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Era incapaz de conciliar el sueño.

Se encontró separando las piezas del rompecabezas para a continuación volverlas a juntar. Cada vez formaba una figura diferente hasta convertirse en una confusa mezcolanza de hechos y teorías.

A ese paso no hablaría con mucha coherencia cuando se reuniera con Mira.

Se planteó tomar un largo baño caliente en vez de dormir. Inspirada, se levantó y se envolvió en el albornoz. Tomó el ascensor con el propósito de evitar a Summerset, y bajó en la planta inferior donde se hallaba el sendero ajardinado que conducía al solárium. Una sesión en la piscina sería la solución, decidió.

Tiró al suelo el albornoz y se acercó desnuda a la oscura agua contenida por un muro de auténtica piedra y rodeada de flores fragantes. Al sumergir un pie el agua le pareció agradablemente caliente. Se sentó en el primer escalón y pulsó los mandos de chorros y burbujas. En cuanto el agua empezó a agitarse se ocupó de programar la música. Con una mueca, decidió que no estaba de humor para melodías.

Al principio se limitó a flotar, agradeciendo que no hubiera nadie alrededor para oír sus gemidos cuando los chorros de agua actuaban en sus partes doloridas. Inhaló el aroma de las flores y flotó a la deriva, abandonándose a los más simples placeres.

El conflicto entre el cansancio y el estimulante se compensó dando paso a la relajación. Las drogas eran excesivamente sobrevaloradas, decidió Eva. El agua obraba maravillas. Se dio lentamente la vuelta y se puso a nadar, despacio al principio, mientras se le calentaban los músculos. Luego puso más energía, confiando en librarse del exceso del estimulante y reanimarse con el ejercicio.

Cuando sonó el reloj automático y el agua se calmó, ella siguió dando largas brazadas, sumergiéndose hasta casi rozar el brillante fondo negro, hasta que se sintió como un embrión en un útero y salió a la superficie con un gemido de satisfacción.

– Nadas como un pez.

Eve buscó instintivamente el arma que llevaba en el costado y se encontró con sus propias costillas. Se apresuró a secarse los ojos y vio a Reea

– Es un decir, pero en tu caso es cierto. -Se acercó al bordillo de la piscina. Luego se quitó los zapatos, se sentó y sumergió las piernas en el agua-. ¿Te importa?

– Adelante. -Eve no se consideraba muy pudorosa, pero se sumergió un poco más. Odiaba que la sorprendieran desnuda-. ¿Buscabas a Roarke?

– La verdad es que no. Acabo de dejarle. Él y William siguen arriba en su oficina. Yo tengo hora en la peluquería. -Se tiró de sus encantadores rizos pelirrojos-. Tengo que hacer algo con esta mata de pelo. Summerset ha comentado que estabas aquí abajo, y pensé en saludarte.

Summerset. Eve sonrió forzada. La había visto, después de todo.

– Tenía un par de horas libres y se me ocurrió aprovecharlas.

– ¿Y qué lugar más maravilloso para hacerlo? Roarke tiene muchísima clase, ¿no te parece?

– Ya lo creo.

– Sólo quería decirte lo bien que lo pasé anoche. Apenas tuve ocasión de hablar contigo… con tanta gente. Y luego te llamaron.

– Los policías son negados para el trato social -repuso Eve, preguntándose cómo salir y recuperar su albornoz sin sentirse como una idiota.

Reea

– Espero que no fuera nada… desagradable.

– No murió nadie, si a eso te refieres. -Ella sí era pésima para el trato social, se dijo Eve sonriendo para sí. Y se obligó a hacer un mayor esfuerzo-. A decir verdad tuve un golpe de suerte en el caso en que estoy trabajando. Detuvimos a un sospechoso.

– Eso es bueno. -Reea

– No estoy autorizada a responderte.

Reea

– Así habla un poli. En fin, de un modo u otro, he estado pensando mucho en ello. Tu caso, o como lo hayas llamado, sería un artículo fascinante. He estado tan absorta en temas tecnológicos que llevo mucho sin escribir nada. Espero discutir contigo el asunto una vez lo resuelvas y se divulgue.

– Seguramente podremos, si es que lo resuelvo -respondió Eve cediendo un poco. Después de todo, esa mujer era una experta y podía serle de ayuda-. Pues para que sepas, el sospechoso está siendo analizado por la doctora Mira. ¿Alguna vez has hecho evaluaciones de comportamiento y personalidad?

– Desde luego. Desde distinto ángulo que Mira. Podría decirse que somos las dos caras de una misma moneda. Nuestra diagnosis final a menudo sería la misma, pero utilizaríamos un método distinto y un punto de vista diferente.

