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»Y allí por fin, cuando caían las hojas de mallorn pero no había llegado aún la primavera 35, se acostó a descansar en lo alto de Cerin Amroth; y allí estará la tumba verde, hasta que el mundo cambie, y los días de la vida de Arwen se hayan borrado para siempre de la memoria de los hombres que vendrán luego, y la elanor y la niphredil no florezcan más al este del mar.

»Aquí termina esta historia, tal como ha llegado a nosotros desde el Sur; y después de la desaparición de Estrella de la Tarde nada más se dice en este libro acerca de los días antiguos.»

II

LA CASA DE EORL

«Eorl el Joven era señor de los Hombres de Éothéod. Esa tierra se encontraba cerca de las fuentes del Anduin, entre las más lejanas estribaciones de las Montañas Nubladas y el extremo norte del Bosque Negro. Los Éothéod se habían trasladado a esas regiones en los días del Rey Eärnil II desde las tierras de los valles del Anduin entre Carroca y los Gladios, y eran por origen parientes cercanos de los Beórnidas y de los hombres de los bordes occidentales del bosque. Los antepasados de Eorl se decían descendientes de los reyes de Rhovanion, cuyo reino se extendía más allá del Bosque Negro, antes de la invasión de los Aurigas, y de este modo se consideraban parientes de los reyes de Gondor que descendían de Eldacar. Amaban sobre todo las llanuras y eran aficionados a los caballos y a todo cuanto se relacionaba con cabalgatas; pero había muchos hombres en los valles centrales del Anduin en aquellos días, y además la sombra de Dol Guldur estaba alargándose, de modo que cuando supieron de la derrota del Rey Brujo, buscaron otras tierras en el Norte, y expulsaron al resto del pueblo de Angmar al lado oriental de las Montañas. Pero en los días de Léod, padre de Eorl, habían llegado a ser un pueblo numeroso y se sentían otra vez algo bastante apretados en la tierra natal.

»En el año dos mil quinientos diez de la Tercera Edad, un nuevo peligro amenazó a Gondor. Una gran hueste de hombres salvajes venidos del nordeste invadió Rhovanion, y descendiendo de las Tierras Pardas, cruzó el Anduin en balsas. Al mismo tiempo, por azar o designio, los Orcos (que en ese tiempo, antes de trabarse en guerra con los Enanos, estaban en la plenitud de sus fuerzas) descendieron de las Montañas. Los invasores penetraron en Calenardhon, y Cirion, Senescal de Gondor, envió mensajeros al norte en busca de ayuda; porque había una vieja amistad entre los Hombres del Valle del Anduin y el pueblo de Gondor. Pero en el valle del Río los hombres eran ahora pocos, y estaban esparcidos, y sólo lentamente podían prestar la ayuda que se les pedía. Por fin le llegó a Eorl la noticia del apuro en que se encontraba Gondor, y aunque parecía ya tarde, partió con un gran ejército de jinetes.





»Así llegó a la batalla del Campo de Celebrant, porque ése era el nombre de la tierra verde que se extendía entre el Cauce de Plata y el Limclaro. Allí se encontraba en peligro el ejército septentrional de Gondor. Derrotado en El Páramo y aislado del sur, había sido expulsado más allá del Limclaro, y fue entonces atacado de súbito por la hueste de Orcos que lo rechazó hacia el Anduin. Se había perdido toda esperanza cuando, inesperadamente, los Jinetes llegaron del Norte y atacaron al enemigo por la retaguardia. Entonces se invirtió la fortuna de la batalla y el enemigo fue rechazado en medio de una gran matanza hacia el Limclaro. Eorl condujo a sus hombres tras ellos, y tan grande fue el miedo que cundió delante de los jinetes del Norte, que los invasores de El Páramo fueron también ganados por el pánico, y los Jinetes les dieron caza por las planicies de Calenardhon.»

