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Era verdad. De hecho había conocido a más de ellos que su parte de fracasos, también, y todavía… Parecía ser algo más. Una persona no odiaba tanto como Xypher parecía hacerlo sin tener la habilidad de amar en el mismo grado.

Y su necesidad de matar hasta la exclusión de todos también hablaba de una extrema traición. La única persona a la que ella realmente había querido matar era la que había tomado la vida de su madre…

– No se puede odiar sin amar.

Jesse frunció el ceño.

– ¿Qué?

– Es algo que mi madre solía decir.

Hizo muecas.

– Oh, hombre, no… no te atrevas.

– ¿Atreverme a qué?

– A poner esos ojos llorones como si estuvieras simpatizando con él. -Hizo un irritado ruido con su garganta-. Eres tan tierna. ¿Hola? Este es el hombre que te ha vinculado a él mientras está tratando de descender al infierno para matar a alguien. No le preocupan tus sentimientos. No te preocupes tú por él.

Simone ondeó para alejar su diatriba.

– Oh, deja de gruñir. Ni siquiera le conozco.

– Y mejor que siga así.

Sabía que Jesse tenía razón. Es más, había una parte de ella que estaba atraída por Xypher incluso contra su sentido común. No estaba segura de por que. El parecía perdido de algún modo.

Oh, si el humor del Señor Macho Alfa estaba perdido… bien. Ella lo estaba perdiendo.

– ¿Has oído algo de Gloria? -preguntó a Jesse, tratando de distraerse.

Negó con la cabeza.

– Ni siquiera un gemido. Estoy pensando que los Daimons se la comieron.

Simone odiaba esos pensamientos. Nadie merecía ese destino.

– Espero que no. Parecía realmente agradable.

– Te oigo. -Jesse flotó hacia las cortinas. De repente, alguien llamó a la puerta.

– Entre -dijo Simone.

Carson entró en la habitación llevando una pequeña sierra de mano.

Simone dio un paso atrás, curiosa por sus intenciones.

– ¿Qué vas a hacer?

Señaló a su brazalete con la sierra.

– Me estaba preguntando si esto serviría para quitar el brazalete.

Ella sonrió con alivio. Por un segundo, había tenido miedo de que fuera a cortarle la garganta para silenciarla.

– Justo ahora eres mi persona favorita en el planeta. Si, por favor fríelo.

Carson rió mientras se movía para cogerle la muñeca con las manos. Hizo una pausa de un minuto para examinar el brazalete.

– Parece oro normal.

– Afrodita dijo que era Atlante. Algo hecho por los dioses.

El respiró bruscamente.

– Oh… -El se echó hacia atrás-. ¿Eso es malo?

– Quizás. No se lo bastante sobre ellos ni siquiera para adivinar lo que intentar cortar esto te haría. Por todo lo que sé, el mundo podría acabarse.

Ella soltó su brazo de su agarre.

– Por favor, no. Hubo una situación tensa en el final de Dexter [3] la semana pasada y tengo que ver como acaba.

Sus palabras parecieron sorprenderle.

– ¿Ves eso?

– Religiosamente. Ya que estoy mórbidamente fascinada por la serie.

– Dado mi trabajo y vida, es un programa que evito tanto como Planeta Animal -retrocedió-. Os dejaré solos otra vez.

Apenas había dado un paso fuera de la puerta antes de que oyera el retumbar de una voz profunda detrás de ella.

– ¿Donde estoy?

– Uau -dijo Jesse desde la cama-. El muerto se ha levantado… otra vez.





Ignorando a Jesse, fue al lado de Xypher. Sus ojos azules estaban ribeteados de rojo e inyectados en sangre. Su piel todavía tenía una capa de gris y por la respiración superficial podía decir que tenía grandes dolores.

– Estás en el Santuario.

Respiró profundamente y luego hizo una mueca.

– Huelo a Were-Hunter.

– ¿Were-Hunter?

Se movió ligeramente bajo la sábana antes de hablar otra vez.

– Lycantropos.

– Oh. -Realmente, eso tenía sentido para ella. Los Dark-Hunters cazaban vampiros Daimon. Los Dream-Hunters cazaban sueños y… bien, esto le hacía preguntarse que cazarían los Were-Hunter.

Si. Forzó a esos pensamientos a alejarse.

