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Finalmente murmuró, y él sabía que iba a decirlo:

—¿Me lo mostrarías? ¿Crees que a sera le importaría?

No estaba mal. Habría sentido el tirón de la cinta si fuera algo malo.

Estaba cansado. Pero si su compañera quería algo, lo tendría, siempre, para siempre.

—De acuerdo —dijo, tratando de despertarse y encontrar la energía necesaria. Y fue a la habitación de Catlin con ella.

Se desnudó. Y ella también, y eso era raro porque siempre habían sido recatados, tanto como podían; incluso en el campo, cuando no había forma de cubrirse, habían tratado de no mirar.

Pero él era quien estaba más avergonzado porque siempre había tenido sentimientos sexuales, eso lo comprendía ahora, mientras que Catlin, que era tanto más capaz que él en otros campos, se perdía mucho de lo que tenía que ver con eso que sera llamaba valores contradictorios.

—A la cama —señaló él y abrió las sábanas y se metió dentro, porque hacía un poco de frío; y porque la cama era cómoda, un lugar como de descanso, y él sabía que Catlin se sentiría más tranquila al estar junto a él en ese contexto.

Así que ella también se metió y se puso a su lado, mirándolo, y se apretó contra él cuando Florian se lo indicó y se relajó cuando él se lo ordenó, incluso cuando él le puso la mano sobre el costado y la rodilla entre las piernas.

—Déjame actuar a mí primero —dijo él y le informó que había algo de dolor en el asunto, pero aquello no era más que una orden de no reaccionar para Catlin. Era imposible sorprenderla con esas cosas.

—De acuerdo —aceptó ella.

Ella reaccionaba... y bien. Él lo descubrió muy pronto con el tacto. El se detuvo.

—Se hace cada vez más fuerte. ¿Quieres seguir? ¿Te gusta?

Ella lo pensó. Respiraba con fuerza.

—Sí —decidió.

—Ahora lo hacemos de nuevo —dijo él— y después tú me lo haces a mí. ¿De acuerdo? Como si fuera un baile. Variaciones. ¿Entiendes?

Ella soltó un profundo suspiro y lo imitó hasta que él sintió que perdía el control.

—Despacio —dijo él—. Para.

Ella lo obedeció. El se colocó bien entonces, y le pareció más fácil con ella que con sera, pero era lógico. Catlin lo escuchaba, incluso cuando resultaba difícil escuchar y él tenía más idea de lo que hacía esta vez.

Le advirtió sobre algunas cosas. Fueron muy cuidadosos el uno con el otro para no desencadenar una reacción de sorpresa: en eso Florian confiaba más en ella que en sera.

Ella no le hizo daño, no le dejó ni una marca. Sera sí lo había hecho.

Él terminó; y dijo, sin aliento:

—Es todo lo que puedo hacer, Catlin. Para mí es el segundo asalto. Estoy muy cansado.

Ella permaneció un momento en silencio, sin aliento también.

—Estuvo muy bien. —En esa forma pensativa en que lo decía cuando estaba de acuerdo con algo.

Él la abrazó ,con un sentimiento tibio. Ella no entendía siempre por qué hacía cosas como ésas. Él no creía que lo hubiera entendido esta vez, pensaría que era un reflejo temporal, una cosa sexual pero cuando él la besó en la frente y le dijo que sería mejor que la dejara sola, ella murmuró:

—Puedes quedarte aquí. —Y se acomodó como si fuera una pieza de rompecabezas al lado de él, y le dio un lugar cómodo que era más fácil no dejar.

Tenían que levantarse antes que sera de todos modos.

VI

Ari se despertó cuando la llamó el Cuidador, recordó lo que había hecho la noche anterior y se quedó allí un instante, recordando.

La asustaba un poco. Era un poco doloroso. No había sido como en la cinta, más real, un poco torpe. Pero alguien había dicho, tal vez la cinta, que eso pasaba; hasta el sexo requiere práctica. Y ellos tenían doce años y se acercaban a los trece por el camino difícil. Eso era ser joven. Su cuerpo todavía estaba creciendo. El de Florian también. Eso hacía que las cosas fueran diferentes. La cinta había dicho eso.





—¿Ari tiene alguna información sobre sexo? —preguntó a Base Uno.

Pero Base Uno le dio la misma referencia de siempre y ella la había leído tantas veces que casi se la sabía de memoria.

