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Lanzó una risa, enderezándose. Su rostro estaba húmedo, blanco como el marfil, pero firme. -La casa del diablo. Eso es lo significa, no? No es jodidamente perfecto? Puedes encontrarlo?

– Si es lo quieres, sí. Lo encontraré.

– Ahora. Antes que pierda el control.

Regresaron al vehículo. El quería alejarla del callejón, darle tiempo para reunir sus fuerzas. Cuando ella se sentó, la cabeza hacia atrás, los ojos cerrados, él tomó su PPC y empezó la búsqueda.

– Ya tienes demasiado para un día, Eve.

– Quiero terminar con ésto.

El año anterior él finalmente había regresado al callejón donde su padre a alguien mejór que él, alguien lo bastante rápido para meterle un cuchilo en su garganta. Y recordaba la furia, el dolor, y la liberación final que había experimentado parado ahí como un hombre, mirando atrás y sabiendo que había terminado.

– Aquí está. -Le dijo, y vió como ella se encogía. -El nombre cambió, pero sigue siendo un hotel. Se llama The Travelers I

Cuando ella abrió los ojos y lo miró, él sacudió la cabeza. -Estoy contigo, pero por Cristo Eve, es aterrador saber que hiciste todo ese camino, lastimada, hambrienta y perdida.

– Es por eso que fuiste solo cuando regresaste adonde vivías en Dublín? Porque no querías compartir ese sufrimiento conmigo?

El guardó la PPC en su bolsillo. -Dame un poco de espacio, quieres, para tratar de mantenerte a salvo hasta que yo pueda asumirlo.

– Estás buscando excusas. -Ella se pasó el dorso de la mano sobre su rostro húmedo, sin saber si era por el sudor y las lágrimas. -El acento irlandés se hace más marcado cuando le buscas la vuelta.

– No es cierto.

– Me siento mejor porque estás tratando de distraerme. Imagínate. -Ella se inclinó para tocarle la mejilla con los labios. -Gracias.

– Feliz de ayudar. Lista entonces?

– Si.

Nada parecía particularmente familiar. Pensó que habrían llegado de noche. Tal vez. En un omnibus. Tal vez en un omnibus.

Cual demonios era el problema?

La ciudad misma no había sido una gran revelación para ella. No había tenido una repentina epifanía con todas las preguntas respondidas. No sabía si quería todas las preguntas respondidas, sólo que necesitaba hacer una cosa.

Quería hacerla, se corrigió. Pero a pesar del control climático que mantenía el interior del vehículo confortablemente fresco, una línea de sudor le corrió por la espalda.

Roarke estacionó en el bordillo, levantando una mano para contener al portero uniformado que se afanó hacia ellos. -Tómate tu tiempo, -le dijo a Eve. -Todo el tiempo que necesites.

El edificio era un sencillo bloque con piso de baldosas onduladas. Estaba pintado con un agradable estuco rosa, y además del cartel chillón, había un sombrío portico y un par de grandes tinas de concreto repletas con un arcoiris de flores.

– Estás seguro que es el correcto? -Sintió la mano de él gentilmente sobre las suyas. -Si, claro que estás seguro. No se parecía a esto.

– Fue rehabilitado en los pasados cuarenta. Por la pinta de esto, diría que la mayoría del área tuvo el mismo tratamiento.

– No debe ser el mismo por dentro tampoco. Probablemente es una pérdida de tiempo, y yo debería hablar con los locales sobre Du

El no dijo nada, sólo salió y la esperó.

– Estoy tan asustada. Tan jodidamente asustada. No tengo una gota de saliva en la boca. Si este es el trabajo voy a hacerlo. Sólo debo atravesar la puerta.

– Voy a atravesar esa puerta contigo. -El le besó la mano de nuevo, porque necesitaba hacerlo. -Hemos cruzado otras. Podemos atravesar ésta.

– Ok. -Ella suspiró. -Ok. -Y salió del auto.

Ella no supo lo que Roarke le dijo al portero, o cuanto dinero cambió de mano, pero el vehículo permaneció estacionado donde estaba.

Eso que estaba rodando en su cabeza era miedo, adrenalina y pánico. Permanecía ahí, enturbiando sus oídos al punto que se sentía como caminando a través de agua cuando entraron en el vestíbulo.

Los pisos eran un mar de azules, y se agregaron a la sensación de estar pasando a través de algún líquido. Había dispuestas agradables áreas con sillones, y elevadores con puertas plateadas a un costado, un largo mostrador para registrarse en el otro donde dos jóvenes oficinistas de rostro brillante trabajaban.

Había claveles blancos en los ojales de sus elegantes chaquetas rojas, y un generoso bol con caramelos en el mostrador.

– El tiene ojos graciosos. -Ella miró hacia la pulcra área de recepción y recordó el mugriento agujero de ratas donde trabajaba un simple droide. -Uno vagaría por todos lados y el otro te va mirar fijamente a ti. El olía como a quemado. El jodido droide fundió algunos circuitos. Fue lo que él dijo. Tú quédate aquí, pequeña. Quédate aquí con los bolsos y mantén tu boca cerrada si sabes lo que es bueno para ti. Y fue hacia el mostrador para pedir una habitación.

– Que habitación?

– Nueve-uno-uno.Emergencia. Mejor no llamar al 911 o él te va matar a golpes. Oh, Dios.

– Mírame. Eve, mírame.

