Страница 42 из 51
– ¿Matar a Riviera?
– Matarlo.
Case parpadeó a la representación del finlandés. Sintió que Maelcum le apoyaba la mano sobre el hombro.
– Oye. Olvidas algo. -La rabia volvió a crecer en él, y una especie de júbilo.- Enloqueciste. Destruiste los controles del sistema de amarre cuando liquidaste a Armitage. El Haniwa nos tiene bien amarrados. Armitage frió el otro Hosaka y la estructura principal se fue con el puente, ¿verdad?
El finlandés asintió.
– Case, hombre -dijo Maelcum suavemente-, el Garvey es un remolque.
– Correcto -dijo el finlandés, y sonrió.
– ¿Te estás divirtiendo, en el ancho mundo que nos rodea? -preguntó la estructura cuando Case volvió a conectar-. Me imaginé que sería Wintermute, que quería tener el gusto de…
– Sí. Ya lo creo. ¿El Kuang está bien? -Perfecto. Un virus asesino.
– De acuerdo. Hay algunos problemitas, pero nos encargaremos de ellos.
– ¿Tienes ganas de contarme, quizás?
– No tengo tiempo.
– Bueno, muchacho, no te preocupes por mí. De todos modos, ya estoy muerto.
– Vete a la mierda -dijo Case, y regresó a Molly, borrando la uña de borde roto que era la risa del Flatline.
– Ella soñaba con un estado que tenía muy poco que ver con la conciencia individual -estaba diciendo 3Jane. Tenía un gran camafeo en la mano y lo extendió hacia Molly. El perfil tallado era muy parecido al suyo-. Una felicidad animal. Creo que la evolución del cerebro anterior le parecía una especie de paso al costado. -Retiró el camafeo y lo examinó, inclinándolo para que reflejara la luz desde distintos ángulos.- Sólo en determinados estados de ánimo, un individuo, un integrante del clan, llegaría a conocer los aspectos más dolorosos de la autoconciencia…
Molly asintió. Case recordó la inyección. ¿Qué le habían dado? El dolor seguía presente, pero era como un apretado foco de impresiones entremezcladas. Lombrices de neón retorciéndosela en el muslo, el contacto con arpillera, el olor a krill frito… La mente de Case rechazaba todo esto. Si evitaba concentrarse en el dolor, las impresiones se trasladaban, se transformaban en el equivalente sensorial de un monótono ruido de fondo. Si era capaz de hacer eso a su sistema nervioso, ¿cuál podía ser su estado de ánimo?
La visión de Molly era anormalmente clara y brillante, aún más precisa que de costumbre. Las cosas parecían vibrar, como si las personas y los objetos estuviesen sintonizados a frecuencias mínimamente distintas. Tenía las manos en el regazo, todavía presas en la bola negra. Estaba sentada en una silla al borde de la piscina, la pierna apoyada sobre un almohadón de piel de camello. 3Jane se había sentado frente a ella, en otro almohadón, acurrucada dentro de un enorme djellabá de lana cruda. Era muy joven.
– ¿Dónde fue? -dijo Molly-. ¿A inyectarse la droga?
3Jane se encogió de hombros bajo los pliegues de la pálida y pesada túnica. Quitó un mechón de pelo que le caía sobre los ojos. -Me dijo cuándo tenía que dejarte entrar -explicó-. No me quiso decir por qué. Todo tiene que ser un misterio. ¿Nos hubieras hecho daño?
Case sintió que Molly vacilaba. -Lo hubiera matado. Hubiera intentado matar al ninja. Luego se suponía que tenía que hablar contigo.
– ¿Por qué? -preguntó 3Jane, guardando el camafeo en uno de los bolsillos interior del djellabá-. ¿Y para qué? ¿Y de qué?
Molly parecía estar estudiando los altos y delicados huesos, la boca ancha, la estrecha nariz aguileña. Los ojos de 3Jane eran oscuros y curiosamente opacos. -Porque lo odio -dijo por fin-, y el porqué de eso es simplemente mi forma de ser, lo que él es y lo que yo soy.
