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Simone dio un paso hacia su espasmódica forma.

– Eres tan raro, Jesse.

Él levantó la cabeza para mirar después de ella.

– Yo no soy el que bromea con la cobra, idiota. Esa eres tú. Mr. Spicoli pidiendo pizza en la clase de Mr. Hand. Detén la locura, hermana. ¡Detenla! [7]

Xypher dio un paso hacia él y Jesse se levantó rápidamente.

– Voy a escuchar unos álbumes de Duran Duran. Nos vemos después -Jesse se desvaneció.

Simone se frotó las cejas en un lento círculo antes de moverse a masajear sus sienes, intentando disipar algo del dolor de cabeza que le había empezado. Volvió al dormitorio para depositar su bolso y llaves sobre el tocador.

– Menudo día. Perseguida por un demonio, amenazada por licántropos, abundantes experiencias cercanas a la muerte, cuerpos mutilados… Me mareo sólo con pensar lo que quizás traiga mañana.

Xypher lanzó una mirada malhumorada hacia la habitación de Jesse.

– Si tenemos suerte, un médium que ayude a Jesse a encontrar esa luz y entrar en ella.

Simone jadeó ante su seco comentario.

– Oh, dios mío, ¿Eso es una broma? -riendo, se acercó a él-¿Realmente has hecho un verdadero chiste?

Xypher estaba completamente encantado por el sonido de su melódica risa cuando ella caminó frente a él. Sus ojos brillaban con calidez y humor. Era tan vibrante y viva que quería alcanzarla y tocarla.

No. Quería besarla…

Ese conocimiento lo atravesó. Era un Phobotory Skotos. Ellos prosperaban causando temor en otros. Pero estando allí, ahora mismo, mirándola, quería quitarle la ropa y probar cada parte de su cuerpo hasta que se corriera en sus brazos gritando su nombre.

Ardía con una necesidad tan fuerte y fiera, que realmente lo asustaba. Su cuerpo duro como el acero, rogando por acercarla y probar esos tentadores labios que bromeaban, pero jamás se burlaban de él.

A Simone la quemó el calor de la mirada de Xypher. Era electrizante. Desgarradora. Era tan fiero y complejo. Tan aterrador, y al mismo tiempo quería tocarle. Era una compulsión igual a mirar un animal salvaje enjaulado que sabías podía destrozarte con sus garras. Incluso así, esto contenía tanta belleza que lo único que podías soñar era hundir tu mano en esa suave piel y sentirlo ronronear contra ti.

Pero ese no era el hombre frente a ella. No estaba segura de si alguna mujer podía domarle lo suficiente para domesticar ese hermoso cuerpo. Él no parecía haber bajado sus defensas lo suficiente para permitir a una intimar con él.

Simone podía contar con una mano el número de hombres con los que había estado… y a todos ellos los había conocido durante mucho tiempo antes de quedar con ellos. Incluso mucho más antes de que les diera la bienvenida a su cama.

Nunca ni una sola vez había encontrado un hombre que la calentara así. Realmente quería atraerlo a ella y arrancarle la ropa desnudándolo antes de probar cada suculenta pulgada de él.

¿Qué estaba mal con ella?

Él era detestable y odioso. Aterrador y amenazante.

Y el cuerpo más sexy sobre dos piernas.

Sus ojos se oscurecieron cuando inclinó la cabeza hacia la de ella. Corre, Simone, corre…

No podía. En cambio, abrió la boca para recibir uno de los más calientes besos que había probado jamás. Al principio no la tocó. Sólo sus labios se deslizaron sobre los de ella, probando y acariciando.

Un fiero gruñido escapó de él antes de que acunara su cara en las manos y profundizara en la muchacha a un nivel estático.

Xypher respiró su esencia, permitiendo que se derramara sobre él. Cuando sus lenguas se movieron, él probó su humanidad, su espíritu. Más que nada, probó su pasión. Esto lo quemó, haciendo que le dolieran lugares que ni siquiera sabía que pudieran dolerle a un hombre. Pero la necesidad de dolor que lo sorprendió era más de uno en su condenada alma.

Por primera vez en siglos, no se sentía como un demonio. Se sentía como un hombre.