El pueblo de esa región se había vuelto escaso desde la Peste, y la mayor parte de los que quedaban habían sido muertos por los Hombres salvajes del Este. Cirion, por tanto, en recompensa por la ayuda recibida, cedió Calenardhon entre el Anduin y el Isen a Eorl y su pueblo; y ellos enviaron mensajeros al norte en busca de sus mujeres y sus hijos y sus bienes y se instalaron en esa tierra. Le dieron nuevo nombre: la Marca de los Jinetes, y se llamaron a sí mismos los Eorlingas; pero en Gondor esta tierra recibió el nombre de Rohan, y a su pueblo llamaron los Rohirrim (esto es, los Señores de los Caballos). De este modo Eorl se convirtió en el primer Rey de la Marca, y eligió como morada una colina verde al pie de las Montañas Blancas, que eran la frontera austral del reino. Allí vivieron los Rohirrim en calidad de hombres libres, regidos por sus propios reyes y leyes, pero en perpetua alianza con Gondor.

«Muchos señores y guerreros, y muchas bellas y valientes mujeres, se nombran en los cantos de Rohan que el Norte todavía recuerda. Frumgar, dicen, era el nombre del capitán que llevó a su pueblo a Éothéod. De su hijo, Fram, cuentan que dio muerte a Scatha, el gran dragón de Ered Mithrin, y la tierra desde entonces se vio libre de grandes gusanos y tuvo paz. De este modo ganó Fram gran riqueza, pero estaba enemistado con los Enanos, que reclamaban el tesoro de Scatha. Fram no quiso cederles ni un centavo, y les envió en cambio los dientes de Scatha, con los que había hecho un collar, diciendo: “Joyas como éstas no tendréis de seguro en vuestros tesoros, pues no es fácil conseguirlas”. Dicen algunos que los Enanos dieron muerte a Fram por este insulto. No hubo gran amor entre Éothéod y los Enanos.

»El padre de Eorl se llamaba Léod. Era domador de caballos salvajes; porque abundaban en aquel tiempo en esa tierra. Atrapó a un potro blanco que pronto se convirtió en un caballo fuerte, y hermoso, orgulloso e indomable. Cuando Léod se atrevió a montarlo, el caballo se lo llevó lejos y terminó por dar en tierra con Léod, que golpeó de cabeza contra una roca y murió. Tenía entonces sólo cuarenta y dos años, y su hijo era un joven de dieciséis.

»Eorl juró que vengaría a su padre. Persiguió largo tiempo al caballo, y por último lo vio; y sus compañeros creyeron que intentaría acercársele hasta que lo tuviera a tiro de arco, y que entonces lo mataría. Pero cuando se le aproximaron, Eorl se irguió y dijo en alta voz: “¡Ven aquí, Aflicción del Hombre, y recibe un nombre nuevo!”. Para gran asombro de todos, el caballo miró a Eorl, se le acercó y se quedó allí junto a él, y Eorl le dijo: “Felaróf te llamo. Amabas tu libertad y no te culpo. Pero tienes ahora una grave deuda conmigo, y me someterás tu libertad hasta el fin de tus días”.

»Entonces Eorl lo montó y Felaróf se sometió; y Eorl cabalgó en él de vuelta a su casa sin embocadura ni riendas; y siempre en adelante cabalgó en él de ese modo. El caballo comprendía todo cuanto los hombres decían, pero no permitía que nadie lo montara, salvo Eorl. En Felaróf cabalgó Eorl al Campo de Celebrant; porque la vida de ese caballo fue tan larga como la de los Hombres, y lo mismo la de sus descendientes. Eran éstos los mearas, que no soportaban a nadie salvo al Rey de la Marca o a sus hijos, hasta el tiempo de Sombragrís. Dijeron los hombres de ellos que Béma (a quien los Eldar llaman Oromë) tuvo que haber traído a su antepasado desde el Occidente por sobre el Mar.»

«De los Reyes de la Marca que hubo entre Eorl y Théoden, de ninguno se ha hablado más que de Helm Mano de Hierro. Era un hombre ceñudo de gran fuerza. Había en aquel tiempo un hombre llamado Freca, que se pretendía descendiente del Rey Fréawine, aunque tenía, según dicen, abundante sangre Dunlendina y cabellos oscuros. Se volvió rico y poderoso y poseía extensas tierras a ambas márgenes del Adorn 36. Cerca de las fuentes del Adorn se hizo construir una fortaleza y hacía muy poco caso del rey. Helm no le tenía confianza, pero le pedía que asistiera a los consejos de palacio, y él iba cuando le parecía bien.