– Y el espectáculo -dijo 3Jane-. Yo vi el espectáculo.
Molly asintió.
– ¿Pero Hideo?
– Porque ellos son los mejores. Porque uno de ellos mató a un compañero mío, una vez.
3Jane se puso muy seria. Alzó las cejas.
– Porque yo tenía que ver cómo era -dijo Molly.
– ¿Y luego hubiéramos hablado, tú y yo? ¿Así? -El pelo oscuro era muy lacio, separado en el medio, recogido en un moño de plata opaca. – ¿Quieres que hablemos ahora?
– Sácame esto -dijo Molly, levantando las manos cautivas.
– Tú mataste a mi padre -dijo 3Jane, sin ningún cambio en la voz-. Estaba observando en los monitores. Los ojos de mi madre: así los llamó.
– Él mató a la muñeca. Se parecía a ti.
– Le gustaban los gestos grandilocuentes -dijo 3Jane, y Riviera apareció junto a ella, radiante por las drogas, en el ilusionista traje de convicto que había llevado en la terraza del hotel.
– ¿Se están conociendo? Es una chica interesante, ¿verdad? -Pasó junto a 3Jane. – No va a funcionar, ¿sabes?
– ¿No, Peter? -Molly logró sonreír.
– Wintermute no será el primero en cometer la misma equivocación. Subestimarme. -Se acercó al borde cerámico de la piscina, hasta una mesa de laca blanca, y se sirvió agua mineral en un pesado vaso de cóctel.- Habló conmigo, Molly. Supongo que habló con todos nosotros. Contigo, y con Case, y con la parte de Armitage que pudiera hablar. En realidad, no puede entendemos, ¿sabes? Tiene sus informes, pero no son más que estadísticas. Tú puedes ser un animal estadístico, querida, y Case no es más que eso, pero yo tengo una cualidad que por su propia naturaleza no puede ser cuantificada. -Bebió.
– ¿Y cuál es, precisamente, esa cualidad, Peter? -preguntó Molly, con la voz apagada.
Riviera rebosaba de alegría. -La perversidad. -Regresó a donde estaban las dos mujeres, agitando el agua que quedaba en el denso y profundamente tallado cilindro de cristal, como si disfrutase del peso del objeto.- La capacidad de disfrutar del acto gratuito. Y he tomado una decisión, Molly, una decisión totalmente gratuita.
Ella esperó, mirándolo.
– Oh, Peter -dijo 3Jane, con el tono de exasperación cariñosa que se reserva habitualmente para los niños pequeños.
– No te enterarás de la palabra, Molly. Él me lo contó, ¿entiendes? 3Jane conoce el código, por supuesto, pero tú no lo sabrás. Ni tampoco Wintermute. Mi jane es una chica ambiciosa, dentro de su perversión. -Volvió a sonreír. – Tiene planes para el imperio de la familia, y un par de inteligencias artificiales dementes, por más extraño que pueda parecerte el concepto, serían sólo un obstáculo. Bien. Llega Riviera a ayudarla, ¿ves? Y Peter dice: quédate como estás. Pon los discos de swing favoritos de tu papaíto y deja que Peter conjure una banda para acompañarlos, una pista de bailarines, un velatorio para el rey Ashpool. -Bebió el último trago de agua mineral. – No, no nos servirías, papaíto, no nos servirías. No ahora que Peter regresó a casa. -Y luego, con la cara rosada por la cocaína y la meperidina, golpeó fuertemente el vaso contra la lente implantada en el ojo izquierdo de Molly, destrozando la escena en un mar de sangre y luz.