Así es como te consiguió Satara…

Ese pensamiento cayó sobre él igual que un baño de hielo. Jadeando ante la verdad, se apartó. La ira lo envolvió haciéndolo sentir nuevamente estúpido. ¿Y por qué? ¿Por un fugaz momento de placer?

¡Idiota!

Un momento de bendición no compensaba una eternidad en el infierno. Y ni siquiera Simone.





Ella era una humana. Nada bueno podría salir estando con ella. Él pertenecía al mundo inmortal y ella vivía en uno con sus reglas y cortesía. No había manera de que ella entendiera jamás quien y qué era él.

Simone no podía respirar cuando vio una multitud de emociones pasando sobre la cara de Xypher. Confusión, remordimiento, tormento, pero la única que la impactó era la amarga rabia.

– ¿Qué ocurre?

– Mantente alejada de mí -su voz era un salvaje gruñido que reverberó a través de la habitación.

– Tú me besaste a , no al revés.

Él se rió con sorna.

– Nunca dije que fuera estúpido. Obviamente. Si tuviera cerebro, no hubiera caído en las mentiras que me condenaron -él se volvió y empezó a alejarse.

Él maldijo cuando alcanzó el umbral.

– Ni siquiera puedo alejarme de ti -Echando la cabeza hacia atrás, fulminó el techo con la mirada- Te odio. Hades, bastardo -un músculo palpitó de furia en su mandíbula cuando se volvió hacia ella-Preferiría que me golpearan antes que estar retenido aquí de esta manera.

Bueno si eso no la pinchaba directamente en el centro. ¡Cómo se atrevía!

– No me daba cuenta que era tal fastidio para ti.

– Estás en mi camino, ¿no es así?

Ella cerró las manos en puños levantándolas a continuación y extendiendo sus dedos ante él como si le echara mal de ojo.

– Desearía que tú hubieses sido el único que estuviera mudo. No, devuélvelo. Me alegro de que no lo estés. Por que cada vez que empiezo a pensar en que eres un buen tipo o te gusto, tú abres esa boca tuya y me recuerdas que no lo eres así que gracias. Ahora, ¡Lárgate! -Lo empujó a través de la puerta.

Xypher abrió la boca para hablar, pero antes de que pudiera, le cerró la puerta en las narices y le pasó el pestillo. Entonces trasladó su cómoda al umbral, sólo para asegurarse que no pudiera abrir la puerta. Satisfecha, se inclinó contra la cómoda y se cruzó de brazos. Una ligera llamada sonó en la puerta.

– ¿Simone?

– Vete. Lejos -ella añadió un silencioso “idiota” al final de esa frase.

– No puedo. Moriremos si lo hago.

– Entonces puedes quedarte ahí en el pasillo hasta que me calme- eso era inmaduro, pero incluso así esto hacía que se sintiera mejor. Se lo merecía.

Eres tan infantil.

Quizás, pero algunas veces la inmadurez estaba llamada a serlo. Esta era una de esas veces.

Xypher se pasó una mano a través del pelo mientras luchaba por la urgencia de usar sus poderes para desintegrar la puerta. Podía sentir su sensación de satisfacción y esto lo molestó incluso más.

Incapaz de dejarla tener la última palabra, se manifestó justo en frente de ella.

Ella lo fulminó furiosa.

– ¡No, no lo harás!

– No puedes mantenerme fuera.

– Eres tan estúpido -Ella levantó las manos para forzarlo a retroceder, pero en el instante en que lo tocó, algo dentro de él se destrozó.

La atrajo contra sí y la besó con cada confusa emoción que sentía disminuir dentro de él. Mareado por ello, la sujetó contra la cómoda que había usado para mantenerle fuera. Cerrando los ojos, sintió cada pulgada de su cuerpo presionado contra el de él. Sus pechos eran suaves contra su pecho. Su respiración dulce y dando la bienvenida cuando el hueso de su cadera se rozó con la parte de él que estaba hinchada y dura y rogando por la suave parte de su cuerpo.

Simone no podía pensar correctamente con él besándola de esa manera. Sus manos se sentían tan bien vagando por su cuerpo mientras sus lenguas danzaban. Ella no había sido protegida en tanto tiempo… casi había olvidado la sensación de unos brazos fuertes a su alrededor. La esencia de un hombre mientras su barba le arañaba la piel.

[7] Referencia a la película “Fast Times at Ridgemont High” de 1982, protagonizada por Sean Pe