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Le mordió el brazo, y luego la abofeteó. Ella sintió el sabor de su sangre. De repente, Xypher estaba allí. Agarró a su hermano y le pegó tan duro que la fuerza del golpe levantó por los pies a Kaiaphas.

Simone se sentía muy extraña…

Su visión disminuyó y todo fue confuso. Otro demonio vino hacia ella, pero le parecía que se movía en cámara lenta. Empezó a golpearla. Ella lo eludió, entonces le propinó un duro codazo en la espalda. Él giró a su alrededor y le hundió los dientes en el brazo. Ella gritó a causa del desgarrador dolor.

– ¡No! -gritó Xypher, apresurándose hasta su lado.

Realmente, no pudo ver ni entender nada después de eso. Todo fue un borrón. Oyó a alguien gritar del dolor y lo próximo que supo era que estaba de vuelta en la tienda de muñecas.

– Oh, no -lloriqueaba Liza-. No, no, no. ¿Qué vamos a hacer?

Xypher no podía respirar cuando vio las marcas de mordeduras en la piel. A diferencia de un Daimon, que no podía convertir a los humanos en vampiros, el gallu sí podía. Dado que él era demonio en parte, era inmune a la saliva infectada. Simone no lo era.

Algo se estrelló en la ventana, rompiéndola.

– ¿Qué pasa, Xypher? ¿Te cansaste de jugar con nosotros?

Se levantó para atacar, pero Liza tironeó de él.

– Simone nos necesita. Déjalos.

Eso era más fácil decirlo que hacerlo, pero al fin, obedeció. La muerte de Kaiaphas podía esperar. Simone no podía. Sin mencionar que mientras ella estuviera inconsciente, él no podría salir sin matarlos a ambos.

Se pasó una mano enojado por el pelo mientras pensaba en alguna forma de salvarla. Maldita sea, si hubiera sido capaz de llegar hasta Jaden con el amuleto, esto no habría sido un problema. Simone sería libre para vivir su vida, sin él, y él estaría libre para matar a Satara.

Ahora ella podía acabar muy bien como un gallu zombi, y todo por su culpa.

– ¿Qué podemos hacer?

Liza sacó un móvil de su bolsillo.

– Estoy llamando a Acheron. Si hay alguien que tenga una solución…

– Quizá deba llamar a Jaden.

– ¡No! -Dijo Liza, sus ojos denotaban furia-. Me niego a tener a esa criatura aquí. Él es más amenaza de lo que lo es un gallu y no estoy dispuesta a pagar sus precios.

Ella tenía razón.

Xypher asintió.

– Llama al Atlante y yo llamaré a Jesse.

En caso de que fallaran en salvarla, Simone querría a Jesse aquí, y Jesse querría estar con ella. La única razón por la que el fantasma no estaba aquí era porque no le gustaba asistir a las clases de Simone. Siendo un muerto, no le gustaba escuchar sobre autopsias o ver otros cadáveres.

Xypher sacó el teléfono de Simone de su bolsillo y llamó a su casa. Tan pronto el contestador respondió, habló con tanta calma como le fue posible.

– Jesse, soy Xypher. Creo… -no soportaba decirlo, pero no tenía elección-. Simone está herida. Gravemente. Tienes que venir a la tienda de Liza inmediatamente.

El fantasma estuvo allí antes de que pudiera colgar.

La cara de Jesse palideció cuando la vio yacer en el piso, retorciéndose del dolor.

– ¿Qué demonios sucedió?

– Ataque de demonio.

Los ojos de Jesse flamearon cuando corrió hacia la garganta de Xypher.

Xypher lo agarró y lo tiró al suelo.

– No me presiones, chico. Estoy con el humor ideal para mutilar gravemente a alguien, y ya que no puedo alcanzar a mi hermano, quizás demuestres ser un substituto digno.

– No lo hagas -jadeó Simone, alcanzando a tocar la pierna de Xypher-. Por favor, no lo lastimes.

Toda su ira despareció. Lo último que él quería era lastimarla.

Los dos se inclinaron.

– Estoy aquí, Sim -dijo Jesse, con los ojos llorosos -, estarás bien. ¿Me oyes?

Ella lo miró fijamente con incredulidad

– Puedo ver las auras acerca de las que hablas, Jesse. La tuya es blanca. Es hermosa… como tú.

Jesse sorbió.

– Recuerda, mantente apartada de la luz. Aléjate, Sim. Aléjate de la luz. Estaré esperándote aquí mismo para escaparnos.

