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VIERNES

38

Jea

«¿Cómo llegué aquí?»

Se habían pasado la mitad de la noche ensayando con vistas a la audiencia. A Jea

«Pero ¿cómo es que estoy aquí recostada en su regazo?»

Hacia las tres había bostezado y cerrado los ojos un momento.

«¿Y entonces?…»

Debió de quedarse dormida.

Y en algún instante Steve fue al dormitorio, cogió de la cama la colcha de rayas azules y rojas y la había arropado con ella, puesto que Jea

Pero Steve no podía ser responsable del modo en que ella estaba tendida, con la cabeza sobre el muslo del chico y el brazo alrededor de su cintura. Sin duda lo hizo durante el sueño. Resultaba un poco embarazoso, con la cara pegada a la entrepierna. Se preguntó qué pensaría Steve de ella. Su conducta había sido bastante excéntrica, por no decir otra cosa. Desnudarse ante sus ojos y luego quedarse dormida encima de él; se estaba comportando como lo haría con un amante con el que llevase conviviendo mucho tiempo.

«Bueno, tengo una excusa para actuar de un modo tan alucinante: he tenido una semana alucinante.»

Se había visto maltratada por el patrullero McHenty, robada por su padre, acusada por el New York Times , amenazada con un cuchillo por De

Le dolía un poco el rostro en la zona donde recibió el puñetazo el día anterior, pero las heridas no eran meramente físicas. El ataque había magullado también su psique. Al recordar el forcejeo en el Mercedes, la cólera volvió a su ánimo y deseo poder echarle las manos al cuello a aquel individuo. Incluso mientras recordaba la escena, sintió como en sordina un zumbido de infelicidad, como si su vida tuviese menos valor a causa de aquel ataque.

Era sorprendente que aún pudiese confiar en algún hombre; asombroso que pudiera quedarse dormida en un sofá con un chico que tenía exactamente el mismo aspecto físico que uno de sus agresores. Pero ahora podía estar incluso más segura de Steve. Ningún otro hubiera pasado la noche así, a solas con una muchacha, sin tratar de forzarla.

Jea

Sonrió, se removió y Steve preguntó al instante:

– ¿Estás despierta?

Jea

– Lo siento, me quedé dormida encima de ti. ¿Te encuentras bien?

– Alrededor de las tres de la madrugada la circulación sanguínea de mi pierna izquierda se interrumpió, pero me acostumbre enseguida y ya está.

Jea

– ¿Dormiste algo?

Steve dijo que no con la cabeza.

– Disfrutaba demasiado contemplándote.

– No me digas que ronco.

– No, no roncas. Se te escapa un poco de saliva, nada más.

Se tocó ligeramente una manchita de humedad de la pernera.

– ¡Oh, que rabia! -Jea

– Dúchate mientras preparo un poco de café -se brindó Steve, magnánimo.

Jea

– ¿Te ha traído Santa Claus?

Steve se echó a reír.

– De acuerdo con tu teoría, he salido de una probeta. -Su expresión se tornó solemne de nuevo-. Quién sabe, que diablos.

El talante de Jea

La ducha consiguió que se sintiera mejor. Cuando se frotaba el pelo con una toalla, sonó el teléfono. Cogió el supletorio que tenía junto a la cama.

– ¿Sí?

– Soy Patty, Jea

– ¡Hola, hermanita! ¿Qué hay?

– Se ha presentado papá.

Jea

– ¿Cómo está?

– Sin un centavo, pero sano.

– Acudió primero a mí -dijo Jea



Patty dejó escapar un grito sofocado.

– ¡Oh, Jea

– Sí, no es justo. Así que pon bajo llave lo que tengas de valor.

– ¡Robar a su propia familia! ¡Oh, Dios, si Zip se entera, lo pondrá de patitas en la calle!

– Patty, tengo problemas todavía más graves. Hoy me han despedido del trabajo.

– ¿Por qué, Jea

– No tengo tiempo de contártelo ahora, pero te llamaré más tarde.

– De acuerdo.

– ¿Has hablado con mamá?

– A diario.

– Ah, estupendo, eso hace que me sienta mejor. Yo hablé con ella una vez, pero cuando volví a llamarla me dijeron que estaba almorzando.

– La gente que contesta al teléfono allí es realmente poco servicial. Hemos de sacar a mamá de esa residencia cuanto antes.

«Si me despiden definitivamente hoy, se va a pasar allí una larga temporada.»

– Hablaré con ella después.

– ¡Buena suerte!

Jea

Steve era distinto. «Si hubiese conocido la existencia de esta versión de hombres, habría encargado uno hace años.»

Ella lo había hecho todo sola, a lo largo de su vida adulta. Su padre nunca estaba a mano para ayudarla. Mamá siempre había sido fuerte, pero al final su fortaleza se había convertido en un problema casi tan difícil como la debilidad de papá. La madre tenía planes para Jea

Hoy no estaba sola. Contaba con el apoyo de Steve. No importaba que el chico careciese del título precisó: un abogado estrella de Washington no era obligatoriamente la mejor opción para impresionar a cinco profesores. Lo importante era que estaría allí.

Se puso el albornoz y le llamó:

– ¿Quieres ducharte?

– Desde luego. -Entró en el dormitorio-. Lástima no haberme traído una camisa limpia.

– Yo no tengo camisas de hombre… Un momento, claro que sí.

Se acordó de la abotonada blanca Ralph Lauren que le prestaron a Lisa a raíz del incendio. Pertenecía a alguien del departamento de Matemáticas. Jea

– Es de mi talla, diecisiete treinta y seis -dijo Steve-. Perfecto.

– No me preguntes de dónde ha salido, es una larga historia -comentó Jea

– Gracias.

Steve pasó al diminuto cuarto de baño.

Jea

– ¿Me prestas la maquinilla de afeitar? -voceó Steve.

– Claro, como si estuvieras en tu casa.

«Comunicado interior: Dale al sexo con este mozo antes de que se pase y se convierta en un hermano para ti.»

Buscó su mejor traje chaqueta, el negro, para ponérselo aquella mañana, y se acordó entonces de que el día anterior lo había tirado a la basura. «Maldita estúpida», murmuró para sí. Probablemente podría recuperarlo sin problemas, pero estaría arrugado y manchado. Tenía una estilizada chaqueta azul eléctrico; se la pondría con una camiseta blanca, de manga corta, y unos pantalones negros. Era un conjunto algo más llamativo de la cuenta, pero serviría.

Se sentó frente al espejo y procedió a maquillarse. Steve salió del cuarto de baño, completa y elegantemente convencional con la camisa y la corbata.

– En el congelador hay bollos de canela -indicó Jea

– Fantástico -acogió Steve-. ¿Tú, quieres algo?

– Estoy demasiado tensa para comer. Aunque no le haría ascos a otra taza de café.

Steve le llevó el café cuando Jea