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—¿Has aceptado? —le preguntó él cuando la falta de aliento le impidió que Jane siguiera adelante. Ella asintió, se mordió el labio y se controló.

—Sí. Dulce Giraud. Ah, cuando ella cumpla siete años, te trasladarán al Ala Uno,me dijo cuando acepté este proyecto. Ahora están nerviosos y quieren que me vaya bien lejos. No es suficiente,dice Giraud. Olga murió cuando Ari tenía siete años. Si estás en el Ala Uno, si simplemente te vas de su vida, comportará demasiado rechazo y estarás demasiado cerca.Maldita sea. Así que me ofrecen la dirección. Morley se va y yo entro, maldita sea.

—Siempre dijiste que querías volver al espacio. Otros suspiros.

—Ollie, claro que quería. Lo deseé durante muchos años. Hasta que... hasta que en algún momento, simplemente me hice vieja. Y me ofrecieron esto y me di cuenta de que yano quería ir. Es una situación horrible para una vieja aventurera del espacio como yo. He envejecido en tierra y todas las cosas que conozco están aquí, todo lo que es familiar para mí, y quiero tener seguridad a mi alrededor, eso es todo. —Otro suspiro—. No es lo que van a darme, claro. Pueden ascenderme. O puedo jubilarme. Y no pienso aceptar la jubilación. Ése es el problema de hacer tu trabajo y no preocuparte por conseguir un poco de poder. Ese desgraciado de Giraud puede despedirme. Todo se reduce a eso. Maldito sea. Así que me voy a Fargone. Y repito todo el proceso con otro cobayito; éste, con problemas médicos. Mierda. Le haces un favor a alguien y te lo agradecen así.

Ollie le pasó la mano por el cabello. Le acarició el hombro. El azi estaba triste por ella, claro, porque Jane era su supervisora y dios tenía problemas.

—Bueno, y no quiero arrastrarte al mismo problema. Piensa en lo que será si vas allí. Yo moriré pronto, haz la cuenta, Ollie; y ahí estarás tú, a veinte años luz de la civilización. ¿Qué clase de situación es ésa para alguien que tiene menos alternativas que yo? ¿Eh? No quiero que te veas en esa posición. Si te gusta Reseune, puedo conseguirte la cinta CIUD para que te quedes aquí, cerca de la civilización, sin ejercicios de viajes espaciales, sin Keis, sin pasteles de pescado, sin pasillos donde la gente camina cabeza abajo.

—Jane, si te aseguro que quiero ir, ¿qué vas a decirme? ¿Que soy un azi estúpido que no sabe lo que quiere? Ya lo sé. ¿Voy a dejar que te vayas con algún maldito azi de la Ciudad?

—Tengo ciento...

—No me importa. No me importa. No nos lo pongas más difícil a ambos. No finjas conmigo. Quieres que te diga que quiero estar contigo y te lo digo. Pero no es justo que me pases la pelota a mí. Ya puedo oírlo. Mierda, Ollie, te dejaré aquí...No quiero escuchar la misma historia durante años. No quiero ni que lo pienses.

Ollie no solía sentirse tan mal. Y estaba afectado. Jane se dio cuenta de pronto, se estiró y le tocó la mejilla con los dedos.

—No lo haré. No lo haré. Mierda, esto es darle demasiada importancia. Maldito Giraud. Maldito sea el proyecto. Ollie, no quieren que trates con Ari después de lo sucedido.

El ceño de Ollie se frunció de angustia.

—Me culpan a mí.

—No es cuestión de culpas. Ven que le gustas. Es el maldito programa. Querían sacarte de aquí y les dije que se fueran a la mierda. Les dije que me iría yo también, inmediatamente. Que se lo diría todo a la niña. Y están al borde de un abismo, claro que sí. Así que tenían una contraoferta lista. Pensaron que yo aceptaría enseguida, que me encantaría. Y una amenaza. La jubilación. ¿Qué podía hacer? Acepté la dirección. Me voy de aquí y te vienes conmigo. Debería estar contenta.

—Lamento haber provocado esta situación.

—Claro que no, tú no lo hiciste. Nadie lo hizo. Olga nunca le pegó a la nena. Por suerte. Pero no lo aguanto, Ollie. No lo aguanto.

—No llores, yo no aguanto esto.

—No iba a llorar. Cállate. Date la vuelta. Me toca a mí. ¿Te importa?