– No se está muriendo, Jesse. -Xypher tragó cuando el dolor lo golpeó duramente. Morir sería más fácil. Más agradable-. Se está convirtiendo en un demonio.

– ¡¿Que?!

– Me has oído.

Jesse gruñó en una voz que fue casi demoníaca.

– ¡Haz algo!

– ¿No piensas que haría algo si pudiera? No le desearía esto ni a mi peor… Oh, el infierno, sí lo haría, pero nunca se lo desearía a Simone.

Simone tiritó en el suelo.

– ¿Por qué tengo tanto frío?

La sangre del demonio infectándola, bajando el latido del corazón… Xypher le aferró el brazo con la mano y frotó la piel, tratando de calentarla.





– Sólo respira lentamente. No tomes ningún aliento profundo.

Por lo menos esperaba que fuera verdad. De repente, sintió una presencia detrás de él. Era de un poder absoluto.

Acheron.

Xypher miro sobre el hombro para verle parado ahí, observándolos.

– Espero que tengas algo que decir y que quiera oír.

Acheron bufó.

– Irónicamente nadie jamás quiere oír lo que tengo que decir sobre algo. Generalmente, discuten conmigo hasta tal punto de querer atravesarlos contra una pared… Optimistamente, tú no serás tan denso.

– No estoy de humor, Acheron. Dime que hacer para salvarla.

Acheron se adelantó para arrodillarse junto a Jesse. Sus ojos de remolinos de plata resplandecían en la débil luz.

– ¿Cómo te sientes? -le preguntó.

Los dientes de Simone castañeaban sin cesar.

– Enferma.

Él levantó la vista hacia Liza que se paraba lejos a un lado.

– Tal vez quieras conseguir un cubo o algo en caso de que necesite devolver.

Ella fue a buscar uno.

– ¿Es todo lo que harás? -gruñó Xypher.

Acheron se encogió de hombros.

– ¿Quieres las buenas noticias o las malas?

La ira lo atravesó tan ferozmente que quiso cortar la garganta del Atlante.

– No juegues ese juego conmigo, Acheron. Dime lo que necesito saber.

No pareció incomodarse por la amenaza de Xypher.

– Agradable tono. Deberíamos sacarle provecho y ponerte a grabar álbumes para Hallowen.

Xypher tuvo que contenerse para no atacar.

– Relájate -dijo Acheron calmadamente-, no está convirtiéndose.

¿Estaba loco? Por supuesto que se convertía. Estaba pálida y temblorosa. La frente estaba húmeda por el sudor…

– ¡Mírala! No está, exactamente, horneando galletas.

– Sí, pero tampoco es un humano que muta.

Un terror frío atravesó a Xypher. ¿Si ella no mutaba, entonces qué le sucedía?

– ¿Qué significa eso?

Acheron echó un vistazo a Jesse.

– ¿Nunca advertiste que ella no es como otras mujeres? ¿Esas cosas extrañas siendo atraídas hacia ella?

Simone gimió ligeramente.

– Yo no soy extraño -Jesse dijo defensivamente-. Pero, sí. Ella siempre ha sabido las cosas. Ha visto cosas que no debería. Acabamos pensando que era psíquica.

Acheron sacudió la cabeza.

– No. Siempre era mucho más que eso.

– Acheron -Xypher interrumpió-. Dime lo que pasa.

Acheron respiró profundo antes de contestar.

– Es mitad demonio, Xypher. Como tú.

Xypher dejó caer la mandíbula ante sus palabras. No era posible…

– Y un infierno, lo es. -Jesse dijo, con su voz rota-. No hay nada demoníaco en ella…

Acheron sujetó la muñeca y la levantó alto para que Xypher pudiera ver la mordedura de demonio.

– Huele su sangre, y sabrás la verdad. No hay error en esa esencia.

No obstante, Xypher se negó a creerlo.

– ¿Cómo podría ser un demonio y no saberlo?

– Sus padres la protegían de la verdad. -Acheron le quitó el brazalete que le había dado-. Esto no es más que cuero sencillo. La razón por la que se lo di fue para hacerle creer que sus poderes provenían de otra cosa y no de sí misma. La verdad es que es tan poderosa como cualquier demonio que hayas conocido.

– ¿Por qué no nos dijiste eso ayer?

– Porque su padre renunció a su vida para mantener sus raíces al resguardo de todos, incluso de ella. Para cerciorarse de que fuera escondida de todas las personas y criaturas que la pudieran utilizar o amenazar. ¿Quién soy yo para deshacer tal sacrificio?