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– Nunca había trabajado con un caso frío antes.

– No pienses que está frío. -le dijo Eve. -Piensa que está abierto.

– Cuanto tiempo ha estado abierto este? -preguntó Peabody.

– Va para seis años.

– Si el tipo con que ella estaba teniendo el asunto extra-marital no ha aparecido en todo este tiempo, como vas a encontrarlo ahora?

– Un paso a la vez, Peabody. Lee las cartas.

Peabody las sacó de la bolsa de campo. Hacia la mitad de la primera nota, ella lanzó un Ouch! -Estas cosas son inflamables. -dijo, soplándose los dedos.

– Guárdalas.

– Estás bromeando? -Peabody meneó su trasero en el asiento. -No puedes detenerme ahora. Me estoy educando. -Ella continuó leyendo, abriendo mucho los ojos, tratando de tragar. -Jesus, creo que estoy teniendo un orgasmo.

– Gracias por compartir esa pieza de información. Que otra cosa puedes sacar de ellas?

– Una real admiración por la imaginación y la resistencia del Sr. C.

– Déjame reformular la pregunta. Que no puedes sacar de ellas?

– Bueno, él nunca pone su nombre completo. – Sabiendo que estaba olvidando algo, Peabody volvió a las cartas de nuevo. -No tienen sobre, por lo que deben haber sido entregadas en mano o por correo. -Suspiró- Me estoy sacando una D en esta clase. No sé que puedes haber visto aquí que yo no.

– Que yo no haya visto más es el punto. No hay referencia de cómo, cuando o donde se encontraban ellos. Como se hicieron amantes. No menciona donde se exprimieron el cerebro el uno al otro en varias atléticas posiciones. Eso hace que me detenga y piense.

En las nubes, Peabody meneó su cabeza. -En que?

– En la posibilidad de que nunca haya habido un Sr. C.

– Pero…

– Tienes a una mujer, -interrumpió Eve- casada por varios años, con un trabajo bueno y de responsabilidad, un círculo de amigos que mantiene, otra vez, por varios años. De acuerdo a todas las declaraciones ninguno de esos amigos tenían indicios de un romance. No en la forma en que ella se comportaba, hablaba, vivía. Ella no faltó al trabajo. Entonces cuando encontró lugar para esos atléticos jueguitos?

– El esposo viajaba casi regularmente.

– Es cierto, lo que abre la posibilidad para un romance si uno tiene esa inclinación. Todavía nuestra víctima exhibía todas las indicaciones de lealtad, responsabilidad, honestidad. Iba a trabajar, y volvía a casa. Salía en compañía de su esposo o con grupos de amigos. No hizo llamadas sin comprobar o cuestionables desde su hogar, su oficina o su enlace portátil. Como hacían ella y el Sr. C para discutir su próximo encuentro?

– En persona? Tal vez era alguien del trabajo.

– Tal vez.

– Pero tú no crees eso. Ok, ella parece estar bien comprometida con su matrimonio, pero los de afuera, a menudo amigos cercanos, no conocen realmente lo que pasa dentro de otro matrimonio. A veces el compañero tampoco lo sabe.

– Absolutamente cierto. El primario en esto concuerda contigo y tiene toda la razón para hacerlo.

– Pero tú no lo crees. -reconoció Peabody. -Crees que el esposo lo montó, hizo ver como que ella estaba engañándolo, entonces montó la coartada y volvió a casa para matarla, o lo mandó hacer?

– Es una opción. Por lo que vamos a ir a hablar con él.

Eve subió una rampa hacia el segundo nivel de un estacionamiento callejero, acomodando su vehículo entre un sedan y una bici-jet. -El trabaja fuera de su casa la mayoría del tiempo. Señaló hacia el edificio de apartamentos. -Veamos si está aquí.

El estaba en casa. Un hombre en forma y atractivo vistiendo shorts deportivos y una camiseta, y llevando una niñita en su cadera. Una mirada a la placa de Eve hizo aparecer una sombra en sus ojos. Una que tenía la textura del dolor.

– Es sobre Marsha? Tienen alguna novedad? -Hundió su cara, brevemente, en el cabello rubio, casi blanco, de la niña que cargaba. -Lo siento, entren. Ha pasado mucho tiempo desde que alguien se puso en contacto sobre lo sucedido. Si quieren sentarse, me gustaría dejar a mi hija en la otra habitación. Preferiría que ella no…



Movió su mano hacia el cabello de la niña. Protectoramente. – Sólo denme un minuto.

