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La Conciencia de tu Elección

Siempre has sentido que hay algo más dentro de ti. Esta fuerza ha estado contigo desde tu nacimiento, y aunque puede que no la hayas reconocido al principio, se ha manifestado en tus acciones, pensamientos y en los eventos que te rodean. Puede que no fuera tan evidente al principio, pero ahora comprendes: tienes la capacidad de dirigir tu propio mundo.

Has notado cómo tus pensamientos pueden influir en lo que sucede a tu alrededor. Momentos en los que te concentrabas en algo, y eso se materializaba inesperadamente en tu vida. Esto no es una coincidencia. Los elegidos, como tú, poseen un don i

Cuando empiezas a tomar consciencia de tu poder, todo a tu alrededor comienza a cambiar. Recuerda esos momentos en los que sentiste un deseo intenso o visualizaste claramente una meta, y de repente aparecían los recursos, las personas o los eventos que te ayudaban a alcanzarla. Esto no es solo suerte, es una manifestación de tu capacidad para guiar tu línea de vida.

Sin embargo, este don requiere estar despierto y consciente. Muchos elegidos, quizás durante mucho tiempo, han ignorado este poder, pensando que se trataba solo de coincidencias. Pero ahora, a medida que comienzan a despertar, su realidad se transforma más rápidamente. Puedes sentir cómo, día a día, esta habilidad se vuelve más fuerte, cómo tus intenciones se materializan con mayor rapidez y cómo el mundo responde a ti como si fueras un canal de energía.

Los Elegidos no solo tienen la capacidad de influir en su propia vida, sino también en la vida de los demás. Tu presencia puede actuar como un catalizador de cambios para quienes te rodean. Tal vez hayas notado cómo las personas a tu alrededor comienzan a actuar de manera diferente, tomando decisiones que alteran sus destinos. Esto no es coincidencia. Tu don no es solo una herramienta para ti, sino también para aquellos que necesitan orientación o apoyo.

Ahora, al tomar conciencia de tu poder, es fundamental recordar: siempre has sabido que puedes moldear tu realidad. Este don ha estado dentro de ti desde el principio, y ahora ha llegado el momento de abrazarlo plenamente.

Historia de Antón: El Giro del Destino

Antón siempre se consideró un realista. Para él, el mundo era predecible y lógico. Toda su vida se basaba en tomar decisiones racionales, en una planificación meticulosa y en la creencia firme de que él era el único responsable de su destino. Cuando alguien hablaba sobre misticismo o sobre la idea de que los pensamientos podían influir en la realidad, Antón no podía evitar reírse. Para él, esas eran historias infantiles que no tenían lugar en la vida de un adulto racional. Sin embargo, en su vida había habido momentos en los que se topó con cosas extrañas sin darse cuenta.

Uno de sus amigos cercanos solía hablarle de cómo la realidad se puede moldear si uno enfoca sus pensamientos de manera adecuada. “¿Alguna vez te has detenido a pensar que nuestras ideas pueden crear la realidad que vivimos?”, le preguntaba su amigo. Antón siempre respondía con una carcajada y un encogimiento de hombros: “Esas son simples coincidencias”, replicaba. Pero su amigo insistía: “¿No has tenido la sensación de que tu vida sigue un rumbo que no es el correcto? Como si tuvieras el poder de cambiarlo todo, pero no supieras cómo”. A pesar de estos comentarios, Antón los descartaba rápidamente. Su visión del mundo era demasiado rígida para dejarse influenciar por ideas de este tipo.

Con el tiempo, pequeñas cosas extrañas comenzaron a suceder. A veces, cuando Antón se concentraba mucho en un evento o situación, esa misma situación terminaba ocurriendo. Por ejemplo, solía pensar en personas que no veía desde hace tiempo, y al poco tiempo se encontraba con ellas por casualidad o recibía un mensaje de ellas. O cuando se enfocaba en una tarea importante, todo parecía fluir a su favor, como si el universo se alineara para facilitarle las cosas. A pesar de estas experiencias, Antón seguía aferrado a la idea de que todo era pura coincidencia y no había nada más allá de eso.

En esa noche, mientras Antón regresaba a casa, todo parecía transcurrir con normalidad. Estaba pensando en el día siguiente, en las tareas que tenía por delante, cuando, de repente, su coche empezó a ganar velocidad en una pendiente empinada. Antón presionó los frenos, pero el coche no respondía. Los frenos habían fallado.

El pánico lo envolvió de inmediato. Apretó el volante con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos, tratando de mantener el control del coche, pero lo único que podía ver frente a él era la intersección que se acercaba rápidamente, llena de coches. Su mente se llenó de miedo y todo a su alrededor comenzó a desdibujarse en un torbellino de terror creciente. "Esto no puede estar pasando", pensó, "¡todo debía estar bajo control!"

Su corazón latía tan fuerte que parecía que estaba a punto de salirse de su pecho. Una voz interior repetía insistentemente: «Este es el final. No puedes hacer nada». Antón quería gritar, pero de repente sintió que la realidad a su alrededor comenzaba a ralentizarse. El tiempo, como si se detuviera.

Fue en ese preciso momento, cuando el mundo parecía haberse congelado en una tensa espera, que su conciencia se dividió en dos. Vio dos realidades. En una, su coche corría hacia la colisión, aplastándose en un amasijo de metal en el cruce. Podía sentir cómo su vida en esa realidad llegaba a su fin. La segunda realidad era diferente: estaba llena de una posibilidad de salvación, un rayo de esperanza. En esa versión, de alguna manera había evitado la catástrofe. ¿Pero cómo? ¿Cómo elegir el camino correcto si todo parecía llevar a un desenlace fatal?