– Es posible que necesite dos puntos de vista antes de que termine este asunto -murmuró Eve, midiéndola con la mirada-. ¿No tendrás por casualidad autorización para acceder a información confidencial?

– Da la casualidad de que sí. -Reea

– Casi. Si se diera el caso, ¿qué te parecería trabajar para tu ciudad en calidad de asesora temporal? Puedo garantizarte muchas horas, malas condiciones y pésimo sueldo.

– ¿Quién podría declinar una oferta así? -Reea

– Pues es posible que te llame -concluyó Eve. Y decidiendo que era más estúpido permanecer en el agua que salir con naturalidad, se levantó.

– Ya sabes dónde encontrarme… Por Dios, ¿qué te ha pasado? -Reea

– Gajes del oficio.

Cogió una de las toallas amontonadas cerca del bordillo y se disponía a envolverse cuando Reea

– Déjame echarte un vistazo. No te han tratado -dijo tocándole la cadera.

– ¿Te importa?

– Por supuesto. -Impaciente, Reea

– Un vendaje de hielo. Está mejor.





– Pues me habría muerto si lo hubiera visto peor. ¿Por qué no has ido al centro médico o a un puesto de asistencia?

– Porque los odio. Y no tenía tiempo.

– Pues ahora lo tienes. Quiero que te tumbes en la mesa de masajes. Iré al coche por mi maletín de emergencia y me ocuparé de esto.

– Escucha, te lo agradezco, pero sólo son cardenales. -Eve tuvo que alzar la voz porque Reeana ya se estaba lejando presurosa.

– Tendrás suerte si no te has astillado un hueso de esa cadera. -Con ese triste vaticinio, Reea

– Oh, gracias. Me siento mucho mejor ahora.

Resignada, Eve se quitó la toalla, se puso el albornoz y se acercó de mala gana a la mesa situada debajo de una pérgola llena de glicinias en flor. Apenas se había instalado cuando Reea

Esa mujer sabía actuar, pensó Eve.

– Creía que tenías hora en la peluquería.

– He llamado para que me la cambien. Échate, nos ocuparemos primero de la rodilla.

– ¿Cobras extra por las visitas a domicilio?

Reea

– Esta es gratis. Considérala una práctica. Llevo casi dos años sin trabajar en seres humanos.

– Muy alentador. -Eve cerró los ojos cuando Reea

– Hummm. No está rota, eso ya es algo. Sólo está dislocada e hinchada. ¿Por qué? -Volvió a revolver en su maletín-. Roarke es parte del motivo. Nos hizo a William y a mí una oferta imposible de declinar. El sueldo era generoso, y Roarke sabe qué teclas tocar.

Eve silbó al sentir en la rodilla algo frío y que escocía.

– ¡Me lo vas a decir a mí!

– El sabía que yo llevaba tiempo interesándome en los patrones de conducta y en los efectos de la estimulación. La oportunidad de crear nueva tecnología con fondos literalmente ilimitados era demasiado tentadora para dejarla escapar. La vanidad no me permitió rechazar la oportunidad de participar en algo nuevo, y con el respaldo de Roarke sin duda iba a ser un éxito.

Eve se dio cuenta de que había sido un error cerrar los ojos, porque empezaba a flotar. Las palpitaciones en las caderas se atenuaron a medida que los delicados dedos de Reea

– Al parecer nunca fracasa.

– No, al menos desde que lo conozco.

– Tengo una reunión dentro de un par de horas -se apresuró a decir Eve.

– Descansa primero. -Reea

– Claro. La mimaré.

– ¿Te hiciste todo esto anoche, cercando a tu sospechoso?

– No, antes. Él no me dio problemas. El muy cabrón. -Eve arrugó las cejas-. No consigo hallar pruebas contra él.

– Estoy segura de que lo harás -repuso Reea

– Fracasé.

– Lo sé. -Reea

– Sonreía.

– Ya lo vi.

– Quería morir.

– ¿Tú crees?

– Dijo que morir era agradable. La experiencia máxima.

Satisfecha de haber hecho todo lo que estaba en su mano, Reea

– Hay quienes consideran la muerte como la experiencia humana suprema. No importa lo avanzadas que estén la medicina y la tecnología, nadie puede escapar a ella. Y dado que estamos llamados a morir, ¿por qué no ver la muerte como un objetivo en lugar de un obstáculo?

– Estamos llamados a luchar. Cada trecho del camino.

– No todo el mundo tiene la energía o la necesidad de luchar. Algunos la aceptan tranquilamente. -Reea