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Turgon siguió a Túrin, pero de su tiempo se recuerda sobre todo que dos años antes de que muriera, Sauron se levantó de nuevo y se manifestó abiertamente; y volvió a Mordor, que venía esperándolo desde hacía mucho. Entonces la Barad-dûr se irguió una vez más, y el Monte del Destino irrumpió en llamas, y los últimos pobladores de Ithilien escaparon de allí. Cuando Turgon murió, Saruman hizo suya a Isengard, y la fortificó.

«Ecthelion II, hijo de Turgon, era hombre de sabiduría. Con el poco poder que le quedaba, empezó a fortalecer el reino contra los ataques de Mordor. Llamó a todos los hombres de valor que vivían cerca o lejos y que quisieran servirlo, y a los que se demostraron dignos les dio rango y los recompensó. En mucho de lo que hizo tuvo la ayuda y el consejo de un gran capitán al que amaba más que a nadie. Thorongil lo llamaban los hombres en Gondor, el Águila de la Estrella, porque era rápido y tenía la vista afilada, y llevaba una estrella de plata en el manto; pero nadie conocía su verdadero nombre ni tampoco la tierra en la que había nacido. Fue el encuentro de Ecthelion desde Rohan, donde había servido al Rey Thengel, pero no era uno de los Rohirrim. Era un gran conductor de hombres, por tierra y por mar, pero volvió a las sombras desde donde había venido, antes del fin de los días de Ecthelion.

»Thorongil advertía a menudo a Ecthelion que la fuerza de los rebeldes de Umbar era un gran peligro para Gondor, y una amenaza para los feudos del sur que podía resultar mortal, si Sauron presentaba guerra abierta. Por fin obtuvo autorización del Senescal y reunió una pequeña flota y se dirigió inesperadamente a Umbar por la noche y allí incendió gran parte de los barcos de los Corsarios. Él mismo venció al Capitán del Puerto en batalla sobre los muelles y retiró luego su flota con muy escasas pérdidas. Pero cuando volvió a Pelargir, para pena y asombro de todos, no regresó a Minas Tirith, donde lo aguardaban grandes honores.

»Envió un mensaje de despedida a Ecthelion en el que decía: “Otras tareas me llaman ahora, señor, y mucho tiempo y muchos peligros han de pasar antes de que vuelva a Gondor, si es ése mi destino”. Aunque nadie pudo adivinar qué tareas fueran aquéllas, ni quién lo había llamado, se supo al menos hacia dónde había ido. Porque tomó un bote y cruzó el Anduin, y allí dijo adiós a sus compañeros y prosiguió solo la marcha; y cuando se lo vio por última vez, volvía la cara hacia las Montañas de la Sombra.

»Hubo aflicción en la Ciudad por la partida de Thorongil, y a todos los hombres les pareció una gran pérdida, salvo a Denethor, el hijo de Ecthelion, hombre a la sazón maduro para la Senescalía, a la que tuvo acceso al cabo de cuatro años, a la muerte de su padre.

»Denethor II fue un hombre orgulloso, alto, valiente y de aire más soberano que ningún otro hombre que hubiera aparecido en Gondor durante muchas vidas; y era sabio además, y previsor, y conocedor de la ciencia. En verdad era tan parecido a Thorongil como el más cercano de sus parientes, y sin embargo sólo era el segundo después del forastero en el corazón de los hombres y en la estima del padre. En ese tiempo muchos creyeron que Thorongil había partido antes de que el rival se convirtiera en amo; aunque en verdad Thorongil nunca había competido con Denethor ni se había dado posición más alta que la de servidor de su padre. Y los consejos que ambos daban al Senescal sólo divergían en un asunto: Thorongil a menudo advertía a Ecthelion que no confiara en Saruman el Blanco, de Isengard, y que prefiriera a Gandalf el Gris. Pero era poco el amor que había entre Denethor y Gandalf; y después de pasados los días de Ecthelion, el Peregrino Gris ya no fue tan bien recibido en Minas Tirith. Por tanto, más tarde, cuando todo fue puesto en claro, muchos creyeron que Denethor, que era de inteligencia sutil y veía más lejos y más profundamente que los demás, había descubierto en verdad quién era el forastero Thorongil, y que sospechaba que él y Mithrandir pretendían suplantarlo.