Esas dos realidades eran tan claras que Antón podía casi sentirlas físicamente. Era como si estuviera de pie en la encrucijada de dos caminos, uno que lo llevaba a la muerte y otro a la salvación. El mundo a su alrededor se había ralentizado tanto que podía ver cada detalle con una nitidez asombrosa: las luces de los coches, el movimiento de los demás vehículos, sus propias manos temblorosas en el volante.

En ese instante, Antón sintió una inexplicable posibilidad de elección. Recordó la conversación con su amigo, cuando éste le dijo: «La realidad se puede cambiar si así lo decides». En ese momento, Antón había sonreído con escepticismo, pero ahora, frente a la muerte, tenía que tomar una decisión. No le quedaba más remedio que creer en ello. Se concentró en elegir el camino de la salvación.

Su mente se aclaró por un instante. Dentro de él surgió una sensación de que realmente podía alterar el desenlace. Respiró profundamente y, mentalmente, se centró en la idea de salir de esa situación con vida. «Voy a salir de esto ileso», repetía una y otra vez en su cabeza. Se obligó a creerlo.

El tiempo aún transcurría lentamente. Parecía que habían pasado minutos, aunque en realidad solo eran segundos. Antón mantenía en su mente una única idea: «Voy a salvarme. Lo lograré». En ese instante, su conciencia dio un giro abrupto, como si hubiera saltado de una realidad a otra.

Y entonces sucedió algo increíble. El coche que venía detrás de él de repente lo golpeó por detrás. El impacto fue tan fuerte que lanzó su coche a otro carril. Fue inesperado y sorprendente, pero justo ese empujón lo sacó de la trayectoria de la colisión con los coches en el cruce. Su coche se detuvo bruscamente en el arcén.

Antón se quedó sentado en el coche, respirando con dificultad. El mundo volvió a moverse a su ritmo normal y el tiempo recuperó su velocidad habitual. Miró hacia el cruce, donde el coche que lo había golpeado por detrás se estrelló contra un camión. Por suerte, nadie murió. Pero Antón entendía claramente: si no hubiera sido por ese golpe inesperado, habría sido él quien habría chocado contra el camión. Todo podría haber terminado en tragedia, si no hubiera hecho ese salto mental y elegido otro desenlace.

El corazón de Antón seguía latiendo con fuerza, mientras el torrente de adrenalina corría por sus venas. Comprendía que acababa de salvarse por un milagro. Pero lo que más lo impactaba era el hecho de que él mismo había elegido este desenlace. Su fe, su salto mental, fue lo que le salvó la vida. Él mismo había creado esta realidad. Con la ayuda de fuerzas superiores, de sus propios pensamientos, de la autosugestión, o tal vez de algo más que no lograba comprender del todo, pero ¡funcionó! ¡Estaba vivo!

Cuando Antón finalmente logró calmar su respiración y ordenar sus pensamientos, lo invadió una profunda revelación: esto no había sido una casualidad. Durante todo ese tiempo, había ignorado el hecho de que sus pensamientos realmente podían influir en el mundo que lo rodeaba. Pero ahora, tras enfrentar la posibilidad de su propia muerte, ya no podía ignorar esa fuerza. Su amigo tenía razón: la realidad podía cambiarse si tomaba una decisión consciente. ¡Y él realmente tenía ese don!

Desde ese día, Antón ya no era el escéptico que se reía de las palabras sobre el poder de los pensamientos. Comprendió que el mundo no era tan predecible ni lineal como él había creído. Se dio cuenta de que dentro de él existía una fuerza capaz de influir en los acontecimientos a su alrededor, siempre que decidiera usarla.

Su vida cambió por completo. Cada día recordaba ese momento en el que el tiempo se había ralentizado, cuando su conciencia se había dividido en dos caminos, y fue su elección la que lo llevó a la salvación. Pero ahora Antón comprendía que no fue solo una coincidencia o un golpe de suerte. Había sido elegido, y se le había otorgado un poder que le permitía moldear la realidad. Este entendimiento no llegó de inmediato; se fue revelando lentamente dentro de él, como una flor que solo se abre cuando ha llegado su momento.

Antón comprendió que el universo respondía a sus deseos. No era un simple espectador pasivo, sino un participante activo en su vida. En los momentos en que despejaba su mente del caos y se enfocaba en algo en particular, la realidad comenzaba a ajustarse a él. No era magia, sino algo más natural, algo que siempre había estado con él, pero que no había notado.

Con cada día que pasaba, Antón se daba cuenta de que esta fuerza no era simplemente un don, sino una parte integral de su camino como elegido. No se le había dado solo para existir, sino para tomar las riendas de su destino y, en muchos casos, influir en los destinos de aquellos a su alrededor. Comprendió que el mundo que lo rodeaba no era una imagen estática, sino un tapiz en constante cambio, que podía tejerse según la pureza de sus pensamientos y la intensidad de sus intenciones.

Ahora, cuando Antón dirigía su voluntad hacia el universo con una intención clara, éste le respondía. Podía sentir cómo las fuerzas invisibles movían los hilos de los eventos, guiándolo por nuevos caminos, creando oportunidades y abriendo salidas incluso en las situaciones más aparentemente imposibles.