Добавить в цитаты Настройки чтения

Страница 19 из 43

En la cúspide de su elocuencia el suegro repentinamente se atragantó, y dio tal tirón a su silla que la pequeña y tranquila Pauline, que había estado parada junto a él mirándole la boca, se cayó de espaldas yendo a dar detrás de la silla, y allí se quedó esperando que nadie se diera cuenta. Rompiendo el papel, el suegro comenzó a abrir un paquete de cigarrillos. Todos guardaban silencio.

Diferentes ruidos de pies al acomodarse. El hermano de Marthe, el moreno, se aclaró la garganta y comenzó a cantar suavemente «M ali é trano t'amesti...» Se detuvo de golpe y miró a su hermano, quien lo observaba con ojos furibundos. El abogado, sonriéndole a algo, volvió a utilizar su pañuelo. Sobre el canapé, Marthe conversaba en voz baja con su acompañante, quien le rogaba que se cubriera los hombros con el chal —el aire de la prisión era un poco húmedo. Cuando conversaban, se trataban formalmente de usted, pero cuánta carga de ternura llevaba este tratamiento mientras navegaba por el horizonte de su casi inaudible conversación... El viejecito, temblando espantosamente, se levantó de su silla, le tendió el cuadro a su anciana esposa, y con una llamita que temblaba igual que él, comenzó a caminar hacia el suegro de Cinci

—Sí que estorbas con tu estúpido encendedor —dijo malhumorado, pero ya sin cólera; luego el ambiente se fue animando, y todos comenzaron a hablar a un tiempo. «Malí é trano t'amesti!» cantó el hermano de Marthe a voz en cuello; —Diomedon, deja ese gato al instante—, dijo Marthe. —Ya has estrangulado otro ayer; uno por día es demasiado. Quíteselo, por favor, querido Victor—. Aprovechándose de la animación general, Pauline salió de atrás de la silla y con toda calma se levantó. El abogado se acercó al suegro de Cinci

—Toma la palabra «chacharear» —le decía a Cinci

Mientras tanto, la puerta se abrió imperceptiblemente M’sieur Pierre y el director se pararon en el umbral con las manos a la espalda en idéntica posición, y con toda calma, moviendo solamente los ojos con delicadeza, examinaban la reunión. Allí permanecieron un minuto, antes de retirarse.

—Escúchame —decía el cuñado, respirando vehementemente—. Soy tu viejo compañero. Haz lo que te digo. Arrepiéntete, mi pequeño Cinci

—¡Salud! ¡Salud! ¡Salud! —dijo el abogado acercándose a Cinci

—Déjeme pasar —murmuró Cinci

—Ahora, mi querido, discutamos la cuestión de los bienes —dijo el suegro, renovado, y extendió su bastón, haciendo tropezar a Cinci

Cinci

Marthe se volvió hacia él. El joven, muy correctamente, se puso de pie.



—Marthe, sólo dos palabras, te lo ruego—, dijo Cinci

—Una ligera hemicránea—, dijo el joven.

—¿Qué puede esperarse? Tanta excitación le hace mal—.

—Tiene usted razón—, dijo Cinci

—Sí, tiene usted razón. Quería preguntarle... Debo, en privado—.

—Con su permiso, señor—, dijo junto a él la voz de Rodion. Cinci

Todos se fueron acercando a Cinci

—Bueno, olvidemos el pasado—, dijo el suegro y con fría cortesía besó la mano de Cinci

Era difícil creer que en esa misma celda, solo un momento antes...