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Traté de imaginármelo, y me dieron escalofríos. Le lancé una mirada desaprobadora.
"Cuéntame lo que ha pasado en Nueva Orleáns", escribí. Comenzaba a sentir modorra de nuevo.
– Tendrás que aprender algunas cosas sobre nosotros – dijo, dubitativo.
– ¡Vaya, vaya, secretitos de los vampiros! -grazné.
Fue su turno de mirarme con desaprobación.
– Estamos algo organizados-me explicó-. Traté de pensar algún modo de mantenernos a salvo de Eric. -Al decir Bill eso, miré de forma involuntaria hacia la flor roja-. Sabía que si me hacía agente, como Eric, le sería mucho más difícil interferir en mi vida privada:
Puse expresión interesada, o al menos lo intenté.
– Así que asistí a la reunión regional -prosiguió-, y a pesar de que nunca me he implicado en política me presenté para un cargo. ¡Y gracias a un poco de cabildeo, he ganado!
Eso sí que era sorprendente. ¿Bill era un representante sindical? También me surgieron preguntas sobre eso del cabildeo. ¿Quería decir que Bill había matado a la oposición? ¿O que había comprado a los votantes una botella de A positivo por cabeza?
"¿En qué consiste tu trabajo?", escribí con lentitud, mientras me imaginaba a Bill sentado en una reunión. Trate de parecer orgullosa, que claramente era lo que él esperaba.
– Soy el investigador del Área Cinco -explicó-. Ya te contaré en qué consiste cuando estés en casa. No quiero cansarte ahora.
Asentí, sonriéndole contenta. Confié en que no se le pasara por la cabeza preguntarme quién me había enviado las flores. Me planteé si debía escribirle a Eric una nota de agradecimiento. ¿Por qué se me iban las ideas a detalles sin importancia? Debía de ser por los analgésicos.
Le hice un gesto a Bill para que se acercase más. Así lo hizo, y su cara descansó sobre la almohada, al lado de la mía.
– No mates a Rene -susurré.
Me miró con frialdad. Con hielo en los ojos.
– Puede que yo ya haya hecho el trabajo-le expliqué-. Está en cuidados intensivos. Pero aunque sobreviva, ya ha habido suficientes asesinatos. Deja que la ley se encargue, no quiero más cazas de brujas contra ti, quiero que vivamos en paz.
Se me hacía cada vez más difícil hablar. Tomé su mano entre las mías, la apoyé contra mi mejor mejilla. De repente, todo lo que le había echado de menos se concentró como un nudo en mi pecho, y relajé los brazos. Se sentó con cuidado al borde de la cama, e inclinándose sobre mí, con muchísimas precauciones, pasó sus brazos por debajo y me incorporó hacia sí, milímetro a milímetro, para que me diera tiempo a quejarme si me dolía.
– No lo mataré-dijo por último a mi oído.
– Cariño -musité, sabiendo que su agudo oído lo captaría-, te he echado de menos. -Escuché su rápido suspiro, y sus brazos me apretaron levemente, sus manos comenzaron a acariciarme con suavidad la espalda.
– Me pregunto-dijo-con qué velocidad podrás curarte sin mi ayuda.
– Oh, trataré de darme prisa -susurré-. Apuesto a que sorprenderé a la doctora.
Un collie trotó por el pasillo, se asomó por la puerta abierta, soltó un "grouff", y se alejó. Asombrado, Bill se giró para echar un vistazo al pasillo. Ah, claro, esa noche había luna llena, podía verla a través de la ventana. También vi algo más: un rostro blanco apareció de la oscuridad y flotó entre la luna y yo. Era una cara hermosa, rodeada de pelo dorado. Eric el Vampiro me sonrió y de manera gradual desapareció de la vista. Estaba volando.
– Pronto volveremos a la normalidad-dijo Bill, tumbándome de nuevo con delicadeza para poder apagar la luz del cuarto de baño. Su cuerpo brillaba en la oscuridad.
– Claro -susurré-, desde luego. De vuelta a la normalidad.