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Sin embargo, no había sido a causa de Xypher, su secreto habría estado seguro para siempre. No tenía a nadie a quien culpar por la situación actual de ella, excepto a sí mismo, y se odiaba por su papel en la conversión.

– ¿Qué hay de la madre? -le preguntó a Jaden-. ¿También era un demonio?

– Era humana.

Esto lo desconcertó. Los humanos y los demonios rara vez se relacionaban, excepto en situaciones de combate, que casi siempre causaban la muerte del humano.

– ¿Cómo es que terminaron juntos?

Jaden puso el amuleto en su bolsillo.

– La madre de Simone fue un desafortunado error. Palackas, el padre de Simone, era un demonio atado que tropezó con ella una noche mientras llevaba a cabo un mandato para su amo. Una cosa condujo a la otra… Insertó la parte A en la ranura B, y se enamoró de ella, pero tal como era de esperar, su amo se negó a liberarlo. En lugar de acudir a mí, corrió tras la libertad para estar con ella. Su amo llamó a los sabuesos para perseguirlo y traerlo de vuelta, o matarlo. Lo buscaron durante años hasta que encontraron su olor aquí, en Nueva Orleans, porque la madre y el hermano de Simone retuvieron el olor del padre, los encontraron y los mataron en su lugar por accidente.

– ¿Por qué vivió Simone?

– A diferencia de su hermano, que heredó toda la humanidad de la madre, tenía los genes de demonio del padre. Lo suficiente para que su sangre poseyera una propia y única esencia, aparte de la del padre. Los Skili no estaban autorizados para matar a nadie excepto al padre, y por ello fue perdonada.

– Pero mataron a la madre y al hermano.

Jaden resopló.

– ¿Has conocido alguna vez a un Skili? Sólo porque parezcan humanos no significa que tengan un cerebro. Son perros. Todo lo que huelen es la sangre y la genética. Se creyeron que los dos eran el padre. El amo de Palackas quedó satisfecho puesto que pensó que sus muertes traerían a Palackas otra vez a casa.

Pero no lo hizo. El pobre hombre debió haber estado desorientado después de sus muertes y afligido no sólo por la pena, sino también por la culpa. Y el miedo de que su hija pronto se uniera a su esposa e hijo.

Los Skili eran una fuerza de rastreo de élite que era enviada para destruir a cualquier demonio que violara las leyes. Parte humano, parte sabueso, no tenían voluntad propia. Todo lo que hicieron fue rastrear y matar. Si Palackas no había sabido por qué Simone se había escapado, habría estado aterrorizado de que los Skili la encontraran a continuación.

– ¿Sabía su padre por qué no la mataron?

– No preguntó.

– Querrás decir que no se lo dijiste.

Jaden se encogió de hombros despreocupadamente.

– Me convocó para un trato. ¿Quién soy yo para disuadir a un demonio cuando éste me ofrece su alma? -Le lanzó una mirada penetrante a Xypher.

Xypher maldijo al recordar el trato que él mismo había hecho con el señor de los demonios.

– Mi padre se suicidó.

Xypher se giró ante el sonido de la voz calmada de Simone. Estaba de pie detrás de él, aferrada a la puerta, agarrándola tan fuertemente que podía ver como sus nudillos se volvían blancos. Su cara pálida lo preocupó.

Jaden no tuvo ninguna piedad con ella.

– Se mató para protegerte, niña, y apaciguar a su amo. Incluso si hubiera vuelto con él en aquel momento, habría ordenado que lo ejecutaran. Había estado demasiado tiempo alejado de sus obligaciones. Y además, todavía estaba el asunto de su preocupación por ti. La última cosa que tu padre quería era que también fueras capturada y convertida en esclava. Así que tomó su destino en sus propias manos y usó su fuerza vital para sellar nuestro trato.

– ¡Bastardo! -Simone corrió hacia él.

Xypher la atrajo a su lado y la mantuvo ahí.

– No lo hagas, Simone.

– ¡Él dejó morir a mi padre!

Xypher podía sentir la angustia de su llanto, pero no cambiaba nada.

– No puedes atacarle, Simone. Te matará.

Una esquina de la boca de Jaden se arqueó hacia arriba.

– Y disfrutaré cada minuto de su muerte.