– Creo que un Were-Hunter podría haber ayudado a traerte aquí.

Xypher intentó sentarse, luego siseó.

– Con cuidado -dijo, apresurándose hacia él. Le puso las manos en el pecho, luego le empujó hacia atrás mientras una descarga eléctrica la atravesaba. No sabía por qué, pero tocar su pecho era extremadamente desconcertante, y la dejaba sin aliento-. Te dieron una grave puñalada y Carson dijo que no podía darte nada para el dolor.

Un tic apareció en su mandíbula mientras se volvía a tumbar en la cama y apartaba el trapo de la frente. Lo miró como si fuera un alien queriendo succionarle el cerebro.

– Estabas febril -explicó.

Su ceño se agudizó.

– ¿Tú hiciste esto?

Ella no podía entender su ira. Era como si su amabilidad verdaderamente le cabreara.

– Pensaba que estaba haciendo algo agradable por ti. Lo siento.

– ¿Por qué harías algo agradable por mí?

– Porque estabas herido y sangrando.

Todavía no había respiro en su fría, penetrante mirada.

– ¿Por qué te preocupas por eso?

– Fui a la escuela de medicina para ayudar a la gente. Es por lo que hago lo que hago.

– ¿Por qué?

Nunca en la vida había conocido a alguien que tuviera tantos problemas en aceptar ayuda. Querido Señor, ¿qué le habían hecho al pobre hombre para que algo tan simple como poner un trapo en su febril frente le hiciera tan receloso?

– Me estoy dando cuenta que tienes un problema con que sea agradable contigo.

– Sí -dijo-. Lo siento. La gente no es agradable. Especialmente no conmigo.

Algo dentro de ella se tensó ante esas gruñidas palabras.

– Xypher…

– No quiero tu compasión. -Lanzó la tela al suelo-. O tu amabilidad. Solamente apártate de mi camino y no hagas que te maten hasta que encuentre alguna manera de llegar a Kalosis.

Uau. Eso la hacía toda tibia y caliente por dentro. Él era como un agitado puercoespín en una fábrica de globos.

– ¿Por qué es tan importante para ti matar a esa persona?

Desde algún lugar una imagen ardió en su mente. Era Xypher. Estaba en una oscura, deprimente cueva, colgado dolorosamente de sus brazos. Su cabello negro estaba enredado con sangre y suciedad, y le caía hacia delante, sobre la cara. Completamente desnudo, su cuerpo estaba cubierto de heridas sangrientas.

La agonía de sus ojos era hermética. Intentaba escapar o luchar, pero no podía hacer nada. Golpe tras golpe de un látigo de púas de acero llovían sobre su carne, abriendo nuevas heridas y haciéndolo girar. A los dos esqueletos que lo golpeaban no les preocupaba cuanto tiempo llevaban hiriéndolo mientras le causaran dolor.

– ¡Para! -suplicó, incapaz de soportarlo.

Las imágenes se desvanecieron tan rápidamente como habían empezado.

Xypher le dirigió una mirada tan fría que la alcanzó interiormente y la hizo parte de su muy congelada alma.

– Eso es un destello de diez segundos de siglos de tortura que he aguantado a causa de la crueldad de una persona. ¿Más preguntas?

Ella no podía respirar a causa del dolor interior. Todo lo que podía hacer era sacudir la cabeza. No le extrañaba que estuviera enfadado, era difícil apartar el bulto de su garganta.

– Sí -dijo después de una breve pausa-. Tengo sólo una. ¿Habiendo dado a esta persona que te traicionó tanto ya, por que les darías también tu vida?

El rió amargamente.

– Déjame explicarte como conseguí llegar aquí, humana. Hice un favor a una diosa, la cual habló con Hades para convertirme en humano durante un mes. Un. Único. Mes. Ahora, habiendo vivido en el Tártaro todos estos siglos, he aprendido que Hades no deja ir a nadie de buena gana, especialmente no a alguien con mi pasado, voy a volver al infierno, nena. Nada de “síes”, “ies”, o “peros” sobre esto. El único factor indeterminado que queda es si voy a volver sólo o no, y no tengo la intención de hacerlo así. -Sus ojos ardían en ella un instante antes de que se empujara fuera de la cama-. ¿Dónde está mi camisa?

[3] Serie de suspense americana sobre un forense asesino en serie.