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– La habría probado si no me hubieran interrumpido. -Pensó en Mavis y casi sonrió-. Dudo que Ree se esforzara mucho en alterar los datos. Sabía que yo confiaba en ella y en William.

– William no ha hecho nada, al menos de forma voluntaria.

Él se limitó a asentir. Observó la camisa hecha jirones y manchada de sangre de Eve, y preguntó:

– ¿Te ha herido?

– Casi toda la sangre es suya. -O eso creía-. No quería que la encerraran. -Resopló-. Está muerta, Roarke. Se ha suicidado. No pude detenerla. O tal vez no quise hacerlo. Me explicó… lo de la unidad, tu unidad. -Volvió a jadear-. Pensé que no llegaría a tiempo. No conseguía hacer funcionar el telenexo y no podía llegar aquí.

No oyó a Peabody cerrar la puerta para dejarlos a solas. En esos momentos le traía sin cuidado la intimidad. Siguió mirando al vacío y se estremeció.

– No podía -volvió a decir-. La entretuve todo este rato para ganar tiempo y atar cabos, mientras tú podrías haber…

– Eve, no lo he hecho. -Se acercó a ella y la abrazó-. Y has llegado hasta aquí. No voy a dejarte. -Le besó el cabello cuando ella ocultó el rostro en su hombro-. Ya ha pasado todo.

Ella sabía que volvería a revivir un millar de veces en sus sueños esa interminable carrera, el pánico, la sensación de impotencia.

– No; habrá una investigación completa, y no sólo de Reea

– Podré soportarlo. La compañía está limpia, te lo prometo. No te haré avergonzar teniéndome que arrestar, teniente.

Ella aceptó el pañuelo que él le entregó y se sonó.

– Qué desastre para mi carrera, casarme con un estafador.

– No tienes que preocuparte. ¿Por qué lo hizo?

– Porque podía. Eso es lo que dijo. Disfrutaba teniendo el poder, el control. -Se frotó bruscamente las mejillas-. Tenía grandes planes para mí. -Se estremeció brevemente-. Quería convertirme en una especie de animalillo doméstico, supongo. Como William. Su perrito amaestrado. Una vez muerto tú, se figuraba que yo heredaría todas tus propiedades. No vas a hacerme eso, ¿verdad?

– ¿Qué, morir?

– Dejarme todo esto.

Él rió y la besó.

– Sólo tú te enfadarías por eso. -Le apartó el cabello de la cara-. ¿Tenía una unidad preparada para ti?

– Sí, pero no tuvimos tiempo de probarla. Feeney está allí abajo. Será mejor que le explique lo ocurrido.

– Tendremos que bajar entonces. Ella desconectó el telenexo, por eso me disponía a bajar cuando te echaste encima de mí. Me inquieté al no poder hablar contigo. -Eve le acarició el rostro.





– Es duro querer a alguien.

– Me veo capaz de sobrellevarlo. Supongo que querrás ir a la comisaría para aclarar todo el asunto esta misma noche.

– Es lo que procede. Tengo un cadáver… y cuatro casos de asesinato que cerrar.

– Te llevaré después de pasar por el centro médico.

– No pienso ir.

– Desde luego que irás.

Peabody llamó a la puerta y se asomó.

– Disculpad, pero los asistentes sanitarios están aquí. Necesitan autorización para entrar.

– Me encargaré de ello. Haz que se reúnan con nosotros en la oficina de la doctora Ott, ¿quieres, Peabody? Pueden examinar a Eve antes de llevársela al centro para un tratamiento completo.

– He dicho que no voy a someterme a un tratamiento.

– Te he oído. -Roarke apretó un botón de su escritorio-. Autorizar la entrada de los médicos. Peabody, ¿llevas encima las esposas?

– Es la norma.

– ¿Me las prestarías para ver si puedo dominar a tu teniente hasta dejarla en el centro médico más próximo?

– Inténtalo, amigo, y verás quién necesita un médico. -Peabody hizo un esfuerzo por controlarse. Una risita en ese momento no sentaría nada bien a su teniente.

– Comprendo tu problema, Roarke, pero no puedo complacerte. Necesito el empleo.

– No importa, Peabody. -Roarke rodeó a Eve por la cintura y dejó que se apoyara en él mientras se dirigía cojeando a la puerta-. Estoy seguro de que puedo encontrar un sustituto.

– Tengo que presentar un informe y trabajo que terminar, además de un cadáver que trasladar. -Eve lo miró disgustada mientras él llamaba el ascensor-. No tengo tiempo para una revisión.

– Ya te he oído -repitió él, y se limitó a cogerla en brazos e introducirla en el ascensor-. Peabody, dile a los sanitarios que vengan armados. Es muy probable que trate de escapar.

– Déjame en el suelo, idiota. No pienso ir. -Pero Eve se reía cuando las puertas se cerraron.


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