Eve esperó hasta que salieran de la habitación. -Que edad tendrá la niña, Peabody?

– Alrededor de dos, diría yo.

Eve asintió y se movió dentro del living. Había juguetes desparramados sobre el piso y pequeños muebles.

Escuchó una música alta, risitas infantiles y una firme demanda. -Papi! Jugar!

– En un ratito, Trade. Juega tú ahora, y cuando mami vuelva a casa tal vez vayamos al parque. Pero debes portarte bien mientras hablo con estas señoritas. De acuerdo?

– Hamacas?

– Puedes apostar.

Cuando el regresó, se pasó las manos por su cabello rubio oscuro. -No quiero que nos escuche hablar sobre Marsha, sobre lo que sucedió. Hubo alguna novedad? Finalmente lo encontraron?

– Lo siento, Sr. Stibbs. Es un seguimiento de rutina.

– Entonces no tienen nada? Yo esperaba… Supongo que es estúpido después de todo este tiempo pensar que lo encontrarían.

– Usted no tiene idea de quien estaba teniendo un romance con su esposa.

– No lo tenía. -El mordió las palabras, saltándole la furia a la cara y volviéndose duro. -No me importa lo que diga nadie. Ella no estaba teniendo un romance. Yo nunca creí… Al principio lo hice, supongo, cuando todo estaba loco y no podía pensar en firme. Marsha no era mentirosa, no me engañaba. Y me amaba.-

Cerró los ojos, pareciendo encerrarse en sí mismo. -Podemos sentarnos?

El se dejó caer en una silla. -Lamento haberme descargado con usted. No puedo estar con la gente hablando de Marsha. No puedo dejar que la gente, los amigos piensen eso de ella. No se merece eso.

– Se encontraron unas cartas en su cajón.

– No me importa de las cartas. Ella no me hubiera engañado. Nosotros teníamos…

El miró hacia atrás, hacia la habitación donde estaba cantando desentonadamente. -Mire, teníamos una buena vida sexual. Una de las razones por las que nos casamos tan jóvenes era porque no podíamos sacarnos las manos de encima el uno al otro, y Marsha pensaba fuertemente en el matrimonio. Le digo lo que yo pienso. -Se inclinó hacia delante. -Pienso que alguien estaba obsesionado con ella, fantaseaba o algo. Le debe haber enviado esas cartas. Nunca supe porque ella no me lo dijo. Tal vez, supongo que tal vez, ella no quería preocuparme. Pienso que él vino aquí cuando yo estaba en Columbus, y la asesinó porque no la podía tener.

Está registrando alto en el medidor de la sinceridad, pensó Eve. Muchas cosas podían ser fingidas, pero cual era el punto aquí? Porque insistir en que la víctima era pura cuando pintándola como adúltera servía al propósito? -Si ese fuera el caso, Sr. Stibbs, realmente no tiene idea de que persona podría ser?

– Ninguna. Estuve pensando sobre eso. Durante el primer año que pasó, pensé constantemente en algún otro. Quería creer que iba a ser encontrado y castigado, que habría alguna suerte de castigo por lo que hizo. Eramos felices, teniente. No habíamos tenido una maldita preocupación en el mundo. Y entonces, pasó eso. -El apretó los labios. -Sólo pasó.

– Lo siento, Sr. Stibbs. -Eve esperó un momento. – Es una niña muy linda.

– Trade? -Se pasó una mano sobre la cara como si quisiera regresar al presente. -La luz de mi vida.

– Volvió a casarse.

– Alrededor de tres años atrás. -Suspiró, sacudiendo levemente los hombros. -Maureen es grandiosa. Ella y Marsha eran amigas. Ella fue una de las pocas que me ayudó a pasar el primer año. No se donde hubiera ido sin ella.

Mientras él hablaba, la puerta del frente se abrió. Una bonita morocha con una bolsa de comestibles, la cerró de una patada. -Hey, equipo. Estoy en casa. No se imaginan lo que yo…

Se detuvo cuando vió a Eve y Peabody. Y cuando su mirada se centró en el uniforme, Eve vió el miedo pintarse en su cara.