XII

—Claro que no —le dijo a Petros, sentado al otro lado del escritorio con el Anotador funcionando. Sabía perfectamente que había también un examen de voz, que tal vez Petros estaba leyendo estos datos en la pequeña pantalla. Petros la miraba a menudo y a veces le dirigía su mejor sonrisa de médico.

—Mantienes una estrecha relación con tu compañero —dijo Petros—. ¿No te preocupa esta situación? Sabes que los azi no pueden defenderse de ese tipo de cosas.

—Ya lo pensé. Hablé con Grant. Pero es el patrón con que nos criaron, ¿no es cierto? Y por varias razones, usted ya sabe de qué hablo, los dos tenemos problemas que nos separan del resto de la Casa; y los dos, necesitamos apoyarnos en alguien, para decirlo de algún modo.

—Describe esos problemas.

—Ah, vamos, Petros, usted sabe tanto como yo que no estamos muy arriba en la escala social que digamos. Contagio político. No tengo que describirle eso, ¿no?

—Te sientes aislado. Justin rió.



—Por Dios, ¿noestuvo en la fiesta? Creía que había asistido.

—Bueno, sí. —Una mirada al monitor—. Sí. Es una niña muy bonita. ¿Qué piensas tú?

Justin miró a Petros, levantó una ceja ante la broma del médico y se rió con amargura.

—Creo que es un cobaya, y ¿qué niño no lo es? —Esbozó una sonrisa tranquila, para atraer la mirada de Petros—. Gracias a Dios que yo no puedo quedar embarazado. Podría tener un niño mío para jugar. Ponga eso en sus cintas y archívelo. ¿Cómo me va con el examen de voz?

—Bueno, eso último estuvo bastante bien.

—Sí, ya me lo parecía. Está tratando de que reaccione, pero ¿tenemos que ser grotescos?

—Consideras grotesca a la niña.

—La considero encantadora, pero creo que su situación es grotesca. Evidentemente, esa situación entra en la ética de ustedes. Por lo que sé, mantienen a mi padre en una cárcel a punta de pistola, así que no voy a moverme bajo ningún concepto. Ésta es mi ética. ¿Estoy mintiendo?

Petros ya no sonreía. Estaba mirando el monitor con atención.

—Estupendo. Una reacción interesante.

—Claro que sí.

—Estás furioso, ¿no? ¿Qué piensas de Giraud?

—Lo amo como si fuera mi padre. ¿Qué le parece esto como comparación? ¿Verdadera o falsa?

—No juegues conmigo. Puede ser peligroso.

—Registre eso como amenaza al paciente.

—No era mi intención amenazarte. Voy a insistir en que hagas terapia. Ah. Un latido distinto por lo que veo.

—Claro que sí. Voy a tener que hacer su terapia, en sus instalaciones. Siempre que mi azi esté conmigo.

—Procedimiento irregular,

—Mire, Petros. Pasé por un infierno en este lugar. ¿Va avolverme loco o va a ofrecerme una buena garantía? Hasta un no profesional tiene derecho a una auditoría de psicología si el paciente lo pide. Y estoy pidiendo una segunda opinión. Eso es todo. Hágalo bien y no necesitará a Seguridad para traerme aquí. Hágalo mal y consideraré otras opciones. Ya no soy un joven aterrorizado. Sé dónde puedo llenar un formulario de protesta, a menos que quiera encerrarme y hacerme desaparecer, lo cual no sería aconsejable para su archivo en la cinta, ¿no?

—Haré algo mejor que eso. —Petros pulsó unos botones y el monitor se movió de lado, desconectado.— Voy a darte la cinta y te la llevarás a tu casa. Pero quiero tu palabra de que vas a usarla.

—Ahora tiene usted un registro de absoluta sorpresa. Una lástima que haya apagado el monitor.

—Estás asustado, aterrorizado —dijo Petros—. No te culpo. Tienes buen control de la voz, pero tu pulso está un poco acelerado. Te preparaste para esto con alguna trampa psicológica, ¿no? Podría pedir un examen de sangre. ¿Intervención verbal? ¿Grant trató de prepararte?

—Tengo que firmar un consentimiento. Petros dejó escapar un suspiro, con los brazos sobre el escritorio.

—No te metas en problemas, Justin. Esto no se está grabando. No te metas en problemas. Obedece las órdenes. Van a posponer lo del contacto por teléfono.