Maelcum estaba tendido en el techo de la cabina cuando Case se quitó los trodos. Alrededor de la cintura el sionita llevaba un cabestrillo de nailon sujeto a los paneles laterales con cuerdas gruesas y almohadillas de succión de goma gris. Se había sacado la camisa y estaba trabajando en un panel central con una rara llave de gravedad cero; los gruesos resortes vibraban mientras desprendía otro hexágono. El Marcus Garvey gemía y se sacudía con la tensión de la gravedad.
– El Mute nos lleva al puerto -dijo el sionita, poniendo la cabeza hexagonal en una bolsa que llevaba en la cintura-. Maelcum se encarga de pilotar el aterrizaje; pero necesitamos las herramientas.
– ¿Las guardas ahí? -Case se estiró para mirar y vio los músculos, como cuerdas, que abultaban en la espalda bronceada.
– Ésta -dijo Maelcum, sacando un largo paquete de polivinilo negro de detrás del panel. Volvió a colocar el panel, fijándolo con una cabeza hexagonal mientras el paquete negro flotaba hasta la popa. Abrió con los pulgares las válvulas de vacío de las almohadillas del cinturón, y se liberó, recuperando la cosa que había sacado.
Tomó impulso y fue hacia Case, pasando por encima del tablero -en la pantalla pulsaba un diagrama verde de acoplamiento- y se apoyó en el marco de la red de gravedad. Bajó y abrió el paquete, rompiendo la cinta adhesiva con una uña gruesa y quebrada. -Un tipo en China aseguró que de esto sale la verdad -dijo, desenvolviendo un arcaico y aceitado Remington, el cañón recortado a pocos milímetros de la maltrecha caja delantera. La caja del hombro había sido reemplazada por una culata de madera forrada con una cinta de color negro o mate. Maelcum olía a sudor y a ganja.
– ¿Es la única que tienes?
– Claro, hombre -dijo, limpiando el aceite del cañón negro con una tela roja, la envoltura de polivinilo negro en la otra mano, apretada alrededor de la culata-. Yo y yo, la marina rastafari, créelo.
Case volvió a ponerse los trodos. No había vuelto a utilizar el catéter de Texas; por lo menos, en la Villa Straylight podría orinar tranquilo, aunque fuese por última vez.
Conectó.
– Oye -dijo la estructura-, el viejo Peter está loco del todo, ¿eh?
Ahora ellos parecían parte del hielo de la Tessier-Ashpool. Los arcos esmeralda se habían ensanchado y unido, transformándose en una masa sólida. En los planos del programa chino de alrededor predominaba el color verde. -¿Ya estamos cerca, Dixie?
– Muy cerca. Te necesitaré muy pronto.
– Escucha, Dix. Wintermute dice que el Kuang ha invadido todo el Hosaka. Voy a tener que desconectaros a ti y a mi consola, llevaros hasta Straylight y volver a conectaros al programa de seguridad. Luego activaremos el programa desde adentro, por la red de Straylight.
– Maravilloso -dijo el Flatline-. Nunca me gustó hacer algo sencillamente si era posible hacerlo patas arriba.
Case conectó el simestim y volvió a Molly.
Y se encontró dentro de la oscuridad de Molly, una sinestesia que daba vueltas, donde el dolor era un sabor a hierro viejo, un aroma de melón, las alas de una polillla que le rozaban la cara. Molly estaba inconsciente, y él no tenía acceso a sus sueños. Cuando el chip óptico destelló, un aura envolvió los caracteres alfanuméricos, cada uno de ellos con un tenue halo rosado.
07:29:40.
– Esto me hace muy infeliz, Peter. -La voz de 3Jane parecía llegar desde una distancia hueca. Molly puede oír, se dijo case, y en seguida se corrigió. La unidad de simestim estaba aún intacta: podía sentirla hundida en las costillas de Molly. Los oídos de ella registraban las vibraciones vocales de 3Jane. Riviera dijo algo breve y poco claro.- Pero yo no -dijo ella-, y no me divierte. Hideo traerá una unidad médica desde cuidados intensivos; aunque esto requiere un cirujano.