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Su supervisor se levantó de una mesa, se acercó y observó el monitor.

– Una interferencia. Los científicos del laboratorio de electro-física deben de haber vuelto a las andadas.

De pronto cesó la interferencia y seguidamente se produjo en otro monitor.

– Esto es curioso -dijo el supervisor-. Nunca había visto que se produjesen en serie.

Al cabo de unos segundos, la pantalla volvió a funcionar, mostrando solamente un corredor vacío. Los guardias se seguridad se miraron y se encogieron de hombros.

En cuanto hubo entrado y cerrado la puerta del despacho de Mooney, Hagen apagó el aparatito eléctrico que había causado las interferencias. Se acercó sin ruido a la ventana y corrió las cortinas. Se puso un par de finos guantes de plástico y encendió la luz del techo.

Hagen era maestro en la técnica de registrar una habitación. Prescindió de lo evidente: cajones, archivos, libretas de direcciones y números de teléfono. Fue directamente a una librería y encontró lo que buscaba en menos de siete minutos.

Mooney podía ser uno de los físicos más eminentes de la nación, pero había sido como un libro abierto para Hagen. La pequeña libreta estaba oculta dentro de un libro titulado Celestial Mechantes in True Perspective, de Horace DeLiso. El contenido estaba en una clave que empleaba ecuaciones. Era griego para Hagen, pero no se dejó engañar sobre su significación. Normalmente habría fotografiado las páginas y dejado la libreta en su sitio; pero esta vez se la metió simplemente en el bolsillo, comprendiendo que no hubiese podido hacer descifrar a tiempo el texto.

Los guardias estaban todavía atareados con los monitores cuando Judge se acercó al mostrador.

– ¿Quieren que firme el comprobante de salida? -dijo, con una sonrisa.

El jefe de seguridad se acercó a él, con una expresión interrogadora en el semblante.





– ¿Viene usted de administración?

– Sí.

– No le hemos visto en la pantalla de seguridad.

– No sé -dijo inconscientemente Hagen-. Salí por la puerta y recorrí los pasillos hasta llegar aquí. Es cuanto puedo decirle.

– ¿Ha visto a alguien? ¿Algo desacostumbrado?

– No he visto a nadie. Pero las luces vacilaron y se apagaron un par de veces.

El guardia asintió con la cabeza.

– Interferencias eléctricas del laboratorio de electrofísica. Es lo que me había imaginado.

Hagen firmó y salió a la noche sin nubes, tarareando una tonadilla.