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ALGUACIL 1°.-Príncipe, ved. Aquí están el conde Paris y Romeo, violentamente muertos y Julieta, caliente todavía y desangrándose.

PRINCIPE.-¿Averiguasteis la causa de estos delitos?

ALGUACIL 1°.-Sólo hemos hallado a un fraile y al paje de Romeo, cargados con picos y azadones propios para levantar la losa de un sepulcro.

CAPULETO.-¡Dios mío! Esposa mía, ¿no ves correr la sangre de nuestra hija? Ese puñal ha errado el camino: debía haberse clavado en el pecho del Montesco y no en el de nuestra inocente hija.

SEÑORA CAPULETO.-¡Dios mío! Siento el toque de las campanas que guían mi vejez al sepulcro. (Llegan Montesco y otros.)

PRINCIPE.-Mucho has amanecido, Montesco, pero mucho antes cayó tu primogénito.

MONTESCO.-¡Poder de lo alto! Ayer falleció mi mujer de pena por el destierro de mi hijo. ¿Hay reservada alguna pena más para mi triste vejez?

PRINCIPE.-Tú mismo puedes verla.

MONTESCO.-¿Por qué tanta descortesía, hijo mío? ¿Por qué te atreviste á ir al sepulcro antes que tu padre?

PRINCIPE.-Contened por un momento vuestro llanto, mientras busco la fuente de estas desdichas. Luego procuraré consolaros o acompañaros hasta la muerte. Callad entre tanto: la paciencia contenga un momento al dolor. Traed acá a esos presos.

FRAY LORENZO.-Yo, el más humilde y a la vez el más respetable por mi estado sacerdotal, pero el más sospechoso por la hora y el lugar, voy a acusarme y a defenderme al mismo tiempo.

PRINCIPE.-Decidnos lo que sepáis.



FRAY LORENZO.-Lo diré brevemente, porque la corta vida que me queda, no consiente largas relaciones. Romeo se había desposado con Julieta. Yo los casé, y el mismo día murió Teobaldo. Esta muerte fue causa del destierro del desposado y del dolor de Julieta. Vos creísteis mitigarle, casándola con Paris. En seguida vino a mi celda, y loca y ciega me rogó que buscase una manera de impedir esta segunda boda, porque si no, iba a matarse en mi presencia. Yo le di un narcótico preparado por mí, cuyos efectos simulaban la muerte, y avisé a Romeo por una carta, que viniese esta noche (en que ella despertaría) a ayudarme a desenterrarla. Fray Juan, a quien entregué la carta, no pudo salir de Verona, por súbito accidente. Entonces me vine yo solo a la hora prevista, para sacarla del mausoleo, y llevarla a mi convento, donde esperase a su marido. Pero cuando llegué, pocos momentos antes de que ella despertara, hallé muertos a Paris y a Romeo. Despertó ella, y le rogué por Dios que me siguiese y respetara la voluntad suprema. Ella, desesperada, no me siguió, y a lo que parece, se ha dado la muerte. Hasta aquí sé. Del casamiento puede dar testimonio su ama. Y si yo delinquí en algo, dispuesto estoy a sacrificar mi vida al fallo de la ley, que sólo en pocas horas podrá adelantar mi muerte.

PRINCIPE.-Siempre os hemos tenido por varón santo y de virtudes. Oigamos ahora al Criado de Romeo.

BALTASAR.-Yo di a mi amo noticia de la muerte de Julieta. A toda prisa salimos de Mantua, y llegamos a este cementerio. Me dio una carta para su padre, y se entró en el sepulcro desatentado y fuera de si, amenazándome con la muerte, si en algo yo le resistía.

PRINCIPE.-Quiero la carta: ¿y dónde está el paje que llamo a la ronda?

PAJE.-Mi amo vino a derramar flores sobre el sepulcro de Julieta. Yo me quedé cerca de allí, según sus órdenes. Llegó un caballero y quiso entrar en el panteón. Mi amo se lo estorbó, riñeron, y yo fui corriendo a pedir auxilio.

PRINCIPE.-Esta carta confirma las palabras de este bendito fraile. En ella habla Romeo de su amor y de su muerte: dice que compró veneno a un boticario de Mantua, y que quiso morir, y descansar con su Julieta. ¡Capuletos, Montescos, ésta es la maldición divina que cae sobre vuestros rencores! No tolera el cielo dicha en vosotros, y yo pierdo por causa vuestra dos parientes. A todos alcanza hoy el castigo de Dios.

CAPULETO.-Montesco, dame tu mano, el dote de mi hija: más que esto no puede pedir tu hermano.

MONTESCO.-Y aún te daré más. Prometo hacer una estatua de oro de la hermosa Julieta, y tal que asombre a la ciudad.

CAPULETO.-Y a su lado haré yo otra igual para Romeo.

PRINCIPE.-¡Tardía amistad y reconciliación, que alumbra un sol bien triste! Seguidme: aún hay que hacer más: premiar a unos y castigar a otros. Triste historia es la de Julieta y Romeo.

FIN


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