Ella arremetió de nuevo.

– Eres un monstruo.

– Puedo serlo. Pero prefiero el término… “intermediario”.

Gruñendo, luchó contra la sujeción de Xypher.

– ¡Fuera de aquí!

Jaden la reprendió:

– Y pensar que siempre había oído hablar de cuán maravillosa era la hospitalidad del Sur. Adivino que sólo es para los humanos. -Sus ojos desvaídos volvieron a su color normal-. Nuestro trato está satisfecho, Xypher.





Jaden golpeó ligeramente su hombro dos veces con el puño, hizo una breve, burlona reverencia y desapareció.

Simone se encaró con él.

– ¿Por qué no me dejaste arañarle los ojos?

– Porque te habría arrancado la cabeza antes de que consiguieras acercarte.

Ella sacudió la cabeza con incredulidad.

– Eres un dios. ¿Cómo de poderoso puede ser en comparación?

– Lo suficientemente poderoso como para matarnos a ti y a mí con nada más que un pensamiento.

Simone se detuvo cuando se dio cuenta de que no estaba bromeando.

– No lo entiendo.

– El universo tiene un orden, Simone. Al final del día, todos nosotros respondemos ante alguien. A pesar de que somos dioses todopoderosos, tenemos limitaciones. Una criatura como Jaden puede matarnos y absorber nuestros poderes.

– ¿Entonces por qué no lo hace?

– Mi suposición es que también tiene limitaciones respecto a lo que puede o no hacer.

– ¿Puestas por quién?

– Esa es la cuestión, ¿verdad? No sé la respuesta, y no conozco a nadie que la sepa.

Ella se enjuagó la esquina del ojo mientras le dejaba para mirar las fotografías de su familia que estaban sobre la repisa de la chimenea.

– ¿Crees que mi padre sabía y comprendía lo que hacía cuando convocó a Jaden?

– Probablemente. La mayor parte de los demonios lo hacen. Aún cuando nos educan conscientes del hecho de que es nuestro hombre del saco, Jaden, por lo general, explica los inconvenientes de un trato a aquellos que lo hacen. Puede no gustarme, pero por regla general, es justo e imparcial… aún cuando sea intolerante.

Simone giró el rostro hacia él.

– No te habló sobre el amuleto y lo que hacía.

Tenía razón. Jaden le había ocultado aquel conocimiento.

– No, no lo hizo, lo cual me dice que debe ser importante para él a nivel personal.

Simone apenas oyó aquellas palabras. Honestamente, a ella no le importaban Jaden ni sus deseos o penurias. Lo que le importaba era el hecho de que su familia había muerto.

Y él había tomado parte en ello.

Soy un demonio…

Aquellas palabras siguieron rondándole en la cabeza. ¿Cómo podía haber pasado esto? ¿Cómo podía no haberlo sabido? Sospechado algo…

– Hay un fuego especial dentro de ti, ángel -había dicho una vez su padre-. Un día lo entenderás.

¿Era esto lo que había querido decir?

Miró a Xypher, necesitando respuestas que dudaba que tuviera alguna vez.

– ¿Por qué se habría suicidado mi padre? ¿No habría sido una protección mejor para mí mientras estaba vivo?

– Estoy seguro de que pensó en el hecho de que no había sido capaz de proteger a tu madre o hermano.

– ¡Necesité a mi padre!

Xypher se estremeció. El dolor de su voz lo atravesó. Antes nunca había querido consolar a alguien, pero ahora mismo, hubiera dado cualquier cosa por aliviar la angustia que vio en sus ojos color avellana.

La envolvió con sus brazos y la abrazó estrechamente.

– Lo sé.

Ella meneó la cabeza contra su pecho.

– ¿Sabes lo herida que estoy de que Jesse viniera a mí y no mi familia? A lo largo de los años he visto a cientos de fantasmas. Pero nunca a mi madre o a mi padre. Nunca a mi hermano. ¿Es que no me amaron lo suficiente como para al menos decirme adiós?

Sus entrañas se estremecieron compadeciéndose por su dolor.

– Por supuesto que lo hicieron, Simone. ¿Cómo podrían no hacerlo? Tu padre murió para protegerte. Eso es auténtico amor verdadero.