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– Eso también lo sé -dijo Tully secamente, a pesar de que el tono de O'Dell no era en absoluto condescendiente. Esta vez, O'Dell y Ganza se pararon y lo miraron. ¿Cómo era posible que de pronto se hubiera convertido en el histérico, en el irracional?

– Entonces, ¿cuál es el problema, agente Tully? -ella se levantó para mirarlo cara a cara, pero su actitud carecía por completo de arrogancia, lo cual sólo empeoraba las cosas.

Incluso la cara arrugada y curtida de Ganza adquirió una expresión de impaciencia. Ambos siguieron mirándolo, esperando, como si Tully estuviera obstruyendo el procedimiento de manera irracional.

– Pensaba que habíamos quedado en que aquí no había nada que hacer.

– No, quedamos en que no podíamos hacer nada anoche. Aunque esto tendríamos que haberlo hecho anoche mismo. Esperemos que esté lo bastante oscuro. Menos mal que hoy el día ha amanecido nublado.

Ganza asintió. Ambos esperaron. De pronto, todas las objeciones que un momento antes le habían parecido perfectamente lógicas, le sonaron pueriles y arrogantes. Allí no había nada. Todo aquello era una ridicula pérdida de tiempo y deesfuerzo. Pero, en lugar de decírselo a O'Dell, tal vez fuera mejor que lo viera ella misma. Tal vez así se daría por satisfecha.

– Acabemos con esto -dijo al fin-. ¿Qué tengo que hacer?

– Cierre la puerta y quédese ahí, junto al interruptor de la luz -le indicó Ganza mientras tomaba la cámara de vídeo-. Lo avisaré cuando tenga que encenderla o apagarla. Maggie, toma un par de pulverizadores y empieza a rociar el luminol. Yo iré detrás de ti, grabando.

Tully se colocó en su puesto, sin molestarse ya en ocultar su impaciencia. Se daba cuenta, sin embargo, de que nada de lo que hacía parecía afectar a O'Dell y Ganza. Éstos estaban tan enfrascados en su tarea que apenas se fijaban en él, salvo para darle instrucciones.

Tully vio que O'Dell agarraba dos botes de spray y los sujetaba como si fueran pistolas, con el dedo índice listo para apretar el gatillo.

– Empezaremos por la pared más cercana a la puerta y seguiremos hacia el cuarto de baño -dijo Ganza con su voz monocorde, que nunca expresaba emoción alguna y encajaba a la perfección con su alta y desmadejada figura y con sus movimientos deliberados y precisos.

– Maggie, acuérdate de las prácticas. Empieza por las paredes, de arriba abajo. Luego el suelo, de la pared al centro -continuó Ganza-. Vamos a rociar por completo todo el camino hasta el cuarto de baño. Nos detendremos en la puerta. Seguramente tendrás que recargar los frascos de luminol.

– Entendido.

Tully comprendió entonces que O'Dell y Ganza habían hecho aquello juntos otras veces. Parecían sentirse a gusto el uno con el otro, como si conocieran el papel que ocupaba cada uno. Y O'Dell había conseguido arrastrar allí a Ganza al amanecer, a pesar de que aquel hombre estaba desbordado de trabajo.

Tully siguió esperando en su puesto, con los brazos cruzados sobre el pecho y la espalda apoyada contra la puerta cerrada. Se sorprendió dando golpecitos con el pie en el suelo, un tic inconsciente que Emma le echaba en cara cuando «se cerraba en banda». ¿De dónde demonios sacaba su hija esas expresiones? En cualquier caso, dejó de mover el pie.

– Estamos listos, agente Tully. Adelante, apague la luz -le dijo Ganza.

Tully apretó el interruptor y al instante sintió que se lo tragaba la oscuridad. Ni un atisbo de luz se colaba por el celuloide que cubría las ventanas. En realidad, Tully ni siquiera sabía ya dónde estaban las ventanas.

– Excelente -oyó decir a Ganza.

Entonces Tully oyó un leve zumbido electrónico y un diminuto punto rojo apareció donde debía estar la cámara que Ganza sostenía en las manos.



– Listo. Cuando tú quieras, Maggie -dijo Ganza mientras el punto rojo ascendía.

Tully oyó el silbido del spray, firme y sostenido. Parecía como si O'Dell estuviera rociando toda la pared. Tully se preguntó cuántos botes, cuántos frascos de luminol harían falta para que se diera cuenta de que allí no había nada. De pronto, la pared empezó a brillar. Tully se irguió, y el vello de su nuca y de sus brazos comenzó a erizarse.