Lo hizo, y vió demasiado en su rostro. Preocupación, furia y signos de dolor. -Puedo hacerlo. Puedo con esto. -Dio un paso hacia la recepción, con la mano de él tomando las suyas.

– Buenas tardes. -La recepcionista derramaba bienvenida sobre ellos. -Quieren registrarse aquí?





– Necesitamos la habitación 911. -le dijo Roarke.

– Y usted tiene reservación?

– Nueve-uno-uno. -repitió Roarke-.

La sonrisa de ella vaciló un poco, pero empezó a trabajar con su pantalla. -Esa habitación está reservada para húespedes que van a llegar esta noche. Si usted prefiere otra habitación con kitchinette, tal vez…

El sintió que Eve se echaba atrás, y supo que iba por su placa. Le dio un apretón de advertencia en la mano. -Es la 911 la que necesitamos. -El ya la había medido. A algunos los sobornas, algunos los intimidas, algunos los halagas. Y a otros simplemente los arrollas. -Mi nombre es Roarke, y mi esposa y yo necesitamos esa habitación en particular por un rato. Si tiene algún problema con eso, puede hablar con su supervisor.

– Sólo un momento, señor. -Su rostro no era tan amistoso ahora, y la voz se había enfriado hasta el tono de “usted es problemático”. Se deslizó a través de una puerta detrás del mostrador. Le tomó sólo veinte segundos antes de que un hombre entrara corriendo delante de ella.

– Me disculpo por la espera, Sr. Roarke. Me temo que mi empleada no entendió. No estamos esperando…

– Necesitamos la habitación. Habitación 911. Supongo que usted entiende?

– Por supuesto, por supuesto. -El golpeó con dedos nerviosos sobre la pantalla. -Cualquier cosa que podamos hacer por usted. Bienvenidos al Travelers I

"That won't be necessary."

– No es necesario.

– El Sunset Lounge está abierto desde las once hasta las dos de la tarde, y nuestra tienda de regalos tiene una línea de souvenirs, bocadillos y variedades. -Las palabras temblaban en sus labios y se veía ligeramente aterrorizado. -Puedo preguntar cuanto tiempo usted y su esposa planean quedarse con nosotros?

– No mucho. -Roarke le extendió una tarjeta de débito.

– Ah, si, gracias. Voy a escanearla. Estaremos felices de asistirlo en sus planes y necesidades mientras está en Dallas. Transporte, turismo, teatro.

– Sólo la habitación.

– Por supuesto. Sí, ciertamente. -El regresó la tarjeta, y les ofreció la llave codificada y el paquete para invitados. -Necesita asistencia con su equipaje?

– No. Vea que no nos molesten, si?

– Por supuesto. Si. Si necesita algo, lo que sea… -hablaba detrás de ellos cuando fueron hacia los elevadores.

– Está pensando si vinimos aquí por un poco de sexo rápido. -dijo Eve. -No vas comprar este lugar, no?

– No lo haré, no, pero él ciertamente está pensando si voy a hacerlo.

El elevador se abrió y los engulló, pensó Eve, como una boca grande y codiciosa. -Podía haber usado mi placa, mantener tu nombre fuera de esto.

– Fue bastante sencillo.

– Supongo. De todas formas, me sacó las cosas de la mente, observarte trabajar. Otros diez segundos contigo, y él hubiera balbuceado.

Las puertas del elevador se abrieron otra vez. Ella se quedó parada, viendo el tranquilo corredor.

– Estaba oscuro. -dijo. -Creo que estaba oscuro, y eso lo enojó. Pero hubo muchos lugares, no estoy segura de no estar mezclandolo con algún otro. Estuve fuera de la habitación dos veces, una de ella cuando llegamos. La otra cuando me fui. Estoy segura de eso. Era casi siempre de esa forma.

– El no puede encerrarte más.

– No. -Ella envaró su columna y caminó por el hall. -Olía como medias húmedas. Eso es lo que recuerdo. Como medias húmedas y sucias, y yo estaba cansada. Hambrienta. Esperaba que él se fuera, que trajera algo para comer. Pero más que todo, esperaba que se fuera. Es por ahí. -Señaló hacia la izquierda.

Era hacia la izquierda, y cinco habitaciones más allá.

– Estoy estúpidamente asustada. No me dejes correr.

" -No vas correr. Eve. -Le tomó la cara y tocó con su boca la de ella. -Siempre fuiste más fuerte que él. Siempre.

– Vamos a ver si tienes razón. Abre.

Sólo cruza la puerta, se dijo, es algo que puedes hacer.

Cuantas veces había hecho eso, sabiendo que la muerte aguardaba del otro lado esperando atraparla? Aquí no había nadie del otro lado de la puerta salvo fantasmas.

El rugido en su cabeza era casi un alarido cuando dio un paso adentro.

Estaba pulcro, limpio, agradablemente dispuesto. Discos de visión estaban acomodados artísticamente en una mesa baja junto a un arreglo de flores falsas. El piso estaba alfombrado de beige pálido.

Había sangre en el piso debajo de ello? Pensó. Estaba su sangre todavía ahí?

La cama estaba cubierta con una explosión de lo que ella pensó que podrían ser amapolas. Un área de trabajo había sido instalada en un rincón y disponía de un pequeño y práctico centro de comunicaciones. La cocinita estaba separada del área de dormir con un mostrador para comer. Había un bol con un surtido de frutas.

A través de la ventana pudo ver otro edificio, pero no había cartel, ni luces destellantes, ni el sucio reflejo rojo.