»Cuando Denethor se convirtió en Senescal (2984), resultó un señor imperioso que quería manejar todos los hilos. Hablaba poco. Escuchaba consejos y luego hacía lo que se le antojaba. Se había casado tarde (2976), tomando por esposa a Finduilas, hija de Adrahil de Dol Amroth. Era una señora de gran belleza y gentil corazón, pero murió antes de que hubieran transcurrido doce años. Denethor la amaba, a su manera, más que a nadie, salvo al mayor de los hijos que ella le había dado. Pero les pareció a los hombres que Finduilas languidecía en la ciudad guardada, como una flor de los valles del mar sobre una roca estéril. La sombra del este la llenaba de horror, y volvía la mirada siempre al sur, hacia el mar por el que sentía nostalgia.

»Después de la muerte de Finduilas, Denethor se volvió más lóbrego y silencioso que antes, y permanecía sentado a solas largas horas en la torre, meditando, previendo que el ataque de Mordor se produciría antes de que él muriera. Se creyó después que, en busca de conocimiento, pero orgulloso, y pensando que tenía la fuerza de voluntad suficiente, había osado mirar la palantírde la Torre Blanca. Ninguno de los Senescales se había atrevido a esto antes, ni siquiera los reyes Eärnil y Eärnur después de la caída de Minas Ithil, cuando la palantírde Isildur llegó a manos del Enemigo; porque la Piedra de Minas Tirith era la palantírde Anárion, la que estaba en más estrecho acuerdo con la que poseía Sauron.

»De este modo Denethor tuvo gran conocimiento de las cosas que sucedían en el reino y de las de muchos más allá de las fronteras, y los hombres se maravillaban; pero pagó caro este conocimiento, pues envejeció prematuramente combatiendo con la voluntad de Sauron. Entonces el orgullo creció en Denethor junto con la desesperación, hasta que vio en todos los hechos de aquel tiempo sólo un único combate entre el Señor de la Torre Blanca y el Señor de la Barad-dûr, y desconfiaba de todos cuantos oponían resistencia a Sauron, a no ser que lo sirviesen sólo a él.

»Así llegó el tiempo de la Guerra del Anillo, y los hijos de Denethor se hicieron hombres. Boromir, el mayor en cinco años, era el preferido del padre y semejante a él en facciones y orgullo, pero no en mucho más. Parecía un hombre de la especie del Rey Eärnur de antaño, pues no tomaba esposa y sólo las armas lo deleitaban; audaz y fuerte, no le interesaba el conocimiento, salvo el de las historias de las batallas antiguas. Faramir, el más joven, era como él en aspecto, pero distinto de mente. Leía en el corazón de los hombres con tanta penetración como su padre, y lo que en ellos leía lo movía a la piedad antes que al desprecio. Era de porte gentil, y un amante de la ciencia y de la música, por lo que muchos en aquellos días juzgaban su coraje menor que el de su hermano. Pero no era así, salvo en que no buscaba la gloria en el peligro sin propósito. Recibía complacido a Gandalf cuando éste visitaba la Ciudad, y aprendía de él lo que podía; y en esto, como en muchos otros asuntos, desagradaba a su padre.

»No obstante, un gran amor unía a los hermanos, y los había unido desde la infancia, cuando Boromir era el auxilio y el protector de Faramir. No había habido desde entonces celos ni rivalidad entre ellos, ni por el favor del padre, ni por la alabanza de los hombres. No le parecía a Faramir que nadie en Gondor pudiera convertirse en rival de Boromir, heredero de Denethor, Capitán de la Torre Blanca; e igual pensaba Boromir. No obstante, no fue así en la prueba. Pero de todo lo que les acaeció a estos tres en la Guerra del Anillo se habla mucho en otro lugar. Y al cabo de la Guerra, los días de los Senescales Regentes llegaron a su fin; porque el heredero de Isildur y Anárion regresó un día; y la monarquía se reanudó, y el estandarte del Árbol Blanco flameó una vez más en la Torre de Ecthelion.»