, 86-63-86 (todo natural), 1,55 y 45 kilos. Y no fumo. Soy parte española y parte italiana y ¡todo americana! Así que si estás buscando el mejor rato de tu vida, llámame y ven a visitarme a mi casita junto a la playa. Nunca tengo prisa y la satisfacción está garantizada. Se atienden todos los deseos especiales. Y si quieres doblar tu placer, visita la página de mi amiga Robin en la sección de Rubias. Trabajamos juntas, en equipo. Contigo o en nosotras. Amo mi trabajo y amo trabajar. Así que llámame.

Sólo llamadas locales. Sólo VIP.

Debajo del anuncio estaba el número de teléfono asignado al apartamento de Pierce, así como un teléfono móvil.

Pierce levantó el auricular y marcó el número del móvil. Le salió el buzón de voz.

Hola, soy Lilly. Deja tu nombre y número y te llamaré enseguida. No devuelvo llamadas a teléfonos de pago. Y si estás en un hotel no te olvides de decirme tu nombre completo o no dejarán pasar mi llamada. Gracias. Espero verte muy pronto. Adiós.

Pierce había llamado antes de saber qué quería decir. Sonó el bip y empezó a hablar.

– Ah, sí, Lilly, me llamo Henry. Resulta que tengo un problema porque tengo tu antiguo número de teléfono. Lo que quiero decir es que la compañía telefónica me lo ha dado… Está en mi apartamento y…, no sé, me gustaría hablar contigo de eso.

Soltó el número y colgó.

– ¡Mierda!

Sabía que había sonado como un idiota. Ni siquiera estaba seguro de por qué la estaba llamando. Si había renunciado al número no había nada que pudiera hacer para ayudarlo, salvo quitarlo del sitio Web. Y esa idea planteó la primera pregunta. ¿Por qué su número continuaba en la Red?

Miró la foto de la pantalla otra vez. La examinó. Lilly era increíblemente seductora y sintió el hambre creciente del deseo. Finalmente un único pensamiento se abrió paso: «¿Qué estoy haciendo?»

Era una buena pregunta. Sabía que lo que tenía que hacer era desconectar el ordenador, conseguir un número nuevo el lunes, concentrarse en el trabajo y olvidarse de todo el asunto.

Pero no podía. Volvió al teclado, cerró la página de Lilly y retrocedió hasta la página principal. Abrió otra vez el panel de Rubias y fue bajando hasta que encontró un thumbnail con el nombre de Robin debajo.

Cargó la página. La mujer llamada Robin era rubia, como decía el anuncio. Estaba desnuda boca arriba en una cama, con pétalos de rosa en el abdomen y también distribuidos estratégicamente para cubrir parcialmente sus pechos y su entrepierna. Lucía una sonrisa de carmín rojo. Había una cinta azul debajo de la foto que indicaba que ésta había sido verificada. Siguió bajando hasta el anuncio.

Belleza americana

Hola, caballeros. Mi nombre es Robin y soy la chica con la que habéis estado soñando. Soy rubia auténtica y con ojos azules, una chica americana cien por cien. Tengo 24 años, 96-76-91 y casi metro ochenta. No fumo, pero me encanta el champán. Puedo ir a tu casa o puedes venir tú. No importa porque nunca tengo prisa. RN absolutamente positiva. Y si quieres doblar tu placer visita la página de mi amiga Lilly en la sección de Morenas. Trabajamos juntas en equipo, contigo o en nosotras. Así que llámame. Satisfacción garantizada.

Sólo VIP, por favor.

Había un número de teléfono y el de un busca en la parte inferior del anuncio. Sin pensárselo mucho, Pierce los anotó en su libreta. Luego volvió a la foto. Robin era atractiva, pero no de la manera dolorosa en que lo era Lilly. Robin tenía líneas afiladas en la boca y una mirada más fría. Estaba más en la línea de lo que Pierce siempre había pensado que encontraría en un sitio así. Lilly no.

Pierce releyó el anuncio y se quedó pensando qué significaría «RN absolutamente positiva». No tenía ni la menor idea. Entonces cayó en la cuenta de que los anuncios de ambas páginas -el de Robin y el de Lilly- habían sido redactados por la misma persona, como indicaban las frases idénticas y la estructura repetitiva. También se fijó en que la cama de barrotes era la misma en ambas fotos. Abrió la ventana Historial y rápidamente pasó a la página Web de Lilly para confirmarlo.