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El le mantuvo aferradas las manos hasta que ella paró de tratar de liberarlas. -Te estoy pidiendo ayuda y ofreciéndote la mía. Ella quiere debilitarte, recortarte pedacitos de ti cada vez que deje caer un cuerpo a tus pies. Tratando de hacerte pensar que eres responsable de ponerlos ahí.
– Yo no pienso…
– No, tú lo sabes bien, en tu cabeza. Pero te hizo sangrar en ese maldito video. En tu corazón. Y quiere terminarte a través de mi. No te conoce. No comprende lo que hay en ti, lo que es amar a alguien. Si ella lograra, por algún milagro, sacarme del camino, tú no te caerás a pedazos. La buscarás y la cazarás. La vas perseguir hasta el final. Y entonces, bueno, querida, te la comerás viva.
El se llevó los apretados puños de ella hasta los labios. -Y yo haría exactamente lo mismo por ti, si te lo preguntas.
– Eso es realmente reconfortante, Roarke.
– Verdad que si? -Lo dijo con tanto encanto que ella sintió un sonrisa tratando de asomar a su boca.
– Suéltame. No voy a tratar de golpearte. Sueltame, y no me hables por un minuto.
El le liberó las manos, y luego le acarició con los dedos la mejilla lastimada. Levantándose, se alejó para dejarla sola.
Se quedó sentada donde estaba. La furia la había consumido, dejándole los huesos débiles. Más que eso, reflexionó, era el miedo lo que la volvía débil. La imagen de ver a Roarke cayendo en el piso a sus pies, convulsionando, ahogándose, muriendo. Y Julia
Ella permitió que sucediera, admitió Eve. Dejó que Julia
Eso la volvía inefectiva, y la volvía lenta.
Entonces Roarke había ido por las raíces primero.
El la había enfurecido. Que tenía de nuevo? Se habían chocado las cabezas incontables veces en pasado y se las chocarían incontables veces en el futuro. Era parte de lo que eran. Había algo de enfermo en eso, pero así era.
No eran exactamente gente pacífica.
El se había equivocado, pero ella también. Como policía, debería haber examinado y explorado la opción de usarlo como cebo mucho antes de esto.
El amor te echa a perder, pensó. Sin ninguna duda.
El volvió con dos tubos de Pepsi y un grasiento cono de papas fritas. Y en silencio se sentó junto a ella.
– Quiero decir primero que estoy titulada en ser orgullosa cuando se trata de mi trabajo. -Hurgó en el cono, sintió la arenilla de la sal sobre la grasa. Y sabiendo que él se la había puesto por ella, tuvo que reprimir un suspiro sentimental. -Y segundo, en el momento en que menos lo esperes, voy a enviarles un memo a los altos ejecutivos de tu equipo en las oficinas del centro diciendo que llevas ropa interior de mujer debajo de esos varoniles trajes de diseño.
– Ay, eso es muy duro.
– Si, luego tendrás que desnudarte ante una reunión general para probar que es una sucia mentira y mi venganza estará completa. -Ella lo miró. -Ella no es sólo lo que tú llamas una loca. Es lista y manipuladora. No la subestimes.
– No lo hago. No te subestimo a ti, Eve. Pero pienso, que por un ratito entre una cosa y la otra, que te has subestimado a ti misma.
– si, lo hice, y no gusta que me lo tiren en la cara. Okay. Me voy a casa. Tengo muchas cosas que hacer y en poco tiempo.
Trabjó primero con él, estudiando los datos de la seguridad del hotel y del evento mismo que él ya tenía preparados. Ella tiró preguntas, y él devolvió respuestas con la habilidad del hombre que sabía que tenía el plato.
El Regency no era un castillo urbano como era su Palace Hotel. Era enorme, moderno, y más equipado para la clientela de negocios de alto nivel que para los ricos de moda.
Tenía sesenta y ocho pisos, cincuenta y seis de los cuales tenían habitaciones para huéspedes. Los otros tenían oficinas, tiendas, restaurantes, y en los centros de conferencias, los salones de fiesta.
En el séptimo piso había un bar/restaurante informal y una piscina, que quedaba al aire libre durante el buen tiempo. Los dos niveles más altos tenían ocho penthouse en suite, y sólo eran accesibles por elevadores privados. El gimnasio, nivel cuatro, esta abierto para todos los huéspedes del hotel y para miembros registrados. La entrada, desde el interior del hotel o desde la puerta deslizante exterior, requería un código.
Los salones de fiesta estaban en los pisos nueve y diez, con entradas del interior y exterior. El evento tendría lugar en el salón Terraza, denominado así por su amplia terraza embaldosada.
– Muchas formas de entrar, muchas formas de salir. -declaró Eve.
– Eso es un hotel para ti. Todas las salidas están aseguradas. Hay cámaras de seguridad en la totalidad de las áreas públicas. Barrida completa.
– Pero no las habitaciones de huéspedes.
– Bueno, la gente es quisquillosa con su privacidad. Tienes vista en todos los elevadores, en pasillos. Podemos agregar monitores si te parece necesario. Yo diría que ella debe preferir más mezclarse con el personal o con los asistentes al evento que con los huéspedes del hotel. Va a querer dejar el edificio después de que su trabajo esté hecho, no terminar en un agujero cerrado adentro.
– De acuerdo, pero mantendremos un hombre monitoreando todos los registros. Quiero que haya, a lo largo del sector de oficinas, habitaciones listas en un área asegurada tan cerca del salón como sea posible.