– Dios mío -susurró, mirando incrédulo las salpicaduras, las manchas y huellas que cubrían casi por entero la pared y que ahora refulgían como brochazos de pintura fluorescente.

Capítulo 41

Maggie retrocedió, dejándole sitio a Keith. Aquello era peor de lo que esperaba. Las marcas se extendían a lo ancho y a lo largo, formando jirones y golpes, como la estela luminosa dejada por el movimiento enloquecido de una criatura aterrorizada. Las huellas de manos eran pequeñas, casi infantiles. Tess recordó las delicadas manos de Jessica Beckwith sosteniendo la caja de pizza ante su puerta.

– Dios, no puedo creerlo.

Oyó de nuevo la voz de Tully emergiendo de la oscuridad. Sabía que su compañero estaba convencido de que no encontrarían nada, de que allí no había sucedido nada fuera de lo normal. Pero demostrarle lo contrario no le produjo ninguna satisfacción. Por el contrario, se sentía aturdida y asqueada. De pronto le parecía que hacía demasiado calor en la habitación. ¿Qué demonios le pasaba? No se mareaba en la escena de un crimen desde sus tiempos de novata, desde aquellos primeros años de aprendizaje. Ahora, por segunda vez en menos de una semana, su estómago amenazaba con revelarse contra ella.

– Keith, ¿qué posibilidades hay de que esto sea un producto de limpieza? La casa está en venta. Todavía huele como si acabaran de limpiar.

– Sí, han limpiado, ya lo creo que han limpiado. Alguien intentaba librarse de esto.

– Pero el luminol puede ser sensible a la lejía -continuó ella-. Tal vez alguna empresa de limpieza haya limpiado la casa de arriba abajo, incluidas las paredes.

Tras una agitada noche de insomnio y ansiedad, presintiendo lo que iban a descubrir, ¿por qué se resistía a creerlo ahora? ¿Por qué de pronto deseaba creer que las marcas y arañazos que tenía ante sus ojos eran las huellas dejadas por una limpiadora sumamente meticulosa?

– En el armario de las toallas hay un montón de productos de limpieza. Una fregona, un cubo, esponjas y limpiadores líquidos. Huelen igual que lo que usaron aquí. Ninguno de ellos contiene lejía -repuso Ganza-. Lo he comprobado. Además, nadie deja huellas así cuando limpia.

Ella se obligó a mirar las huellas antes de que su resplandor se disipara. Las marcas se alargaban como si los pequeños dedos se hubieran aferrado, clavado y deslizado por la pared. Maggie cerró los ojos, intentando ahuyentar las imágenes que afluían a su cabeza. Sabía que, a poco que se esforzara, podría verlo todo a cámara lenta, como si visualizara la secuencia de una película. De una película de terror.

– ¿Lista, Maggie? -la voz de Keith la sobresaltó. Ganza se había colocado de nuevo a su lado mientras la habitación volvía a sumirse en la oscuridad-. Vamos con el suelo, desde aquí al cuarto de baño.

Maggie sintió que los dedos le temblaban al asir de nuevo los botes de spray. Por suerte, ni Keith ni Tully podían verla. Procuró calmarse e intentó recordar exactamente qué dirección debía seguir y a qué distancia estaba el cuarto de baño. Cuando volvió a sentirse dueña de sí misma, empezó a rociar el líquido procurando que no le cayera en los pies mientras caminaba lentamente de lado. No había alcanzado aún la puerta del cuarto de baño cuando el suelo comenzó a iluminarse como una senda. Largas marcas deslizantes seguían sus pasos.

– Oh, Dios mío -oyó mascullar a Tully desde su negro rincón, y de pronto le dieron ganas de decirle que se callara. Su espanto la ponía nerviosa y, lo que era peor, le recordaba su propio miedo.

Ganza apuntó la luz roja hacia el suelo, siguiendo el rastro de lo que alguna vez habían sido unos pies ensangrentados arrastrándose por el parqué. Maggie se apartó el pelo de la cara y se limpió el sudor de la frente. ¿Estaba Jessica inconsciente cuando la llevó al cuarto de baño? Sin duda la chica había perdido mucha sangre durante la pelea cuyo rastro había quedado impreso en la pared. Maggie se preguntaba si estaba consciente cuando Stucky la metió en el jacuzzi; cuando le dijo las cosas horribles que iba a hacerle. ¿Estaba viva o muerta cuando empezó a rajarla?