Había sido muy irresponsable la noche anterior, eso era lo que la carcomía ahora. Podía haberles hecho daño y lo peor de todo era que todavía podía hacerlo: todavía estaba obsesionada esta mañana, mucho más calmada y fría, pero el sexo era como la cinta, difícil de recordar un minuto después de haber terminado, un engaño, maldición. Dejaba sólo una curiosidad, algo que uno seguía toqueteando como un loco que se manosea un diente enfermo para ver si le sigue doliendo.

Resultaba difícil recordar muchas cosas cuando eso empezaba.

Como la responsabilidad. Como la gente que le importaba a uno.

Como quién era uno.

Ari senior tenía razón .Hacía que las ideas se confundieran. Podía llegar a dominarlo todo con mucha facilidad.

El sexo será tu punto flaco. El cerebro será tu mayor recurso.

¡A la mierda con esas inyecciones! Me están Trabajando, eso es lo que hacen, me están Trabajando y no sé cómo detenerlo. El doctor Ivanov me puede quitar la licencia si no las acepto, y sé lo que me están haciendo, mierda.

Tengo eso en la sangre todavía. Todavía lo siento. Las hormonas se vuelven locas.

Y todavía quiero ir con Florian y probar de nuevo como una tonta.

¡Tonta, tonta, tonta, Ari Emory!

¿Estás bien? —Acorraló a Florian para hacerle la pregunta antes del desayuno, en el pasillo. Cuidado. Hay que cuidar las cosas. Era el único antídoto.

—Sí, sera —respondió Florian, un poco ansioso, tal vez porque ella lo estaba sacando a solas de la cocina por el pasillo y lo acorralaba contra la pared y tal vez pensaba que iban a hacerlo todo otra vez.

Cálmate, no lo confundas. Ya has hecho bastante daño, tonta. Podía oír a mamá, bien claro, como cuando hacía algo estúpido... Mierda, Ollie.

¿Estás seguro? Quiero que no trates de hacerme sentir bien, Florian. Si hice algo mal, dímelo.

—Estoy bien. —Florian respiró hondo.— Pero, sera... Catlin y yo... ella... yo... Sera, dormí con ella anoche. Hicimos... hicimos el amor también. Fue agradable... en ese momento. Está bien, ¿verdad?

Una curva hormonal. Mal humor. Pánico. Descubrió que estaba respirando asustada y cruzó los brazos, se volvió y miró el suelo de piedra un momento hasta que logró dominarse y recuperar el sentido.

Tonta, Ari. Eres una tonta. Mira lo que ha pasado.

Ella es su compañera, no yo, ¿por qué mierda me siento celosa? Le hice algo horrible y él ni siquiera sabe que no está bien.

¡Mierda, Ari, mierda!

Contradicción. Eso es lo que desata el sexo. Un estado de contradicción terrible. Hormonas. Eso es lo que me pasa.

Me pregunto si podría escribir esto para uno de los malditos trabajos del doctor Dietrich.

Pero ¿ella está bien? —preguntó, dándose la vuelta para mirar a Florian, a un Florian muy preocupado y dolido—. Está bien hoy, ¿verdad? Quiero decir, no crees que esto haya afectado a la relación entre vosotros dos, ¿verdad? Eso es lo que me preocupa.

La cara de él se iluminó, como si las nubes hubieran pasado.

—No, sera, no. Es que... nos pusimos a pensar... Sera, Catlin tuvo curiosidad. Nada más. Usted la conoce. Si existe, quiere saber cómo es, y si tiene que ver conmigo, necesita saberlo, sera, realmente necesita entender lo que pasa. —Volvió a fruncir el ceño—. Todo lo que yo hago, sera, le pertenece a ella también. Tiene que ser así.

Ella le apoyó el brazo en el hombro, le cogió la mano y la apretó con fuerza.

—Claro que sí. Está bien. Está bien, Florian. Solamente me siento mal si vosotros estáis mal. No te acuso de nada. No me importa lo que hayas hecho. Solamente me preocuparía haberte perjudicado.

—No, sera. —Él confiaba plenamente en Ari. Haría cualquier cosa por ella. Parecía muy aliviado. Ella lo cogió del brazo y de la mano y avanzó con él por el pasillo hacia la cocina, donde los ruidos de las cacerolas y puertas indicaban que Catlin estaba trabajando.