– Lo tendrás.
– La seguridad del hotel estará totalmente dedicada a esto. No quiero alertar al resto del plantel, o a la gente ajena al evento. Cuanto menos chance tenga ella de oler el asunto, mejor.
– No tienes la intención de decírselo a Louise entonces?
Lo había considerado, debatido, pesado los pros y los contras. -No, no lo haré. Vamos a plantar policías entre los concurrentes, los camareros, incluso en tu seguridad. Arregla con tu catering o quien sea por servidores extra. Nadie te cuestionará por eso.
– Yo diría que no. -reflexionó él.
– Vamos a necesitar examinar las otras funciones en el hotel esa noche. Vas a tener dos convenciones, y una boda. Ella podría deslizarse dentro a través de una de esas.
– Vamos a dejarlo aquí. Lo siento, tengo una holo-conferencia en unos minutos. Tengo que tomarla, ya la reprogramé dos veces.
– Está bien, tengo mucho que hacer.
– Eve.
– Sí, que?
El se inclinó hacia ella y presionó sus labios sobre la cabeza de ella. -Tenemos unas cuantas cosas que necesitamos hablar.
– Sólo estoy medio enojada contigo ahora.
El sonrió contra su pelo. -Esa es una de varias. Por ahora solo diré que estaba medio enojado contigo cuando Mira cayó por mi oficina esta mañana.
Ella no levantó la mirada, pero se quedó muy quieta. -Yo no le pedí que lo hiciera. Exactamente.
– Pero se me ocurrió, casi enseguida, que tú querías que ella me hablara conmigo porque estabas preocupada. Sabías que el viaje a Dallas estaba rondándome, tal vez más de lo que yo mismo pensaba. Así que gracias.
– No hay problema.
– Y sería mezquino de mi parte hablar de gratitud y apuntar que enviándola a ella sin habérmelo mencionado, pasaste sobre mi cabeza y lo hiciste a mis espaldas.
Ahora ella levantó la mirada, y sólo giró los ojos. -Que bueno que eres un hombre demasiado grande para hacer eso.
– Verdad que si? -Se inclinó y le dio un fuerte beso, luego la dejó sola.
– Vamos a ver quien tiene la última palabra en esto. -comentó ella, se echó el cabello hacia atrás y cambió su enfoque hacia el spa y los datos de transporte. Podía ganar esta pequeña batalla para atrapar a Julia
Una hora después ella estaba de nuevo molesta y frustrada. Había conseguido por medio de intimidación y amenazas sacar las listas de reservaciones de dos de los resorts spas de su lista. Los otros se mentuvieron firmes en la línea de protección de la privacidad de sus huéspedes. Y lo mismo hicieron las compañias de transporte privadas.
Presionar a través de una orden internacional para liberar los datos era problemático y consumía tiempo. El caso era lo bastante caliente para que el juez al que ella había acudido para ello estuviera más comprensivo que irritado. Pero eso tomaba tiempo.
Otra ventaja para Julia
Se paseó, controló su unidad de muñeca, mientras esperaba la orden para extraer sus datos de la ranura.
– Problemas, teniente?
Miró hacia atrás, adonde él estaba apoyado en la jamba de la puerta que separaba sus oficinas. Se veía muy alerta, y muy complacido consigo mismo.
– Se suponía que tenías que dedicarle tiempo a alguien.
– Lo hice. La reunión salió muy bien. Y la tuya.
– Problemas burocráticos. -Miró hacia su computadora. -Esperando por papelerío.
" -De que tipo?
– Del tipo legal. Código de privacidad. Ya nadie abre la boca ante una placa, especialmente una placa extranjera. Y esos lujosos lugares de spa tienen los malditos labios sellados sobre quien va a ir a esculpirse las caderas o levantarse la barbilla.
– Ah, bueno, si eso es todo.
– No. Pensé que sería un poco más fácil y un poco más rápido. Esto es sólo una corazonada, y no te voy a poner a deslizarte bajo la ley para acceder a datos por una corazonada.
– Cuando le dedicas tanto tiempo y energía a un ángulo, es más que una corazonada.
– Sé que ésto es algo que ella hará. Tal vez no ahora, pero pronto. Necesita este tipo de cosas y New York es muy riesgoso. Necesita mimarse, recompensarse, antes de venir por ti. No se tomó tiempo en Denver, y podría haberlo hecho. Quiere algo más prestigioso, más exclusivo. Con más… como lo llamas tú? Cachet. Así que es Francia o Italia o algo en el Viejo Mundo. No va a salir del planeta. Es demasiado nuevo para ella.
– Pudiste conseguir la orden?
– Si, si, está llegando. Finalmente. Protocolo, políticos, mierda.
– Entonces que diferencia hace, en el gran esquema, si empiezas a acumular datos ahora, o cuando tengas el documento en tu mano.
– Es la ley.
Y en menos de tres días, pensó Eve, era altamente probable que la mujer que ella cazaba tratara de asesinar a Roarke. No porque lo conociera a él. No porque lo odiara a él. Sino porque ella rechazaba la ley y todo lo que significaba.
Porque quería revancha.
– Es duro para ti, estar tan conflictuada sobre algo que tú quieres que sea blanco y negro. Pero incluso la ley tiene sombras, Teniente, Y ambos las conocemos muy bien.